miércoles, 27 de octubre de 2010

DON ARMANDO EL GRAN CHUQUI: ENSEÑANZAS DE NAVEGANTE - POR AGUSTÍN ZÚÑIGA GAMARRA

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Por Agustin Zúñiga Gamarra

Como si los gemidos del alma golpearan fuertemente las puertas del corazón impidiéndome respirar, así me sentí luego de volver del velorio de don Arman, cuando traté de escribir algo en su memoria. "Murió en el amanecer don Arman", me comunicó mi hermana en casa cuando volví del trabajo. No creí, sabía de su edad, pero también de su fortaleza, pues no hacía mucho que había estado en Chiquián para la fiesta de Santa Rosa (Agosto) y también en la fiesta de San Francisco (Octubre), los dos patrones de Espejito de Cielo su tierra, el hogar de sus hijos, de su esposa Jeshu y de sus peripecias de joven trabajador, arriesgado y luchador.

El gran Chuqui se fue en su último viaje, padre de nuestros queridos amigos, Nalo, Felipe, Mirtha, Caty y Edi. No me pregunten cómo ocurrió, bastaba verlo yerto en su ataúd, para imaginar que murió, soñando, descansando, quién sabe hablándole a su esposa, que le reclamaba su compañía, hacía buen tiempo. "Cumplió sus deseos de morir de esa manera", me contaba Felipe. "Como hijo quería satisfacerlo en todo, así es como me pidió viajar a Chiquián y también ir a Santa Luisa".

Su diálogo secreto que había tenido con Jeshu era llevarle las últimas novedades de su casa de Jircán, del hotel de Jupash, las últimas tonadas de las bandas y los sabrosos amasijos de fiesta. Se fue con los encargos repletos en su añejo camión Santa Rosa, en silencio y a la luz del alba, subió desde los acantilados de Inca Huaganga, atravesando las cornisas del Yerupajá, hasta el recinto con aroma de rosas al encuentro de su amada esposa.

Mientras rezaban y cantaban hermosas canciones en homenaje a don Arman, miraba de soslayo a sus hijos, a Felipe, mi contemporáneo, a Nalo, nuestro escritor, y a sus cariñosas hermanas encabezadas por Mirtha, encontrandoles dolor y reconocimiento por su padre que les brindó ejemplo permanente de cómo enfrentar la vida, aquella que no viene sobre pétalos de flores, sino que hay que construirla desbrozando hualancas, caminando sobre fangos, dormitando en las punas, enfrentando cara a cara a la muerte en las delgadas curvas de los peligrosos caminos bajo el fragor de temporales traicioneros. Eso es también enseñanza para todos los que nos honramos con su amistad, con su amabilidad de saludo, sea en un encuentro directo o por intermedio de otras personas.

En adelante, las mañanas de los programas de Tadeo o Blady, no dirán más “un saludo especial a don Armando oyente permanente”, ni yo me llenaré de estímulo sabiendo que gustaba de mis notas. Solo me quedará recordarlo don Armando, como aquel que lo veía junto a su camión, frente a su tienda, y me demoraba horas mirando como cambiaban las inmensas llantas, quería también tener esa movilidad para trepar por las colinas e irme a conocer nuevos lugares, a conocer la naturaleza, los planetas, el universo a entender cómo ellos funcionan, en suma, a ser un navegante de la ciencia.


Descansa en paz don Armando, el gran Chuqui.

Lima, 25 de octubre de 2010

Fuente:

Don Armando el Gran Chuqui: Enseñanzas de Navegante


http://chiquianyerupaja.blogspot.com/2010/10/don-armando-el-gran-chuqui-ensenanza-de.html


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Agustín Zúñiga Gamarra
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