domingo, 31 de octubre de 2010

EL SUEÑO DE UN CRIOLLO - POR DARIO MEJÍA SIFUENTES

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El SUEÑO DE UN CRIOLLO

Por: Dario Mejía Sifuentes

(Melbourne - AUSTRALIA)

El 18 de octubre de 1944, el Presidente Manuel Prado Ugarteche dio la Resolución Suprema que establecía que el 31 de octubre de cada año se celebraría el "Día de la Canción Criolla" en el Perú, con la finalidad de exaltar los aires costeños de la música peruana. Pero, la idea de tener esa celebración no salió de parte de las autoridades, sino que se debió a las persistentes gestiones de un amante del criollismo, Juan Manuel Carrera del Corral, quien tenía el sueño de que nuestra canción criolla pueda tener un día en el que se le recuerde y celebre como se debe.

En mi viaje a Lima en el 2008, entre otras cosas, tenía el deseo de encontrar el nicho donde se encontraban los restos de quien hizo posible que la canción criolla tenga su día. Sabía que Juan Manuel Carrera del Corral había fallecido a fines de la década de los 50, pero, hasta ese entonces, no había podido encontrar la fecha exacta de su deceso. Gracias a los archivos de la Beneficencia Pública de Lima pude encontrar la fecha de su fallecimiento y el lugar donde se encontraba enterrado, que me guiaron para que siga descubriendo algunos detalles más sobre ese gran criollo.

Juan Manuel Carrera del Corral nació el 11 de mayo de 1904 en la ciudad de Lima. Hijo del doctor Juan Manuel Carrera, Auditor General del Ejército, y de doña María Esther del Corral, fue creciendo a la par con el desarrollo de la canción criolla por la cual llegó a tener un gran amor, cariño y pasión. El no era cantante ni músico, puesto que no sabía tocar ningún instrumento. Sin embargo, sentía muy dentro nuestra música y ese sentimiento hizo que naciera dentro suyo el deseo de hacer algo por ella; el lograr que se haga realidad, por parte de las autoridades, un reconocimiento oficial que exalte nuestro criollismo.. . y ése fue su sueño.

Carrera era aficionado a las corridas de toros, peleas de gallos, jaranas y, sobre todo, era gran devoto de nuestro Señor de los Milagros, habiendo sido también cargador de sus andas. Fue muy querido en vida por su bondad, caballerosidad, nobleza y don de gente que siempre demostró ser. Aunque a veces fue incomprendido, quizás por ser un soñador que tuvo un sueño difícil de que se haga realidad en esa época.

Trabajaba como operario en "El Comercio" teniendo a su cargo el linotipo de titulares. Su amor por el criollismo lo llevó a ser Presidente del Centro Musical "Carlos A. Saco". Dicho centro musical fue el primero en su género y estaba localizado en la Plaza Buenos Aires, en la esquina de las calles Acequia de Islas y Los Naranjos, actual esquina del Jr. Huánuco con el Jr. A. Miró Quesada, Barrios Altos de Lima. Se fundó, el centro musical, en el año de 1935 en homenaje a ese gran compositor, guitarrista y pianista que fue Carlos A. Saco, quien falleció el 18 de febrero de 1935 como consecuencia de una pulmonía doble que le dio dos días antes al retornar, de madrugada, de una fiesta a la que había asistido con su bohemio grupo de Cocharcas: Angel Monteverde, Victor Echegaray, Pancho Estrada, Carlos Bahamonde, Alejandro Ascoy y otros. Fueron trece de sus amigos de la bohemia, y admiradores de Saco, quienes decidieron honrar al gran compositor y músico fundando el primer centro musical del criollismo. Un año después, sucedería lo mismo con el fallecimiento de Felipe Pinglo el 13 de mayo de 1936 al fundarse, tres días después de su muerte, el Centro Musical "Felipe Pinglo".

Juan Manuel Carrera del Corral, como Presidente del Centro Musical "Carlos A. Saco", tocó una puerta tras otra en busca de apoyo para lograr su sueño. Sus amigos lo veían en ese trajinar diario que parecía una utopía, hasta que este sueño empezó a hacer eco en otros y se logró que el Presidente Manuel Prado Ugarteche diera, el 18 de octubre de 1944, la Resolución Suprema que oficializaba el 31 de octubre de cada año como "Día de la Canción Criolla".

El Señor de los Milagros, Patrón de Lima, bailó como nunca en sus andas ese 18 de octubre. Es que nuestro Señor estaba en las calles cargado en hombros de sus devotos, siendo uno de ellos Juan Manuel Carrera del Corral a quien el Señor, en su día de procesión, le concedió el milagro de ver su sueño hecho realidad.

El pueblo, jubiloso, esperaba con ansias la primera celebración oficial del "Día de la Canción Criolla" y, según informó El Comercio un día después, el 31 de octubre de 1944, a las 6 de la mañana, fue izada la bandera peruana en la sede de todos los centros musicales de Lima y Callao. A las 11 de la mañana se llevó a cabo una misa en la Iglesia del Carmen, en los Barrios Altos, en homenaje a todos los autores, compositores e intérpretes del cancionero popular que ya no se encontraban presentes en este mundo. Más tarde, a la 1 p.m., se realizó una romería al Cementerio General para colocar ofrendas florales en las tumbas de los precursores de la canción criolla. Por la tarde, desde las 3 hasta las 5 p.m., se realizaron audiciones musicales en los establecimientos penales.

La ceremonia central de esa primera celebración del "Día de la Canción Criolla" se llevó a cabo a las 7:30 p.m. en el local del Centro Musical "Carlos A. Saco", en la Plaza Buenos Aires de los Barrios Altos. Dicha Plaza se encontraba atiborrada de gente que había asistido, desde todos los rincones de Lima y Callao, a celebrar el día de la canción popular. El Presidente Manuel Prado Ugarteche se hizo presente en dicha celebración y luego de entonarse el Himno Nacional se presentaron Teresita Arce, Carlos Pacheco con el conjunto de cuerdas del Centro Musical Carlos A. Saco, Rosa Ascoy con su conjunto, Luis Pardo (hijo) y los hermanos Azcuez. Como la gente que se encontraba en la Plaza no paraba de demostrar su euforia por tan magno acontecimiento, dando también muestras de agradecimiento al señor Presidente, éste salió al balcón del Centro Musical "Carlos A. Saco", que daba a la Plaza Buenos Aires, para corresponder a los significativos testimonios de afecto del pueblo a su persona.

La celebración no quedó allí sino que de 9 a 11 p.m. se llevaron a cabo verbenas y audiciones en diferentes sectores de Lima y Callao. Los centros musicales "Felipe Pinglo", "Pedro Bocanegra", "Carlos Valderrama", "Tipuani", "Victoria" y "Mariano Melgar" estaban repletos de gente que celebraba el día de la música del pueblo. En el Callao también celebraron la fiesta con el elenco del Centro Social Ferroviario del Callao. Los periódicos de los días siguientes mostraban fotos con mucha gente afuera de los locales nombrados, que no habían podido entrar debido a que los locales aquellos estaban repletos.

Los años siguientes se vio a Juan Manuel Carrera animando fervorosamente nuestra canción criolla, especialmente en su día. Pero, un día trágico para la canción popular, cuando Carrera aún se encontraba con muchas fuerzas y motivos porque vivir, luego de tener una operación quirúrgica de urgencia, dejó de existir en el Hospital Obrero a las 11 de la noche del domingo 3 de mayo de 1959. Dejó una esposa, Inés Ballesteros de Carrera, y cinco hijos: Celia, Inés, Cecilia, Ramón y Juan.

Al fallecer Juan Manuel Carrera del Corral, el criollismo quedó de luto porque había partido uno de sus más entusiastas y queridos seguidores. Sus restos se encuentran en el cuartel San Joaquín 52-D del cementerio Presbítero Maestro de Lima. Con Raúl Montes, nieto de Eduardo Montes del dúo Montes y Manrique, visitamos el nicho de Juan Manuel Carrera del Corral, durante mi visita a Lima, para tomarle una foto al nicho de ese gran criollo y brindarle nuestro homenaje por lo que hizo en bien de la canción criolla.

Este 31 de octubre en que se suele festejar el "Día de la Canción Criolla" y recordamos a los pioneros de nuestra música, así como también a todos aquellos que la engrandecieron; alentando y apoyando a la vez a los valores actuales, recordemos y brindemos también por ese personaje criollo, sencillo y soñador que, siguiendo un sueño que tuvo, pudo hacer que los peruanos tengamos un día en el calendario para la celebración de la canción criolla: Juan Manuel Carrera del Corral.

Escrito el 16 de Octubre de 2005

Actualizado el 24 de Octubre de 2008

Dario Mejia



Melbourne, Australia

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viernes, 29 de octubre de 2010

AULA CAPULÍ: SÁBADO 30 OCT 7:30 PM "RITUAL POR EL DÍA DE LOS MUERTOS" - HOMENAJE A MÁXIMO DAMIÁN - PLAN LECTOR: HUELLAS SOBRE LA CENIZA

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina


1 DE NOVIEMBRE


DÍA DE LOS MUERTOS


VELORIO, REZO.

