martes, 13 de julio de 2010

JULIO - FIESTA DEL APÓSTOL EN SANTIAGO DE CHUCO - PLAN LECTOR: TRAMONTANDO LA CORDILLERA HACIA CHUCO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA,

INLEC DEL PERÚ, Y CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA


15 DE JULIO
AL 2 DE AGOSTO


ES FIESTA
DEL APÓSTOL EN SANTIAGO DE CHUCO

PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA

TRAMONTANDO LA CORDILLERA HACIA CHUCO



Por Danilo Sánchez Lihón


1. Cariño hondo, inmenso

– ¿Vas a ir a la fiesta de nuestro Patrón?

– Quiero ir, pero no creo que pueda.

– Y, ¿por qué no?

– Por el corazón. Pero de todos modos voy a consultar al médico. Y, ¿tú?

– Yo sí iré. Hace tiempo que no vuelvo. Y ya extraño a mi pueblo. Si muero en el camino o al llegar está bien, ¿qué mejor? Por lo menos ¡habré regresado!

Sin embargo, para estas fiestas hay muchos que regresan desde lejos, atraídos por no se sabe qué.

Será por un aroma, una tonada, un repique. Por un clarín en el alba.

Pero yo regresaré por otra razón que quiero confesarlo aquí, estoy imantado con mi pueblo.

Me hala de los zapatos, me apega contra sí. Imán son mis venas, mis huesos, mi alma atribulada.

Cariño hondo, inmenso, hiriente como una cruz. Imán el de mi alma y el de mi cuerpo.


2. Como si rezara

Y retornamos por encontrarnos con nuestra pared y nuestra piedra tutelar, con la luz de nuestro cielo. No importa que nuestra casa esté en ruinas, no importa que no podamos entrar porque las puertas se han torcido y los adobes han tejido una valla de incuria en lo que antes eran ventanas.

¡Pero volver, ese es el gran sentido! ¡Pareciera redentor, este verbo! ¡Volver, cualquiera sea nuestra suerte!

Ahora es fiesta del Patrón en Santiago de Chuco. Y volvemos camino al hato y a la querencia.

Un paisano mío, Galindo Benites, un hombre querendoso y ya muerto, retornaba cada año como en peregrinación, pero lo hacía a pie, desde el desvío a Otuzco, donde se apeaba del camión que ahí él quería que lo deje.

Y hacía esa travesía a pie, transido, con honda emoción y fervor, como si rezara. Y, como él, muchos, yo los he visto, van debajo de la capa del Apóstol, llorando.

Pero yo relataré aquí, y para ti indulgente lector, no el itinerario por los caminos abruptos sino por la carretera, como en tu caso es bueno y así puedes llegar a un pueblo legendario, como es el mío.


3. Hacia el origen de lo que somos

El viaje a Santiago de Chuco dura 6 horas y se recorre una distancia de 183 kilómetros. Se parte desde Trujillo en las agencias de transporte: Ágreda, Horna, Señor de los Milagros, Royal Travels y otras, cuyos ómnibus salen a las 8 de la mañana, al mediodía y a las 7 de la noche. Para el caso de la fiesta se implementan otras salidas e itinerarios.

Si el viaje es de día es de una belleza hechizante, porque se recorren los principales niveles de altitud como son las regiones naturales de costa o chala, yunga, quechua, suni, puna y janca, que nosotros la decimos jalca.

Tan pronto salimos de Trujillo mirar por la ventana es una lección de geografía. Ya el ómnibus en marcha, a las afueras de Trujillo lo primero que veremos son los interminables cultivos de caña de azúcar de la hacienda de Laredo a ambos costados de la pista.

Pronto el vehículo empieza a subir el macizo andino donde predominan los valles profundos y las cadenas de cerros empinados. Nos impresiona la cordillera ciclópea, agreste e idílica. Nos extasiamos con las hermosas casas de campo dentro de enramadas y tupido boscaje que se alinean a la vera del camino, con lugares para la recreación y el esparcimiento.

Hasta arribar a Shirán donde se realiza el control policial y los pasajeros aprovechan para bajar y respirar el aire fragante de los huertos y las flores silvestres. El cielo ya es completamente azul.


4. Humitas dulces y saladas

Recién allí somos conscientes que hemos sido capaces de dejar la rutina y estamos en la aventura de un viaje a la sierra del Perú que en verdad constituye un retorno al origen de lo que auténticamente somos.

En Shirán se puede desayunar probando caldo de gallina, aguadito de pollo, seco de cordero o bien probar café con bizcocho relleno de queso serrano. A la vera de la carretera hay abundantes puestos de fruta, con variedad de gaseosas, galletas, turrones.

Allí se venden empanadas, choclos calientes, huevos cocinados, humitas dulces y saladas.

Ya subidos a los ómnibus los rostros expresan felicidad. Se intercambian mandarinas y duraznos, naranjas y pepinos.

