domingo, 10 de enero de 2010

EVALUACIÓN Y PLANIFICACIÓN AL INICIO DEL AÑO - POR AGUSTÍN ZÚÑIGA GAMARRA (ACUCHO)

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EVALUACIÓN Y PLANIFICACIÓN AL INICIO DEL AÑO

Por Agustín Zúñiga Gamarra (Acucho)

Evaluación y planificación son las dos palabras que deberían estar presentes al cierre e inicio de un año. ¿Qué hicimos bien y debería mejorarse o continuar?, ¿Qué hicimos mal y debería modificarse? ¿Qué de nuevo deberíamos hacer? y ¿Qué no deberíamos continuar haciendo?. Evaluar y planificar son los estandartes.

Pero las respuestas a estas preguntas les corresponde en primer lugar a los jefes, conductores, o máximos responsables de las organizaciones, sea en el hogar, club de futbol, sindicato, concejo municipal, gobierno regional, ministerio o país. Pues en ellos radica la responsabilidad de conducir, guiar, a su colectivo que lo representa. Cierto es que en la mayoría de los casos, ellos son designados, por lo que terminan de jefes, no aspiran a llegar a ser líderes. Ordenan, gritan, exigen, castigan. Casi nunca, convocan, explican y convencen.

La mayoría de los responsables de las instituciones del estado en nuestro país son jefes no líderes. Por eso se notan altos niveles de corrupción, autoritarismo, discrecionalidad, limitada transparencia y desconocimiento al merito. Pretenden la inmutabilidad de la actual situación, no aspiran a mejoras creativas, cuidan más sus beneficios personales, el lucro es su emblema. Dado que no tienen calidades de líderes carecen de valores, identidad, sentido de pertenencia a su colectivo, su autoestima es baja y hasta no disponen del conocimiento necesario.

En contraposición el líder frente a situaciones de crisis o tránsitos difíciles, avizora el futuro y propone el mejor camino, promueve la participación, acepta ideas distintas, porque sabe comprender, tolerar, pero tiene el suficiente carácter y responsabilidad para tomar decisiones. Su mayor bien es el ejemplo.

Por ello al fin de año e inicio del siguiente, los responsables de las organizaciones (hogar, institución, municipalidad, gobierno regional y gobierno nacional) deberían presentar a sus colectivos el balance de su gestión, señalar lo malo, lo bueno y especialmente sus propuestas. Pero estas exposiciones solo tendrán valides si son presentadas con indicadores, numéricos, que reflejen con claridad sus logros y la brecha, entre el presente y el futuro propuesto. Pero para que deje de ser demagogia una exposición de este estilo, debería acompañarse de la estrategia que debería seguirse y del presupuesto requerido.

No se puede iniciar el año, sin hacer conocer al colectivo y comprometerlo voluntariamente a seguir el camino propuesto. Nos tenemos que acostumbrar a evaluar anualmente la gestión de los “jefes”: conocer prístinamente ¿cuánto hizo de lo que propuso?, ¿lo hizo bien mal o aceptable?, ¿qué pretende hacer para el próximo año? ¿Cuánto costaría? y ¿con qué gente pretende hacerlo?.

Deberíamos acostumbrarnos a mirar, a nuestra organización, como si fuera nuestra empresa. Porque si así fuera no le renovaríamos el contrato al gerente, que no hizo bien las cosas, que no alcanzó las metas que se propuso durante el año transcurrido o incluso nos hizo perder. Si fuera así, contrataríamos a otro que nos merezca más confianza, le exigiríamos en primer lugar honestidad (incluido a su equipo) y en segundo lugar capacidad (conocimientos).

Los que trabajamos en las instituciones públicas creemos que no somos dueños de nada, que nuestra organización puede ser conducida como sea y por quién fuera, con tal que nos paguen.

Eso no debiera ser así, porque sí somos dueños de ella, pues pertenecen a todos los peruanos. Y ellos (el Peru) mediante sus impuestos nos pagan los sueldos. Así que también nosotros deberíamos ser evaluados anualmente, y recontratados solo si hay méritos.

Pero eso no se practica en las instituciones públicas, la cultura del mérito no existe, no se disponen de planes de carrera, hoy, se le puede entregar un cargo al que menos mérito tiene, basta con que sea afín a la mediocridad. Aquí se práctica lo que en el ámbito militar sería una aberración que: “el capitán mande al coronel”, como ocurre sin vergüenza, “el bachiller manda al doctor”. Es una farsa pedir al gobernante, que gobierno bien o haga bien las cosas, cuando dentro de mi propia organización la administro como me place.

Hoy el indicador principal y único es el porcentaje de ejecución del presupuesto. No se da cuenta, de su impacto en beneficio de la sociedad. Porque los trabajadores de las organizaciones y la sociedad misma no acostumbramos a pedírselos. He visto con perplejidad, que en algunas instituciones en lugar de dar cuentas anuales, prefieren recitar poemas, cantar o bailar. Dentro biliosamente me digo “uno tiene el gobernante que se merece”.

Así, el Perú no puede continuar, no podemos seguir manteniendo o siendo parte de esta podredumbre, por ello deberíamos promover la dación de la ley de carrera del empleado público, y una especial del investigador científico, para no mezclar a las instituciones que hacen ciencia de las típicamente personal de los ministerios o dependencias públicas. Porque son distintas, esta última es más burocrática, la primera se sustenta en la creatividad, meritocracia y estudio permanente. Es obvio que al iniciar el 2010, les propongamos a nuestra audiencia que rechacemos el camino de la continuidad, de la mediocridad y optemos el camino del cambio, de la evaluación y del merito.

La Pluma del Viento

Lima, 9 de enero de 2010

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