OFRENDAS, CAFÉ.

MÚSICA ANDINA.

EL COMPARTIR TANTA HUAHUA


Actividad a cargo de la Cátedra de Sabiduría Andina de Capulí, Vallejo y su Tierra


SÁBADO 30 DE OCTUBRE, 2010, 7.00 P.M.

Sede: Aula Capulí: Tacna 118, Miraflores.

Cuadra 2 de la Av. Angamos Este

Entre Av. Arequipa y Paseo de la República

Ingreso libre.

Se agradece su gentil asistencia


Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860

capulivallejoysutierra@hotmail.com

planlector@hotmail.com


PROGRAMA

– 7 pm. Saludo y bienvenida: DANILO SÁNCHEZ LIHÓN, Presidente de Capulí, Vallejo y su Tierra

– 7. 10 pm. Conferencia: “Aya Marca, dónde están los ancestros”: RAMÓN NORIEGA TORERO, Director de la Cátedra de Sabiduría Andina

– 7.30 Mesa Redonda: “Concepción de la muerte en el mundo andino”: EMILIO MORILLO, ANTONIO MUÑOZ, DELFINA PAREDES

– 8.30 pm. “Toques de agonía”. Concierto a cargo de: MÁXIMO DAMIÁN

– 9. am. Homenaje y condecoración a: MÁXIMO DAMIÁN, a cargo de don César Vallejo Ynfantes.

– 9.15 Jaculatoria a la usanza de nuestra cultura ancestrala cargo de un maestro y sacerdote andino.

– 9.30 COMPARTIR. Se servirá café y tajadas de Chuco. Con luces apagadas


ººººººº

PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA


HUELLAS SOBRE LA CENIZA


Por Danilo Sánchez Lihón


“Serán ceniza pero tendrá sentido”
Francisco de Quevedo


1. Siempre en punta y afilada

Cuando murió mi bisabuela Asunción, se posó el tuco en la cumbrera del techo de nuestra casa y cantó tres veces:

– Tucú, tucú, tucurucuuuuú.

Nosotros corrimos a refugiarnos introduciéndonos por debajo de sus brazos y en los sobacos de nuestros mayores.

Mi bisabuela estaba sana, aunque vieja.

Nunca tuvo una dolencia. Y tan sana se sentía, que ella misma tuvo ánimo para contarnos que cuando el tuco se posa en la cumbrera de una casa, es porque alguien va a morir.

Y que detrás de él hay un cortejo pasmado y tenebroso, que no vemos pero que está parado ahí.

El día que repitió esto, murió.

Detrás del tuco, a quien se le oye y al mismo tiempo se lo puede ver, va el fantasma de la persona que va a morir.

Pobrecita. ¿Sabía o no sabía que esta vez era ella?

Detrás de esa sombra, aún viva, va la muerte con su traje cubierto de telarañas.

Con sus ojos huecos y su guadaña siempre en punta y afilada: ¡la muerte!


2. Y la sigue

En un hombro de esa hada, o sombra, o figura silenciosa se posa la gallareta: un ave picuda, de patas delgadas color zanahoria, cuerpo rechoncho; quien va diciendo, como fastidiada:

– Agrag, agrag, agrag.

¿Qué significa esto en la garganta de ese pajarraco? Esto es: ya apúrese, ya apúrese, ya apúrese.

En el otro hombro esquelético de la sombra, el vacío o el abismo que es esa figura, se posa temible el chushec.

Esta presencia que es bulto, solo plumas, sin un hilo de carne o grumo de hueso, es puro sonido. Que enronquece su voz a medida que va agonizando el paciente de la casa donde permanecen posados estos esperpentos.

– Chushec. Chushec. Chushec... –Repite.

Y, por último, volando de lejos, en cruz y hacia arriba, como un exorcismo, sin querer contagiarse de la fatalidad de la muerte va la paca-paca.

¡Qué horror!

No es un animal de malagüero ni acompañante en el cortejo de la muerte, sino que siente una especie de fascinación por esa comitiva, y la sigue.


3. Cara a cara

Esto nos contó mi bisabuela poco antes de morir. Quiere decir que lo veía en ese mismo momento. Que lo estaba viendo. Y eso me estremece.

Aquellas cinco criaturas, hacen el séquito de la muerte.

– ¡Pobre abuela! –Dice la tía Miguelina–. Ella misma se vería.

– Quizá, por eso nos contó.

– ¡Qué va a ser que se vea!

– ¡No sabría que ella iba a morir aquel día!

– ¡Porque verse en ese cortejo es para enloquecer!

– Pero para morir ya no se siente nada.

– No ven que la razón ya no funciona.

– No ven que estamos al otro lado, en otro aire, en la orilla opuesta.

– ¡Claro, por eso habló de ese modo!

– Salvo que sí. Y la bisabuela que era osada haya tenido el humor de contarnos.

– ¡Quién sabe! La abuela era aguda y tenaz. No me sorprendería que le haya mirado cara a cara. Y no le haya bajado los ojos a la muerte.

– Tan buena que era mi mamita. ¡Es la paz!


4. Tejiendo sus hebras

– Pero, ¿se acuerdan que cuando murió vimos después del entierro las huellas sobre la ceniza?

– ¿Y que detrás de las pisadas de la abuela iban las de una criatura?

– Y dijimos que eran de niño por lo hondas y marcadas.

– Claro que sí.

– Miren pues. Y era para que muera mi Perico.

– ¿Verdad, no? Ya nos habíamos olvidado.

– Tanto, que resondramos a estos hijos por el nerviosismo que nos dio cuando empezaron a jugar diciéndose:

– Eres tú.

– No, serás tú.

– No. Será él.

– Tú te morirás Perico, le dijeron.

– Y nos dio tanto miedo. Y entre nosotras ya estaba el destino tejiendo sus hebras.

– Y fíjense, fue para que muera mi Perico. –Dice mi tía Carmen enjugándose las lágrimas en los ojos con la punta del rebozo.


5. Las llaves
las llevamos

– Sí. Claritas estaban las pisadas de mi hijo en la ceniza.

– ¡Pero el Perico fue con nosotros al río!

– Claro. Pero ya su espíritu se quedaría aquí, en la casa, para estampar sus huellas o sus pies en la ceniza.

– ¿Cómo es el alma no? ¡Anda por sitios que nosotros ni sabemos!

Así conversan los adultos.

Y es que después de enterrar a la bisabuela Asunción, se hizo la migalpa llevando su ropa a lavarla al río.

Pero antes de ir mi tía ha esparcido la ceniza en la sala donde la hemos velado.

Empieza cerniéndola desde un cedazo, haciendo que caiga una capa fina y pareja sobre el adoquinado de la sala.

Después pasamos el candado por las armellas, presionamos el arco del metal y las llaves las llevamos con nosotros.

Al regreso la expectativa es grande:

¿Habrá huellas? O ¿encontraremos la ceniza intacta como la dejamos?

Nunca ocurre esto último.


6. Ahí están

– ¡Vamos a ver el rastro!

Y ahí vamos.

Mi tía abre lentamente la puerta. Y aquí están.

– ¡Dios Santo! Aquí están las huellas.

– ¡Es un prodigio!

Hay una caravana de señales. Al principio no discernimos entre tantas. Es un tropel que va desde la puerta hasta un rincón de la sala, cruzando en diagonal y allí desaparecen.

Pero por allí no hay puerta. Y las huellas están cortadas hasta la mitad. Quiere decir que la otra parte de las pisadas ya están en el vacío.

Y ahí desaparecen, como si los pasos hubieran traspasado la pared.

Después, son los mayores quienes nos describen. Nos señalan con una rama sin hojas y sin tocarlas.

– Miren. Estos son pies de persona grande. Y vieja. Entonces son las pisadas de la abuela. –Ahí están.

– ¡Y estos pasos son de una criatura! ¿Quién será? Y va muy junto a ella, seguro que cogida de su mano o agarrada de su falda.

– ¡Ha de ser cualquiera de estos cholitos o de estas chinas!


7. Los lleva a la otra vida

– ¡Ay! ¡Quién será, tan tierno!

– Mírenlo. Alguien va a morir de nuestros hijos.

Y nos miran a todos los que somos niños.

– Pero, ¿es de hombre o mujer?

– De hombre, porque es honda. Si fuera mujer sería leve, casi en el aire.

Nos miramos azorados.

El Perico, parado a mi lado tiene una mirada angelical. Como si nada escuchara.

¿Quién, jamás, hubiera imaginado que esas huellas eran suyas?

– ¿Y estas otras mamá, qué son?

– De animales. Ahí están, nítidas, miren. Como cuando un toro deja sus pisadas en el barro. Mira, los cascos.