Alguien hace una apreciación sobre el viaje, se calcula la hora en que llegaremos, se dice alguna broma riendo todos de buena gana, celebrando la gracia hasta con grandes carcajadas.


5. Bogan en silencio las nubes blancas

El chofer nos contenta poniendo música criolla o andina. Nadie se pierde de mirar hacia afuera de las ventanas el paisaje, rico en sembríos de piñas, plátanos y papayas. A cada curva el río va quedando abajo en la hondonada.

Ya estamos en Casmiche, el sol es espléndido, el aire fresco. Las casas lucen en sus balcones geranios rojos. Desde las puertas asoman mujeres y niños. Las huertas son floridas, las chacras, delimitadas por muros y mochetas de piedra que trepan por las laderas.

El confín de los cerros se divisa hacia arriba. Abajo entre blancas piedras se desliza el cauce del río, ora terroso, ora azulino, ora rojizo por los relaves de las minas.

Cada vez los declives del terreno se han vuelto más pronunciados, pero la carretera es ancha, asfaltada y con señalización precisa. En la parte baja del panorama abundan los bosques. Y arbustos en lo alto de los cerros. Se hace más luminoso el día. Hacia el fondo y en lo alto bogan en silencio las nubes blancas.


6. Puertas con nombres desvaídos

Hemos llegado al desvío de Otuzco. Suben mujeres y niños ofreciendo caramelos, gaseosas y bolsas de panes serranos. El ómnibus parte. Desciende hasta un puente y luego, otra vez, empieza a subir. La naturaleza nuevamente cambia. Esta vez se ha vuelto florida, cubierta de sembríos, de casas con techos de teja a dos aguas, sombreadas de árboles.

Llegamos a Agallpampa con su bella y colorida plaza donde se alza su iglesia. Hay feria, con grupos de gente que compran y venden, con restaurantes abiertos y ómnibus cargados que parten hacia Julcán y pueblos anexos.

Avanzamos por una suave gradiente rodeados de eucaliptos y campos de maíz y de trigo. Ya estamos en Yamobamba, de casas esparcidas, iglesia alta de adobes descubiertos, balcones sobre puertas con nombres desvaídos de algún almacén o restaurante que fue en algún otro tiempo.

Llegamos a otro puente y pronto al restaurante “El viajero” donde el ómnibus se detiene con la voz del chofer que dice: “Aquí almorzamos, señores”.

Dentro, el ambiente es cálido, fraternal y vocinglero. Unos reclaman caldo de gallina o cordero, truchas fritas, estofados de arroz con pato, cuyes guisados con papas, lomos saltados.


7. Tramontando la cordillera

Afuera varios grupos se toman fotos, se desperezan, fuman un cigarro. Todos preguntan cuánto falta para llegar: “Estamos a mitad de camino”.

Luego de que el chofer revisa llantas y echa agua al radiador nuevamente arranca.

Pregunta si todos estamos completos. Y reinicia la subida. Recién aquí pasamos por Mótil enclavado en una curva.

Con el portón de su antigua Casa Hacienda como emblema, a cuyo alrededor se apiñan las casas de ventanas ojerosas dentro de un bosque tupido de árboles enormes y vegetación profusa.

En la banda de enfrente, hacia lo alto de la cordillera, las personas señalan que por allí queda la capital de la provincia de Julcán, conformada en base a territorios que fueron de Santiago de Chuco.

Se llega a un conjunto de casas denominado El Paraíso. De este punto se sube Cerrosango, desde donde se divisa la imponencia de la cordillera andina. A partir de entonces el clima se hace frío. Estamos entrando, o saliendo porque queda ya fuera del planeta tierra, a la zona de jalca.


8. Brama la brisa en las piedras

Aquí está Shorey, donde llueve. A través de la ventana empañada se divisan filas de campamentos de mineros que trepan escalonadamente por la pendiente. Al borde de la carretera está el Puesto Policial. El ómnibus se detiene. Al frente hay una bodega. Bajamos acurrucados.

Allí se venden gaseosas, basitas, pasteles, bizcochos y mates de coca. En la vieja radiola se escuchan huaynos. La altura sobre el nivel del mar aquí es de 3,800 metros. En este punto la carretera se bifurca en dos ramales, uno que va para Huamachuco y el otro para Santiago de Chuco y sus distritos.

Tomando esta segunda ruta se sube el tramo llamado Huacamarcanga, hasta una altura de 4, 600 metros. Es la parte más alta que se cruza. El aire es transparente.

Aquí hay una roca que se mira hacia la distancia en forma de Pata de Gallo, curiosidad que ha dado nombre a este lugar. Cerca hay otro promontorio que semeja una manada de Toritos donde corre mucho viento y por la noche brama la brisa en las piedras como si fueran indefensos becerros.


9. En la cima misma del techo del mundo

Pasando los Toritos se nota los restos de una casita donde antes se tomaban caldos, se servían copas de aguardiente y que todos la identificaban como la “Casa del Campero".