– Y, ¿por qué están?

– Es que la abuelita cuántas chacras tiene. Son las huellas de los animales que han muerto para su entierro. Con ellos se va. Es que ha sido muy trabajadora mi mamita. Y miren cómo los animales lo siguen. Es que ella los daba de comer. Todo lo ha tenido, cultivado y criado.

– Va con sus bueyes, la viejita. Los lleva a criar a la otra vida.


8. El misterio de la vida

Pero, hacia el otro lado de la ventana hay una marca atroz. Parece una soga que hubiera avanzado haciendo sinuosidades.

– ¡Culebra es!

– ¡Serpiente!

– ¿Y qué significa tía?

–Pero nadie me quiere contestar.

Sólo mi prima Amelia, quien siempre tuvo respuestas para todas mis preguntas, sentencia en mi oído:

– Es la serpiente del árbol del bien y del mal. Ella siempre va a nuestro lado. En todas las huellas sobre la ceniza aparece, aunque sea muy tenue.

– Pero tía Carmen –le digo ahora, después que han pasado muchos años–. Y lo de la culebra, ¿qué significado tiene?

– Eso es un misterio, hijo. Yo misma, cuando me despierto en la mañana, siempre me hago esa misma pregunta. No sabemos qué será la culebra. Es el misterio de la vida.

Y me mira.

Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

Teléfonos:

420-3343 y 420-3860

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:

Editorial San Marcos:

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Editorial Bruño, Perú:

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Santiago de Chuco - Foto: Nalo Alvarado Balarezo

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miércoles, 27 de octubre de 2010

DON ARMANDO EL GRAN CHUQUI: ENSEÑANZAS DE NAVEGANTE - POR AGUSTÍN ZÚÑIGA GAMARRA

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Por Agustin Zúñiga Gamarra

Como si los gemidos del alma golpearan fuertemente las puertas del corazón impidiéndome respirar, así me sentí luego de volver del velorio de don Arman, cuando traté de escribir algo en su memoria. "Murió en el amanecer don Arman", me comunicó mi hermana en casa cuando volví del trabajo. No creí, sabía de su edad, pero también de su fortaleza, pues no hacía mucho que había estado en Chiquián para la fiesta de Santa Rosa (Agosto) y también en la fiesta de San Francisco (Octubre), los dos patrones de Espejito de Cielo su tierra, el hogar de sus hijos, de su esposa Jeshu y de sus peripecias de joven trabajador, arriesgado y luchador.

El gran Chuqui se fue en su último viaje, padre de nuestros queridos amigos, Nalo, Felipe, Mirtha, Caty y Edi. No me pregunten cómo ocurrió, bastaba verlo yerto en su ataúd, para imaginar que murió, soñando, descansando, quién sabe hablándole a su esposa, que le reclamaba su compañía, hacía buen tiempo. "Cumplió sus deseos de morir de esa manera", me contaba Felipe. "Como hijo quería satisfacerlo en todo, así es como me pidió viajar a Chiquián y también ir a Santa Luisa".

Su diálogo secreto que había tenido con Jeshu era llevarle las últimas novedades de su casa de Jircán, del hotel de Jupash, las últimas tonadas de las bandas y los sabrosos amasijos de fiesta. Se fue con los encargos repletos en su añejo camión Santa Rosa, en silencio y a la luz del alba, subió desde los acantilados de Inca Huaganga, atravesando las cornisas del Yerupajá, hasta el recinto con aroma de rosas al encuentro de su amada esposa.

Mientras rezaban y cantaban hermosas canciones en homenaje a don Arman, miraba de soslayo a sus hijos, a Felipe, mi contemporáneo, a Nalo, nuestro escritor, y a sus cariñosas hermanas encabezadas por Mirtha, encontrandoles dolor y reconocimiento por su padre que les brindó ejemplo permanente de cómo enfrentar la vida, aquella que no viene sobre pétalos de flores, sino que hay que construirla desbrozando hualancas, caminando sobre fangos, dormitando en las punas, enfrentando cara a cara a la muerte en las delgadas curvas de los peligrosos caminos bajo el fragor de temporales traicioneros. Eso es también enseñanza para todos los que nos honramos con su amistad, con su amabilidad de saludo, sea en un encuentro directo o por intermedio de otras personas.

En adelante, las mañanas de los programas de Tadeo o Blady, no dirán más “un saludo especial a don Armando oyente permanente”, ni yo me llenaré de estímulo sabiendo que gustaba de mis notas. Solo me quedará recordarlo don Armando, como aquel que lo veía junto a su camión, frente a su tienda, y me demoraba horas mirando como cambiaban las inmensas llantas, quería también tener esa movilidad para trepar por las colinas e irme a conocer nuevos lugares, a conocer la naturaleza, los planetas, el universo a entender cómo ellos funcionan, en suma, a ser un navegante de la ciencia.


Descansa en paz don Armando, el gran Chuqui.

Lima, 25 de octubre de 2010

Fuente:

Don Armando el Gran Chuqui: Enseñanzas de Navegante


http://chiquianyerupaja.blogspot.com/2010/10/don-armando-el-gran-chuqui-ensenanza-de.html


Blogspot CHIQUIÁN CULTURA

Agustín Zúñiga Gamarra
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27 DE OCTUBRE, DÍA DE LA CANCIÓN CRIOLLA - PLAN LECTOR: "LA ÚLTIMA SERENATA" - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina


27 DE OCTUBRE

DÍA DE LA CANCIÓN CRIOLLA


PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA


INFORMACIÓN:

El día 23 de octubre del año en curso, así como todos los últimos años, Capulí, Vallejo y su Tierra, ha rendido homenaje a Luis de la Puente Uceda en Santiago de Chuco, su tierra natal, de donde provino además un numeroso contingente de jóvenes que lo acompañaron en su gesta libertaria.

A su vez, el día 27 de octubre de cada año se celebra el Día de la Canción Criolla, de la cual él fue devoto, cultivador y cantante apasionado, autor de varias letras de canciones como Palomitay, que a continuación se consigna, y China santiaguina.

La figura legendaria de Luis Felipe de la Puente Uceda, como la de César Vallejo y la de Ernesto Che Guevara, es digna de su universalización, por ser guerrero insigne, político visionario, escritor de cuentos formativos, amante de las tradiciones, organizador social, promotor cultural, paradigma de amistad.

E incluso, hay una dimensión religiosa en su vasta personalidad: concurría a misa todos los domingos, traía la banda de músicos de Julcán a la Fiesta del Apóstol en Santiago de Chuco y, como se relata a continuación, era típico en él su faceta de cantor, serenatero y hechizado trovador, amante genuino de la música popular.


LA ÚLTIMA SERENATA


Por Danilo Sánchez Lihón


«La luna de medianoche la luna de las guitarras».
Felipe Arias Larreta


1. ¿Quién podría ser a esa hora?

– ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!

Me despiertan tres golpes fuertes en la puerta de la calle.

Los escucho en sueños, pero salto de la cama asustado. ¿Qué hora será? ¿Dos o tres de la mañana? Mal que bien, me pongo el pantalón y la camisa y salgo descalzo del cuarto donde duermo junto a mis hermanos.

En el pasadizo, encuentro a mi padre que sale de su dormitorio con la lámpara ya encendida.

– Yo veré quién es. Entra a tu cama. ¡No te resfríes! –Dice con voz que oculta preocupación.

Baja el escalón con la lámpara en la mano, mientras yo me quedo de pie, sin poder regresar al cuarto.

¿Quién puede ser a esa hora de la madrugada?

¡Es extraño! Será alguien que pide auxilio, o algún familiar gravemente enfermo.

O quizás, una mala noticia venida de Trujillo.


2. Veo que mi padre tambalea la lámpara

Cuando mi padre avanza por la sala, apenas huyen con la luz las sombras espesas guarecidas en la habitación.

Bajo en puntillas y me quedo en el cuarto contiguo, atento a ver quién es el que toca a esta hora.

– ¿Quién es? –pregunta mi padre con un tono enérgico, pero nervioso.

– Pascual, abre. Soy yo. Soy Lucho.

– ¿Lucho? ¡Y qué Lucho!

Con una voz que más es resuello y que se introduce como un cuchillo por las rendijas de la puerta, escucho nítidamente:

– Soy Luis de la Puente Uceda.

Veo que mi padre tambalea la lámpara que tiene cogida con la mano derecha y con la izquierda por el borde inferior del tubo de vidrio iluminado. La deja en la mesa del centro y se apresura en retirar la barra que tranca la puerta de calle.

Yo no conozco ese nombre. Nunca antes lo he escuchado. ¿Luis de la Puente Uceda? No. No es de ningún maestro de escuela. Ni de algún familiar. Ni de algún integrante de la orquesta de mi padre.


3. Tú sabes a quién

– ¡Lucho!

Exclama mi padre al abrir la puerta.

Y abraza a un hombre alto, de ojos brillantes, tras unos lentes que espejean. De rostro huesudo y ademanes decididos y enérgicos.

Una sonrisa inmensa de chiquillo llena su rostro colorado. Viste un sobretodo marrón, lleno de hebillas. ¡Qué raro personaje!

– ¡Hermano! ¡Hermano del alma! –Sacude a mi padre, mirándolo con ojos de cariño.

– ¿Cuándo has llegado? –Pregunta, bajando completamente la voz.

– Acabo de llegar. Nadie sabe que he venido. Y me voy esta misma madrugada.

– Sigues como el zorro, corriendo de monte en monte y saltando de trote en trote. reconviene mi padre.

– Quiero que me acompañes a dar una serenata.

– ¿A esta hora? ¿A quién?

– Tú sabes a quién.

– ¿A ella?


4. En todo doy la vida

– ¡A ella!

– ¿Te has vuelto loco? –Responde mi padre, realmente enfadado. Y le recrimina esta vez con voz fuerte–. Ya está casada. ¡Déjala tranquila! ¿Querrás que nos mate su marido? ¡Es la autoridad político-militar de toda la provincia! ¿Quién se atreve a cantar bajo su ventana? ¡Solo un suicida! ¡Tendrás que haber perdido el juicio!

– ¡Yo respondo, Pascual! ¡Tú sabes que yo también ando armado! –Habla así, de ese modo, decidido y parándose cuán alto es; hecho que me alarma.

Me acerco en la oscuridad. Es gringo y rubio. ¿Desde qué país viene a dar una serenata?

– ¡Estás que juegas, Lucho!

– No digas eso. ¡Tú sabes que yo nunca juego, Pascual! Que en todo doy la vida. He manejado 12 horas y volveré por el mismo camino.

Ya más calmado, oigo a mi padre decirle, como si soñara:

– Esta tarde la vi.

– ¿La has visto? El corazón me decía que la encontraría aquí.

– Sí. ¡Y qué hermosa que es!


5. Yo cumplo una misión

– ¿La viste?

– A ella. Y a su marido, que esta vez estaba uniformado. Todos saben que él duerme con la pistola lista en el velador de su cama. A todos teme, de todos recela. ¡Disparará, estoy seguro!

– ¡Tú, no te preocupes, hermano! ¡Nadie muere en la víspera!

– ¡Por lo menos nos meterá presos! Nos enviará a una mazmorra.

– ¿Sabes, hermano? He venido a despedirme, esta vez para siempre. Vine hace tres meses, a la fiesta con mis compañeros. Te busqué y no estabas.

– Tú siempre volverás a tu tierra, Lucho.

– Pero esta vez no. Ya nunca volveré, salvo en espíritu. Pero ahora se trata de una ofrenda. Y, ¿sabes? Le prometí a ella. Le juré que vendría a despedirme.

El rostro que ha entrado radiante, se ha puesto sombrío, adquiriendo una tristeza profunda, como de quien que busca algo y no lo encuentra.

– ¿Y adónde vas esta vez, Lucho? Tú retas y retas a la suerte.

– Yo cumplo una misión en la vida. Pero esta vez presiento que no regresaré.


6. Sé que nos matarán

– Le juré que lo último que haría es despedirme, de ella y de mi pueblo.

– Si no te conociera podría pensar que hablas en broma.

– Tú, me conoces.

– Y, ¿adónde se puede ir de donde nunca se pueda regresar?

– ¿Hay alguien despierto? –pregunta antes de contestar.

– Nadie. Todos duermen a esta hora.

Entonces conversan bajando la voz, tanto que pienso que mi padre de repente sospecha que yo estoy despierto, y oyendo la conversación. Ya un poco más fuerte, le dice:

– ¡Anda, saca tu guitarra! ¡Te ruego!

–Tú nunca has rogado, Lucho.

– Pero, esta vez sí.

– Primera vez que lo haces. Sé que nos matarán. Pero vamos. Voy a traerla.

Al entrar quiero detener a mi padre, pero más es la reacción de esconderme. Y lo hago, ocultándome bajo el escalón.


7. Por las calles oscuras

Cuando mi padre baja con su abrigo y su guitarra, apaga la luz de la lámpara en la sala. Y salen.

Corro a ponerme mis zapatos, que me los introduzco pisándolos, y a saltos. Después cojo una chaqueta y cierro la puerta de un golpe.

Yo sigo a mi padre por las calles oscuras, temblando de miedo de que ocurra una desgracia. De que, como ha dicho, pudieran matarlo.

Toman el rumbo de bajada por la alameda del mercado. Espero que volteen una esquina para luego yo avanzar a la carrera.

Cinco cuadras dista mi casa de la Plaza de Armas, que las camino a tientas, pues no hay una sola luz, ni siquiera los ojos de los gatos que a veces duermen en el antepecho o el rellano de las ventanas.

Las dos sombras cruzan la plaza en diagonal, bajo los árboles.

Van hacia el barrio San José.

Se detienen delante de una casona que tiene un airoso balcón enrejado. Conversan un momento.

Yo vigilo detrás de la esquina.


8. Un cuchillo que tasajea la noche

Hay una calma límpida en la noche, una honda serenidad en las piedras.

Silencio en las paredes y en los cerros. Sosiego hasta en el cielo sin luceros.

Bordonea categórica e irrevocable la guitarra con un sonido a la vez transparente y tembloroso.

Las cuerdas tejen y destejen claridades en las cumbreras de las casas que empiezan a definir sus contornos.

Una golondrina se escapa desde un tejado. Cruje la viga de un alero.

Entonces, aquel hombre alto y huesudo que nos ha despertado, se transforma, porque eleva una voz afinada, diáfana y poderosa:

Cuando va muriendo el día
y va ocultándose el sol
¿no has visto cómo se alarga
la sombra de una colina?

Es una queja que se eleva por el aire, un cuchillo que tasajea las tinieblas. Una criatura que nace. O una tumba que se cava:


9. Te vi, te quise y te amé

Así se alarga mi amor
tras el sol de tu recuerdo
cuando más de mí te alejas
más y más crece
mi amor por ti cada día...

Entona la música y vocaliza la letra con una pena que llega hasta el fondo del alma, desgarrándola. Se han callado un largo momento. Y ahora, en un tono a la vez más fino y más confidente:

Te vi, te quise y te amé
llorar no pude jamás,
para mi mayor tormento,
te vi, te quise y te amé.

Las flores de mi jardín
rosas y espinas son,
para mi mayor tormento,
te vi, te quise y te amé.

Al sol le quitan sus rayos
y a la luna su esplendor,
a las estrellas su encanto
y a mi todo el corazón.

Distingo que mi padre hace la segunda voz, entristeciendo aún más la melodía.


10. Saca de su sitio a las piedras

Ambos están a muy pocos metros del balcón. Yo tengo el alma en vilo, pues, me parece, que en cualquier momento se van a escuchar los sonidos secos de las balas. Y hasta me figuro cómo van a rodar los cuerpos yacientes sobre el empedrado. Otra vez empiezan, como si bregaran contra algo aciago:

Mañana recordarás
que me quisiste un día
entonces sabrás que hay penas
que nos acortan la vida...

Luis de la Puente Uceda, quien sílaba a sílaba ha soplado su nombre como un cuchillo por la rendija de nuestra puerta, ahora alza su canto con el rostro hacia lo alto, como un ave que descubre inerme su pecho.

Creo que esta voz saca de su sitio a las piedras de los cimientos, desmorona la cercha de las casas, y eleva el pueblo al infinito:

Mis cartas recibirás
te servirán de consuelo,
las escribiré con mi sangre
tú las borrarás llorando.


11. Una cita de amor

¿Escucha la mujer a la cual él dirige este lamento? ¿Sabrá quién es el que canta? Quizá ha dejado su lecho y camina hasta la ventana. Ahora, el tono es casi hablado:

Paloma blanca
si eres paloma
sal de tu nido.

No te mataron,
porque yo estaba
cerca a tu nido,
palomitay.

Y bien, ¿qué ocurre adentro? ¿Duerme? ¿O se queda atenta y con los ojos abiertos en la almohada, tratando de adivinar el timbre de esa voz? O ella misma pensará: ¡Imposible! ¡Aquel está demasiado lejos! ¡Tal vez ya muerto!

Como la piedra
como la roca,
tan dura es tu alma.

Ni mis caricias
ni mis lamentos
tu pecho ablanda,
palomitay.

¿O, quizás, y decidida a todo, sale de su lecho, sin importarle el marido que duerme a su lado, para quedarse de pie con su bata perlada, absorta y deslumbrada, atendiendo así a una cita de amor ineludible y a deshora que le depara el destino?


12. Este vivo incendio

Ahora el cantar se torna reproche:

Dicen que dicen
que andan diciendo
que no me quieres.

Nada me importa
que no me quieras
yo también tengo
quien llore por mí.