De ese punto a la derecha parte una carretera hacia Calamarca y Sangual.

Es impresionante ver desde este punto la majestuosidad de la Cordillera Blanca con sus montañas sagradas cubiertas de nieves eternas, destacando entre todos los picachos el Huascarán y el Huandoy.

Empiezan a ser más frecuentes las casas de pastores, hechas de pircas de piedra, y dentro los rediles de ganado.

Desde la vera de la carretera nos saludan niños y niñas rozagantes con sus polleras de encendidos colores que destacan en el fondo del ichu verde-amarillo.

El humo azul, que se filtra a través de los techos de paja o bien de las tejas húmedas, enternece el mediodía y abriga en la cima misma del techo del mundo.


10. El humo azul de las cocinas

Pronto pasamos por las lagunas de Coipín, profusa de fauna silvestre, águilas, garzas y patillos. Ya empiezan a verse casas con techos airosos por donde se eleva hacia el cielo otra vez el humo azul de las cocinas.

Desde aquí se divisan las peñas de Sauca en cuyas cuevas y rendijas que dejan los peñones moraban los famosos facundos y Pishtacos que asaltaban a los caminantes.

Esas son historias que datan de antiguo. Por eso había que ir en caravanas para poder pasar por esos sitios, armados de carabinas, porque cuando los bandidos veían a muchas personas armadas ya no atacaban.

En aquellos lejanos tiempos los caminantes no se aventuraban a venir solos aquí porque los robaban.

Y no sólo eso sino que les sacaban los ojos y hasta el sebo para venderlo en el Puerto de Salaverry, narran las abuelas cuando se trata de contar cuentos y leyendas de otras épocas.

El viaje ha sido intenso.

Acurrucados y en silencio hemos subido, atravesado y descendido luego la jalca, gélida y desolada.


11. Allá hacia el fondo se divisa Santiago de Chuco

Ya estamos bajando. A uno y otro lado de la carretera divisamos casas de pirca, con techo de paja y apriscos de piedra. Y a la puerta niños y niñas con atuendos de colores fuertes sobre la tierra negra.

Ya estamos en Huayatán, rico en quesos, desde donde se divisa allá, hacia el fondo, el pueblo de Santiago de Chuco de intensos tejados rojos.

A él ingresamos por sus calles de muros macizos, aleros altos y salientes, de portones señoriales.

Pueblo grande y de abolengo.

Hoy es día de fiesta. Es 23 de julio, Día de la Bajada del Apóstol de su trono para ser colocado en su altar, más cerca de los feligreses.

Es esta una plaza primorosa donde destaca la Iglesia Matriz, el Palacio Municipal y la Torre del Pueblo, como enseña de su destino legendario; cuna de poetas, héroes sociales y educadores insignes.

El pueblo de Santiago de Chuco recibe a la peregrinación anual de sus hijos que regresan.

Las personas, felices y contentas, visten de fiesta.


12. Bajo la sombra de sus aleros y techumbres

Hay bandas de músicos que tocan marineras, mojigangas en las calles.

Y suben a lo alto, atronando con su ruido y dejando una estela de humo y de ilusión en el cielo y en los corazones, los cohetes y las bombardas.

Aquí, ha caminado sus calles, ha doblado sus esquinas y posado sus ojos en estas paredes, y desde niño, nada menos que el poeta César Vallejo.

Como también se ha guarecido bajo la sombra de estos aleros y techumbres.

Aquí recostó su mirada, su frente y sus sueños el poeta más abisal del mundo.

Quien, ya sea en el plano de lo tangible, como también proyectándose desde el recuerdo y la añoranza, ya sea estando en París, Madrid, Berna o Moscú, nunca pudo olvidar su pueblo al que evocó siempre.

La identificación que él tuvo con su lar nativo no era sólo estando despierto o en vigilia sino incluso dormido.


13. Claves de lo que somos y no somos

Aquí está y este es Santiago de Chuco, la flor del ande, que como el alhelí de sus huertos y jardines, el centro de su corola es su plaza.

Desde aquí, su plaza, y hacia los costados de su recóndita y elevada geografía, siguiendo el trazo tembloroso de sus calles, extiende el tul y el dorado de sus pétalos fulgurantes que son sus cuatro barrios:

El San Cristóbal, el Santa Mónica, el San José y el Santa Rosa, cuyos bordes terminan en los "cantos" o contornos del pueblo, que aureolan, con una corona de rosas y laurel, sus consagradas sienes.

En aquel espacio habita la gente más honda y transida; confrontada ella misma siempre con los grandes enigmas.

Y, posiblemente, seres con la verdad más intensa acerca de lo lejos y lo próximo, con claves de lo que somos y no somos; así como sintiendo más nítidamente la luminosidad y la grandeza del mundo y de la vida.

En ese espacio mágico se posa, más enigmático que nunca, el sol radiante, la lluvia que germina como también la luna arrebolada.


Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

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Plaza Mayor de Santiago de Chuco - Foto: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

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