Afuera nada se mueve. No hay ni pasos que se apuren, ni golpe de un objeto que se cae. ¡Eso sí!, corazones que se sacuden ¡y golpean atroces en las paredes del alma!

La casona, ya un poco más precisa a mis ojos que horadan las sombras, parece sumida en un sueño encantado.

Otra vez arranca el bordoneo en las cuerdas. Y la voz se alza diáfana con otra canción:

¡Aún la nieve se deshace
ay mi dueña,
cuando el sol le comunica
su calor lento!

¿De mi amor la llama
de este vivo incendio
cómo ablandar no ha podido
tu duro pecho?


13. Ahora sé por qué los techos se arquean

¡Qué inmenso! ¡Qué hermoso! ¡Qué sublime resuena el yaraví en este vórtice!

¡Ahora sé por qué los aleros de las casas se inclinan hacia abajo. Y por qué las calles se tuercen. Y por qué las paredes se desmoronan! ¡Es por las serenatas!

¡Ahora sé por qué los techos se arquean, tienen goteras y las tejas sin qué ni por qué se rajan, se llenan de musgo y se cubren de líquenes! ¡Es por las serenatas!

¡Ahora sé por qué las piedras enfrente de las casas se hacen turgentes, como senos desamparados de vírgenes muchachas. Y por qué las rejas de fierro de los balcones se tuercen y carcomen lentamente. ¡Es por las serenatas!

Ahora sé por qué se acaban los balaustres. Y por qué las piedras de los muros resbalan. ¡Y se quedan como suspendidas en el aire! ¡Es por las serenatas!

¿Y qué son dos sombras cantando en la noche frente a una ventana?

¿Tal vez, con un cañón apuntándoles el pecho descubierto?


14. Un quejido y un reproche

¡En vano! Un disparo podría matarlos, pero no detener las aguas turbulentas del destino.

¡Más podría asesinarlos el golpe de una rosa. Haciéndolos rodar ensangrentados por el suelo!

Ahí están, el uno es mi padre y el otro ya no es Luis de la Puente Uceda, sino la tierra, el agua, la noche estrellada, el pueblo que eleva su endecha lastimera.

Y ahora, luego del silencio, otra vez suena la guitarra y un canto distinto se eleva implacable:

Una palomita a quien la crié
viéndose con alas volando se fue,
¿a quien pues me quejaré
de la acción que has hecho conmigo?
Malagradecida ayayayayay
mal pago me has dado...

Es un quejido y un reproche.


15. A quién pues me quejaré

En este instante, la autoridad político-militar al sentir que su sueño es interrumpido, desliza su brazo hasta coger el mango de la pistola y la siente pesada. Repentinamente se reconoce sin fuerzas para levantarla.

Por esta vez, fue incapaz de odio o de venganza.

Porque las notas de aquel canto lastimero delatan que son muy hondas e inalcanzables las aguas de la suerte que se encabrita a esta hora.

Que es inútil tratar de detenerlas.


Retira entonces la mano de la cacha helada y se hace el que duerme. Mientras, la canción de herida se hace muerte:

¡Yo le daba el agua ayayayayay
de mis propios ojos,
yo le daba el trigo ayayayayay
de mis propios labios!

¿A quién pues me quejaré
de la acción que ha hecho conmigo?
Malagradecida ayayayayay
¡mal pago me has dado!


16. Las luces de los primeros luceros


Atravesado ya el río o el llano en que tenían que producirse los disparos, las voces son libres, siderales.

A mí me duele pensar que cuánto amor hay albergado en un pecho y puede elevarse hacia el infinito. Y que nadie lo escuchara.

Aquella a quien se lo dedica no lo supiera.

Peor aún, me duele imaginar que en ese instante la mujer a quien se dirige todo, arriesgando los que cantan incluso la vida, no escuche porque no está o se ha quedado dormida.

Ya para terminar ambos corean fraternos, salvados, redivivos, esta fuga:

Alhelí, alhelí, alhelí
que bonita flor eres tú,
color de mis esperanzas
color de mis ilusiones.

Alhelí, alhelí, alhelí...

Yo volteo mis ojos hacia el cielo.

Titilan tenuemente las luces de los primeros luceros.


17. Desapareciendo en la noche

Pongo las palmas de mis manos en la pared, que tengo a mi lado. Y sobre ellas recuesto mi frente.

Estoy llorando.

Cuando terminan de cantar aún están un momento agachados. Y luego, el uno con el brazo en el hombro del otro, desandan en silencio las calles que han caminado.

Toman el rumbo de la carretera de salida a Trujillo.

Yo me detengo ya sin seguirlos.

Dos cuadras más allá, atruena el ruido del motor de la camioneta que ha estado estacionada. Y se reflejan chispeantes las luces de peligro.

Veo a mi padre que dice adiós con la mano, cuando el vehículo parte, desapareciendo en la noche.

Un rato está ahí de pie, detenido y cabizbajo con su guitarra en la mano.

Yo camino de regreso hacia mi casa.


18. La luz del alba en la ventana

En la oscuridad de mi cuarto vuelvo a escuchar esas notas apasionadas, desgarradas, fatales.

Siento el amor como una brasa restallante.

Siento el querer como un borbotón y un ahogo en la sangre.

Siento las distancias que se abren, haciendo una llanura o un desierto.

Siento por donde va y galopa un jinete conmovido, en un caballo desvelado.

Siento lo que es renuncia.

Siento lo que es no eludir un signo escrito en la frente.

¿Adónde va él?

¿Qué otros motivos pueden ser más poderosos para arrancarse del pecho el amor?

¿Qué puede haber para que te alejes de lo que sientes tan hondo?

Largo rato estoy aquí tendido sobre mi cama. Sin poder dormir.

Y viendo cómo se pinta la luz del alba en la ventana.


Texto que puede ser reproducido
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martes, 26 de octubre de 2010

GRAN PERIODISTA ANCASHINO ROLANDO TARAZONA SOTO: EN EL VI ANIVERSARIO DE SU SENSIBLE FALLECIMIENTO

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ROLANDO TARAZONA SOTO
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EN EL VI ANIVERSARIO DE SU SENSIBLE FALLECIMIENTO
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RECUERDOS

P
or Eduardo Tarazona Soto
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Ustedes son testigos de excepción, de cómo Rolando nos motivaba con sus arengas a todos los presentes en el izamiento del Pabellón Nacional, domingo a domingo en la Plaza de Armas de Huaraz. Es mas, los campesinos que se encontraban caminando, tenían que detenerse al escuchar el Himno Nacional y sacarse el sombrero, como reverencia a nuestros símbolos patrios.
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El próximo lunes 26 se cumplen 5 años de la muerte de mi hermano Rolando, quien fuera un verdadero guía y ejemplo de mi profesión como periodista radial.
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En esta oportunidad, como si fuera ayer, recuerdo los homenajes que le brindaron las principales autoridades y centros educativos durante su entierro. Fueron sentidas las palabras de quienes destacaron su labor periodística, porque a través de sus actividades como Maestro de Ceremonias, hizo de nuestro querido Huaraz, la segunda ciudad, después de Tacna, donde se rendía con mayor devoción y patriotismo a nuestra Bandera Nacional.

Una de las promesas que se hicieron a la muerte de Rolando, fue que la piscina olímpica de Huaraz llevara su nombre, en reconocimiento a su labor como profesor de natación, habiendo enseñado a muchas generaciones este hermoso deporte.

Fundó en 1960 "El Disco Club Huaraz" siendo su primer presidente, institución que convocara a la juventud ancashina a través de nuestro querido amigo Carlos Ramírez Cuentas.

Cómo no recordar su valiosa labor en el terremoto de 1970 cuando día y noche trasmitía los mensajes de los sobrevivientes del lamentable acontecimiento de triste recordación. Muchas familias hallaron el consuelo al enterarse de la buena salud de sus seres queridos.

Rolando fue uno de los principales exponentes del periodismo y la locución en Huaraz. También fue fundador del Club Deportivo San Francisco, del Centro Federado Del Perú filial Huaraz, del Círculo de Periodistas Deportivos del Perú y del Colegio de Periodistas de Huaraz.

En 1943, muy joven aún, se inició en la actividad radial en Radio Diamante, de propiedad de otro personaje tan distinguido como fue don Victoriano Ramírez Sifuentes. Radio Diamante funcionaba en los altos de lo que más tarde sería la zapatería "Bata Rímac".

Posteriormente, en 1958, empieza a trabajar en Radio Huaraz, junto a otro personaje huarasino Renán Carranza Saravia, dejando a su infante alumno de periodismo y locución Carlos Ramírez Cuentas a cargo de Radio Diamante.


Fue uno de los impulsores para la creación de Radio Huascarán, de propiedad del señor Francisco Sotelo y Radio Ancash, del señor Armando Moreno.
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Quiero contarles algo que ustedes posiblemente desconocen: los directivos de Radio Nacional del Perú, cuyo gerente era el señor Cesar Ureta Miller, le propusieron a Rolando para que participe en los diferentes eventos del presidente Juan Velasco Alvarado, pero por amor a Huaraz y a sus alumnos, no aceptó el valioso ofrecimiento. Rolando no se hallaba a gusto en Lima u otro lugar lejos de Huaraz, su tierra natal, donde durante dos años consecutivos fue nominado Padre del Año.
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Quisiera contarles muchas anécdotas, pero sería difícil resumirlas en la presente nota. Dicho esto, no me queda más que reconocer en mi hermano su honradez, su don de gentes y que ojalá, algún día, perennicen por siempre su nombre, pues lo dio todo por Huaraz.
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Finalmente hago un llamado a sus colegas periodistas y a las principales autoridades, para que en su memoria se haga un justo reconocimiento a su brillante trayectoria como periodista, locutor y docente.
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Que Dios te siga teniendo en su gloria querido hermano, siempre estarás en nuestro recuerdo.
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Fuente:
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Carlos Ramírez Cuentas
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Revista HOyC - NOSOTROS OPINAMOS
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http://familiaancashina.blogspot.com/
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CONTINÚE DESCANSANDO EN PAZ AMIGO ROLANDO
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Muchas gracias Carlos, por la Semblanza enviada. La familia chiquiana eleva sus plegarias por el descanso eterno del alma buena de nuestro entrañable amigo Rolando Tarazona Soto.
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Nalo

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lunes, 25 de octubre de 2010

FALLECIMIENTO DE MI QUERIDO PAPÁ ARMANDO ALVARADO MONTORO

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Lima, 25 de octubre del 2010


HOLA SHAY:

Con profundo dolor comunico a mis paisanos, amigos y familiares, el fallecimiento de mi papá Armando. Hoy 25 a las 5 de la mañana alzó vuelo eterno, y ya se encuentra con sus queridos amigos, sus amados padres Felipe y Victoria, su adorada Jeshu y familiares que le abrieron el camino del cielo.

Don Arman, como lo llamaba de cariño, sólo supo dar amor y más amor hasta el último segundo de su existencia, que se extinguió bajo el abrigo de todos sus hijos, nietos, bisnieto, nueras y yernos.

VELORIO:

Velatorio PNP ubicado en la Av. Brasil 2905 - Magdalena del Mar LIMA.



SEPELIO

El Cortejo Fúnebre partirá mañana martes 26 de octubre a las 3 p.m con destino a su última morada, el cementerio Jardines del Buen Retiro (Km. 29.5 de la Panamericana Norte) PUENTE PIDRA. Previamente se oficiará una Misa de Cuerpo Presente en la Capilla del Velatorio.



A nombre de la familia Alvarado Balarezo, nuestra eterna gratitud a todos los seres humanos que en vida lo conocieron y trataron con cariño a su buen amigo CHUQUI. Él, como siempre, durante estos últimos días recordó a todos, sin excepción.

En agosto realizó su viaje de despedida a CHIQUIÁN y a su natal CAJACAY; y cumpliendo su último sueño, el 10 de octubre último fue a despedirse de sus amigos a la fiesta de San Francisco de Asís en Lima.


Al pie una breve nota sobre su vida, escrita con motivo de su cumpleaños:




EL PEQUEÑO ARRIERO

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

'Padre mío, no habrá distancia que nos pueda separar, ni otras prioridades que logren evitar que este día, como ayer, nos volvamos a encontrar…. NAB 15 SET 2005.'.

De niño y de joven poco advertí la ternura de mi papá, pues mi condición de varón me predisponía a negar lo que pudiese constituir flaqueza del espíritu; es decir, sentimientos que atribuía como patrimonio de mi mamá.

Hasta me preguntaba: ¿acaso un paisano de Luis Pardo tiene derecho a ser sentimental?, !Nooo manan imaipis!, ese derecho es de las mujeres, pensaba.

De pronto tuve en mis brazos a mi primera hija, tan frágil que parecía que se me iba a escurrir de las manos. Así experimenté por vez primera ese sentimiento: ¡me había convertido en papá!. Cuando mis hijos crecieron vi en sus ojos las mismas preguntas que me hice de niño, y seguramente las mismas preguntas que mi papá se hizo frente a mi abuelo Felipe, quién partió al lado de Dios muy joven aún.

Hoy, años después, creo sin dudar, que cuando uno tiene hijos recién comprende a su padre. Los consejos, la mano firme y la mirada severa que en algún momento de mi juventud me causaron malestar, empezaron a tener sentido; pero como en aquellos años, dichos modelos no se ajustaban a mi manera acelerada de vivir, recién con el nacimiento de mis hijos los aquilaté y adopté como propios, porque de ese amor puro, oculto tras el gesto serio de mi viejo, surgió el ejemplo en toda su grandeza, mostrándome el otro perfil del sentimiento: el amor que alerta, que modera, que enseña, que quizá silencia las manifestaciones más sutiles, pero que está ahí, como un ángel guardián, dispuesto a todo, por mitigar el sufrimiento del hijo.

Y así vienen nuevos eslabones, los hijos nos convertimos en padres, abuelos y con el tiempo en bisabuelos y tatarabuelos, si Dios nos alarga la vida. Las mismas dudas, el mismo temor de no saber si aquello que estamos ofreciendo a nuestros hijos es lo más adecuado. Sólo sé que les estoy brindando mis mejores sentimientos, aquel que aún tropieza al tratar de llegar a ellos, y que todos conocemos como: AMOR.

Sé que tu amor es igual o quizás mayor al que narro de mi propio existir, porque el ser humano nace con la Bendición Divina para ser un buen padre.

A estas alturas de mi vida pensar en Chiquián, en sus hijos y en los hijos de sus hijos, es retrotraer el tiempo y sonreír recordando a los amigos y amigas de mi generación que avanza de puntillas el sendero de la tarde; pero también para agradecer con veneración a todos y cada uno de los seres humanos que con su ejemplo moldearon mi personalidad y me guiaron por el empedrado camino de la vida.
*

Mi papá Armando nació el 15 de setiembre de 1923 en un dulce hogar forjado con harina de Huaraz y levadura de Huacho, en el apacible pueblo de CAJACAY, un acogedor rincón andino a 2,600 metros sobre el nivel del mar, al que los lugareños han bautizado con orgullo: “Atenas de Ancash” por la geografía en que reposa su estructura urbana y la reconocida inteligencia de sus hijos predilectos, quienes año tras año corren presurosos al llamado del Santo Patrón San Agustín y a orar al milagroso Señor de Chaucayán.


A los ocho días de nacido fue bautizado en la Capilla de Cajacay, siendo su padrino don Antonio Sotelo. La ceremonia se llevó a cabo de manera anticipada, como una forma de adelantarse al Mandato Supremo del sueño eterno, ya que nació delicado de salud y con peso pluma. Unos días después se trasladó a Chiquián con mi abuelo Felipe Alvarado Garro, mi abuelita Victoria Montoro Ramírez y mi tío Rómulo Alvarado Montoro de dos añitos de edad en aquel entonces.
*
Ya en Chiquián les fue difícil integrarse al pueblo, que venía atravesando una crisis de convivencia pacífica. El germen de la política barata, la prepotencia y del abuso azotaba a los núcleos familiares que para subsistir se agrupaban en argollas y componendas que culminaban en traicioneras escaramuzas con contusos y heridos. Es así qué, ante la imposibilidad de pertenecer a un bando político sin generar malos entendidos con los otros, este pacífico grupo conformado por papá, mamá y los dos pequeños, optó por retornar a Cajacay, donde durante diez años se dedicaron a las labores de zapatería y panadería.

Barrio Cinco Esquinas (actual)

En sus pocos ratos libres de niños trabajadores y estudiantes de primaria, Rómulo y Armando hilvanaban sus sueños en las veredas de lajas y las calles polvorientas de su modesto barrio de Cinco Esquinas de Cajacay, ya sea jugando calachaquis al fútbol con pucash de chancho o a los vaqueros con caballos de madera y riendas de elástico, "matagente" con pelota de trapo, trompo de eucalipto, bolero de huarango, canga de aliso, chuncando con pushpus bayos y pintos o fabricando carritos de madera y hojalata o cazando pajaritos y shulacos con hondilla en las chacras del lugar.

Con el paso de los años Cajacay resultó un mercado pequeño para los sueños de la familia, por lo que retornaron a Chiquián, iniciando una modesta, pero pujante empresa panificadora donde los hermanitos Rómulo y Armando inauguraron el primer negocio ambulatorio de la zona, ofreciendo de puerta en puerta sus semitas, jaratantas y bizcochos, que en poco tiempo fueron los preferidos de los amigos chiquianos, huastinos, aquinos, carcacinos, llaminos, corpanquinos y roqueños. Pero esos sueños de pequeños vendedores de ilusiones, a veces era despertado por el chasquido de algún fuete que algún notable del pueblo de Chiquián hacía resonar sobre sus cabezas, haciendo caer al piso sus canastas con panes. Gracias a Dios, estos abusos no los amilanaron y siguieron labrando su futuro con la frente en alto.

De 1933 a 1937, con dos hondillas en el cuello y los bolsillos repletos de esperanza, el todavía pequeño Armando, a quien ya sus amiguitos habían bautizado con el sobrenombre de Chuqui, por su habitual uso del sombrero de paño blanco huarino, ayudó a su papá Felipe en el transporte de productos alimenticios de Barranca a Chiquián a lomo de burro y de mula. Estos viajes duraban entre cuatro y cinco días de ida y nueve días los de retorno. Dichas expediciones lo hacían con 25 animales de carga y cuatro arrieros como mínimo, entre los que destacaban los chiquianos Marcos Ñato y Mauro Ramírez, algunas veces por las rutas de Ocros y otras tantas por las de Cajacay, ruta del bandolero romántico.


Cada viaje era una odisea interminable; un día en el solitario Chonta, otro en Raquia, otro en Chasquitambo, luego en Huaricanga y por fin Tunán, última pascana del periplo, donde aguardaban pequeños camiones para trasladarlos a Barranca.

Los días de lluvia el lodo les llegaba hasta las rodillas, patinaban sus pies y los llanques impregnados de barro pesaban kilos; muchos ponchos de agua raídos y rotos por las espinas y las filudas piedras, amén de las luxaciones de tobillos donde el joven “Muchqui Valerio” hizo sus primeras prácticas con emplastos de pollo tierno, llantén, achupalla y ron alcanforado.


Iniciaban su viaje contemplando los potreros chiquianos y las chacras de dorados trigales simulando ponchos que el viento cardaba a su paso. A estas alturas el clima aun es templado. Luego viene la inmensa Pampa de Lampas Alto, ya hace frío, el ichu silba huaynos tristes y el viento baila con los pajonales; después cerros con abundante vegetación perfumada de flores silvestres escoltan el paso de los arrieros, mientras los riachuelos Macocha, Vado, Cajacay y Marca se van ensanchando sirviéndoles de guía en la dura travesía.


Durante la caminata Armando iba cazando tortolitas, torcazas, tupuc chiquitos, chacuas y vizcachas que cocinaban en improvisados fogones y consumían con sabor a gloria durante el lento y difícil viaje, que más de las veces era interrumpido por algunos malos imitadores de bandoleros, amigos de lo ajeno, quienes con la cómplice sorpresa de un zarpazo les arrebataban sus pertenencias, cubriéndose el rostro con pañuelos empapados de cobarde sudor frío.


Siguiendo la ruta del camino de herradura van apareciendo bosques de enormes moles pétreas aceradas donde el viento cambia de dirección de un momento a otro. Para cortar camino, bajan a través de angostas cornisas que el tiempo ha tallado en granito; luego vienen cerros escarpados en cuyas bajadas peligrosas los burros pierden el control golpeándose contra las paredes de los desfiladeros. Muchos cuadrúpedos quedan muertos a la intemperie con las patas mirando el firmamento, aptos para el festín de los zorros y las aves de rapiña.


Horas más abajo aparece el sinuoso río Fortaleza. Allí se observan abundantes columnas de cactus con brazos enanos y espinas que apuntan al cielo azul como dedos gigantes arañando el aire quieto de la quebrada.

En el lugar el clima es cálido y abrigador, la modorra hace presa del sufrido caminante y el sueño parece que se va y retorna en un vaivén incesante que enerva la resistencia física.

También está presente el miedo a la culebra coralillo y a los mosquitos, y pronto la cabeza afiebrada martilla: ¡paludismo!, entonces la mente apura, aunque los ojos se cierren... Y así van pasando Colquioc, entre arbustos, sauces, algarrobos, pacaes, papayas, paltos, yucas y cañaverales...

Después, y sólo después de tanto caminar venía la añorada planicie costeña. A la distancia la chimenea de Paramonga les daba la bienvenida arrojando humo negro al cielo gris. De ahí para adelante, si no encontraban un camión, atravesaban caminando Cerro Blanco y luego a torear los carros en la carretera Panamericana Norte y buscar un lugar donde asearse para arribar a Barranca con aroma a jaratanta; hospitalaria ciudad limeña que hoy está poblada por provincianos de los departamentos norteños. En Barranca, “Capital de la Solidaridad”, permanecían un par de días repartiendo encargos a los paisanos residentes, y adquiriendo productos para el retorno lento y pesado a Chiquián, que los vería llegar después de 17 días de penitencia.

Hoy, cada vez que contemplo desde el balcón de mis recuerdos los abruptos desfiladeros por donde mi abuelo, mi padre y sus amigos arrieros surcaron a pie para llevar un pedacito de la costa a Chiquián, en aquel entonces: 'puerto' de los pueblos aledaños, ahora, 'lugar de paso', elevo una oración por los viejos caminos perdidos en el tiempo, pero que se levantan como señales perpetuas de fatiga y lágrimas, conservando por siempre las energías de tantos viajeros que palmo a palmo cubrieron largas distancias con sus pesadas cargas a cuestas, dialogando a su paso con humildad y sencillez con la Madre Naturaleza que les daba todo el abrigo de sus entrañas...

En sus vacaciones escolares Armando fue testigo de cómo pieza a pieza armaron el primer vehículo automotor en Chiquián, un camión que llegó por partes a lomo de mula. Esta hazaña sin precedentes en la zona fue realizada por la Municipalidad Provincial de Bolognesi con el apoyo mecánico de don Benjamín Robles Valverde, quien desde hacía unos años venía trabajando como chofer profesional en Cerro de Pasco y las haciendas “Rontoy” y “Alpas” del norte chico. La caseta fue fabricada con clavo, madera de eucalipto y pintura al duco. Fue también don Benjamín Robles, quien con dedicación y cariño enseñó a manejar sin cobrarles ni un puñado de cancha a muchos chiquianos, entre ellos a Armando, con clases de reparación y mantenimiento de yapa. Con el tiempo llegaron los camiones de la familias Roque, Moncada, Alvarado, Aranda, entre otros comerciantes chiquianos, estrechándose de esta manera el tiempo y la distancia entre Chiquián y sus hijos residentes en Huaraz, Barranca, Huacho y Lima, con servicio adicional de pasajeros y encomiendas a domicilio, ya que en ese entonces no circulaban por la ruta omnibuses, camionetas ni automóviles.

En enero de 1939, Armando viajó a Huaraz, tierra de sus abuelos maternos, donde estudió del primero al tercero de secundaria en el Colegio Nacional 'La Libertad'. A fines del 40 el aluvión que cubrió de piedra, lodo y árboles caídos dicha ciudad, lo arrastró hasta Lima siendo matriculado en el Colegio Nacional 'Nuestra Señora de Guadalupe', en cuyas aulas estudió el cuarto y quinto de secundaria, junto a sus compañeros con quienes atravesó momentos de angustia en aquella fatídica noche donde la furia de la naturaleza serrana enlutó a miles de hogares huarasinos.
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Al culminar sus estudios y en momentos que se encontraba inscribiendo para postular a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, su amigo chiquiano José Bolarte Pardavé, le comunicó la noticia de que su papá Felipe se encontraba mal de salud en Chiquián y solicitaba su presencia; quedando truncos sus sueños de convertirse en abogado. En esas penosas circunstancias su hermano Rómulo quien había ocupado un lugar privilegiado en su aula del Guadalupe, postulaba a la Escuela Militar de Chorrillos, donde luego de estar a la vanguardia en los exámenes, como por arte de magia ocupó el puesto 51 de 50 que lograron su ingreso.
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Como no todo es felicidad en la vida, su papá Felipe, quien pocos años atrás había sido Inca en la Fiesta de Santa Rosa, falleció el 5 de agosto de 1945 y Armando tuvo que radicar en Chiquián para ayudar a su mamá Victoria en la empresa panificadora y el transporte de camiones; mientras Rómulo, apenado por la muerte de su papá y por su frustrado deseo de convertirse en militar, se internó en el valle del Fortaleza donde arrendó el fundo Hornillos dedicándose a la producción de cereales y a la caza de camarones; años después abrazaría la profesión de ingeniero agrónomo.


Mamamita Victoria, abuela heroica, nos diste como legado un padre sencillo y ejemplar; nuestro mejor alimento fue el pan bendito que nos obsequiabas cada mañana. Dedicaste toda tu vida al trabajo honrado, olvidándote de la alegría de las fiestas. El cine y otras diversiones no existieron para ti; nunca te vimos llevar joyas ni maquillaje. Ni un día de reposo en la noble tarea de amasijo, ni siquiera el que te obligaba tu religión evangélica, siempre laborando infatigable, bello signo de tu paso por Chiquián que anidó tus grandes sueños de paloma. Recuerdo tu horno impecable, con palas de madera y tus estantes repletos de latas lustrosas donde dormían las semitas y los ricos bizcochuelos. También recuerdo a tus risueños panaderos Honocho, Policarpo y Rococho, a quienes poco a poco vi envejecer con sus rostros tallados por el tiempo y el sudor del trabajo honesto. La práctica piadosa fue el bálsamo para tu alma y cuerpo; fue un sublime ejemplo de entrega que nos enseñaste desde niños: ¡dar, siempre dar, fue tu consigna siguiendo el ejemplo de Jesús¡; hoy tus oraciones y tus cánticos con trompetas que resuenan en el cielo nos arrullan como poemas celestiales. Por todo ello, nunca podré agradecerte por el gran padre que nos diste y porque en tu casa estudié mis cinco años de educación secundaria.
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Así continuó Armando su vida en los cuarentas: fiestero, chupacaña, futbolista y camionero, entre Chiquián, Huaraz, Barranca, Huacho y Lima, siempre procurando el bienestar, no solamente de sus numerosos hermanos, sino también de los chiquianos y los amigos de los pueblos vecinos, con quienes siempre fue solidario y leal compañero a cambio de una linda amistad y cariño sincero que mantuvo, mantiene y mantendrá. Una vez le pregunté si sus compañeros de viaje pagaban pasaje. Él, risueño como siempre, me dijo: 'el servicio de pasajeros de panagra (baranda) no, pero el transporte de carga sí, sino me iba a la quiebra'. ¡Y qué hay de los pasajeros de caseta!, le retruqué. 'También gratis, porque ahí sólo viajaban mujeres y chiuchis', me dijo contemplando el horizonte con sus ojos brillantes...
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En 1948 contrajo matrimonio con Teresa Jesús Balarezo Calderón, con quien tuvo siete hijos: Mirtha Victoria, Arnaldo Armando (fallecido), Armando Arnaldo, Felipe Segundo, Catalina Teresa, Elizabeth Victoria (fallecida) y Edith Victoria. Desde los cincuentas a los setentas se dedicó en cuerpo y alma a supervisar los negocios de su mamá Victoria, a administrar una tienda comercial y al transporte de ganado, productos de pan llevar y minerales hacia Lima, y de retorno a Chiquián, productos manufacturados de la costa para abastecer las tiendas de la localidad y las poblaciones cercanas; todo ello, atravesando la difícil geografía ancashina, que para ese entonces sólo contaba con una vía de penetración afirmada y encalaminada, donde las ruedas traseras del camión, de vista a los precipicios, salían sobrando.


También se dedicó a compartir con sus compañeros del Tarapacá la responsabilidad de organizar la fiesta de Santa Rosa en la década de 1950, participando como Capitán, Abanderado y Acompañante, con un chinguirito en una mano, con una cerveza en la otra y una palla en cada brazo durante las pinquichidas y las huaylisheadas que se desarrollaban de Umpay a Quihuillán y de Jircán a Shulu; aunque no faltaban las serenatas con arpa y violín, techas de casas con huarastucoj, pinkullo y roncadora, así como los felices encuentros nocturnos en el “Video Pub” de Penco donde Bellota, Jacinto Palacios y Cañita cantaban tangos gauchos, boleros cantineros y huaynos llorones con guitarra y cucharas.

Asimismo fue Gobernador, Sub Prefecto, Comunero y uno de los más entusiastas fundadores del ecológico Tarapacá de sus amores, equipo de fútbol donde militó por muchos años con su zurda prodigiosa, ganando trofeos a lo largo y ancho de Ancash y los pueblos colindantes de Huánuco, junto a sus compadres de la verde, el chinguirito y la cerveza al polo; solo que de las copas ganadas nadie sabe dónde están, seguramente algunas sirvieron de tiestos, otras de ollas y tal vez una que otra de bacinica o tal vez un buen samaritano las donó a algún equipo anémico de triunfos, todo es posible en la “Incontrastable Villa”. En una oportunidad le pregunté si su equipo ganaba todos los partidos. 'Es una ofensa que preguntes eso hijo, pregúntame por cuánto era la goleada... ', me dijo y lanzó una carcajada a la brisa del recuerdo.


Como experimentado lazador de toros para transportarlos a la costa, ingresó muchas veces a los ruedos de los pueblos de la provincia, saliendo victorioso, hasta que una tibia tarde taurina de Santa Rosa (3 SET 63) fue gravemente herido en el cuadrilátero de las mil palincas de Chiquián, y elevado al cielo eternos segundos por los chuecos pitones de una vaca machorra de Jahuacocha que lo encontró en su loca carrera mirando distraído a una palla de Obraje. Lo curioso de aquella tarde de vacas locas, no de arena, ni de cal, sino de tierra que raspaba como lija, estuvo más sobrio que nunca, pues desde el primero de enero de 1960 para adelante nunca más se metió un trago a excepción de un caramelo de licor y otro de menta para endulzar los sentidos. Desde aquel entonces colgó el poncho y la bufanda en la plaza de toros de Jircán. Hoy torea a los bravos en el plato, bien condimentado, encebollado, con abundantes papas fritas y dos huevos montados sin sus yemas, para evitar el colesterol elevado.

En agosto del 64, después de una semana de cólicos estomacales fue internado de emergencia en la clínica Good Hope. Allí los médicos lo desahuciaron debido a una severa septicemia producto de una apendicitis que lo consumió segundo a segundo hasta llegar a pesar 39 kilos pijama y todo; pero para asombro de los galenos, cuando ya elucubraban con una inminente necropsia, se levantó como el Ave Fénix y a los dos días reapareció en Chiquián manejando su carro azul. Sus amigos al verlo no lo reconocieron, porque parecía una calavera parlante al volante. Un año después, en ese mismo vehículo, fue hallado inconsciente lejos de la carretera en Pampas Chico cerca de Conococha (4,100 m.s.n.m), sentado con la cabeza pegada al timón, al lado de su amigo Turco. El lento envenenamiento subiendo Raquia, Vinuc, la curva de Huambo, Incahuaganga y Chojlla, fue ocasionado por la rotura de la matriz del tubo de escape del motor, de donde salió monóxido de carbono e ingresó a la caseta dejándolos morados con aroma a panteón... al cabo de unas horas de cuidados intensivos, asistidos por las manos generosas de Víctor Tadeo Palacios, reaccionaron ambos y continuaron el viaje vivitos y coleando. Lo anecdótico fue que no se acordaron de nada y esa misma noche retornó a Lima con cien sacos de mineral del profesor Manuel Roque Dextre y veinte chipas con quesos de Tallenga de la familia Ramos Ibarra.
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A mediados de los setentas se trasladó a la ciudad de los reyes, donde impulsó la formación de empresas de transportes de pasajeros en Lima, Callao y Ancón, con su hermano Santiago y su primo Pancho Alva, actividad que cumplió hasta 1995 en que fue atraído por el aroma a tierra mojada por la lluvia y a musgo verde de la cascada de Putu, retornó a Chiquián para cumplir uno de sus más bellos sueños, reconstruir con ayuda de su esposa Jesús y su hijo Felipe, la casa materna que mamamita Victoria construyó con mucho sudor y prestó de todo corazón por más de 30 años y que fue casi devastada por los tinyacos del Coronel Bolognesi y los shulacos del Instituto Agropecuario, así como por los detenidos del Puesto de la Guardia Civil y los internos de la Cárcel de Chiquián, que habitaron la casona.


Desde el viaje eterno de su esposa Jesús el 20 de febrero del 2002, radica entre Lima y Chiquián. En Lima como consejero espiritual de sus hijos, nietos y bisnietos, también como lector de la sección modas y pasarela de los diarios matutinos, y en las noches como comentarista familiar de reportajes televisivos de la política chicha y la farándula chola. En Chiquián administra media docena de chacras con muros de piedras y hualancas y un próspero hospedaje popular estrellado, que más que ganancias le da satisfacciones por los servicios prestados a los sufridos viajeros que hacen escala en 'Espejito del Cielo'.

'Don Arman', como te llamamos de cariño, en este bello día cumples 83 setiembres primaverales, eres el segundo hijo del matrimonio chiquiano Alvarado Montoro, de cuyo sólido tronco también nacieron los finaditos Rómulo, Ela, Telmo el crespo, Hilda, Medardo, Telmo el lacio, Adolfo y Betty. Hoy nos acompañas en este amado mundo con tus queridos hermanos: Chela, Abel, Edivia, Chanti e Imicha. Un fuerte abrazo papá, te queremos mucho.

A NOMBRE DE TUS AMIGOS, HIJOS, NIETOS Y BISNIETOS. MUCHAS GRACIAS POR TU EJEMPLO Y TU CALOR COTIDIDANO, CUAJADO DE DATOS SOBRE TU LARGO ANDAR BOLOGNESINO CON LOS QUE ALIMENTO MI AUTODIDACTA PLUMA. QUE DIOS TE COLME DE BENDICIONES'.

Nalo 15 SET 2005

Cajacay

GRACIAS AMIGOS

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