sábado, 22 de agosto de 2009

BAJO EL MANTO DE LA NOCHE - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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BAJO EL MANTO DE LA NOCHE

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Una tarde de agosto Aralba se enteró de su llegada. Noticia que turbó su corazón, pues nada hacía presagiar su retorno. Ya con las primeras sombras cubriendo los cerros fue a verla.
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En el ínterin soñó despierto con aquellos momentos vividos bajo un mismo cielo. Momentos que venían y se iban de su mente de manera intermitente... En las noches claras pensaba en ella, bálsamo que refrescaba sus esperanzas de volverla a ver algún día.
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Unos minutos más y acariciaría su rostro, como lo hacía en sus sueños.
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El
reencuentro estuvo lleno de remembranzas y sucesos que forjaron sus vidas en la lejanía.
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Cerca de la medianoche la acompañó a su casa, sintiendo sus latidos cada vez más cercanos.

— No entres todavía, son 5 para las 12 –habló Aralba, viendo su reloj. Se besaron.
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— Te amo, te amo –le repitíó como queriendo que el tiempo se detenga. 
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— También te amo, y no sabes cuánto –le dijo ella, procurando guardar en lo más hondo de su ser los instantes de amor que les regalaba el destino.
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En la empedrada calle todo era silencio, como si las sombras se hubieran puesto de acuerdo con la Luna para brindales el marco perfecto. Hasta los grillos enmudecieron sus violines y las luciérnagas apagaron su luz.
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Se besaron una vez más y surcaron el cielo mientras se acariciaban como nunca lo habían hecho.
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— Te amo –reiteró Aralba, sintiendo el calor de su cuerpo que absorbían los encajes de copas.
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— Te amo, te amo, te amo –repitio ella. Su cabello suelto caía sobre su rostro. Aralba exploraba su piel con sus labios. La blusa blanca que combinaba con su traje le daba un halo virginal a la noche.
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— Me voy amor, tengo miedo, mejor mañana antes de mi partida –susurró ella de repente.
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— ¡El mañana no existe!, quedémonos un rato más -le pidió, adivinando que su ofrecimiento no se cumpliría. Luego la separó de su lado y se quedó mirando la parte descubierta de su cuerpo que la escasa luz iluminaba.
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— Te amo, te amo –volvió a repetirle acariciando su rostro y besó sus labios que aprisionaron los suyos...
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— Mi amor no sigas, me siento mal –le dijo tras delinear con sus labios un gemido. Él sentía desvanecerse frente a la calidez de sus formas que rozaba sus manos.
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— Por favor, deja que entre o me quedaré contigo –le dijo casi murmurando. Aralba la besó con pasión y ella empezó a turbarse.
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— Mi amor ¿puedes oírme un momento?
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— Te escucho –le dijo él, y se apartó.
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— No sé qué decirte –musitó muy bajito.
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— No digas nada –le replicó tiernamente y reiniciaron sus caricias, fue cuando ella le susurró al oído.
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— Quiero estar contigo, pero ahora no, mejor más tarde -las palabras iniciales bastaron para sentirla suya para siempre, y sonrió..
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Se despidieron, ella ingresó. Aralba se quedó mirando la puerta intentando mantener la mente en blanco. Luego caminó sintiendo helarse sus pies.
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Las fachadas blancas del otro lado de la calle lucían borrosas por la humedad de sus ojos. Llegó a la esquina de la plaza y dio media vuelta para ver por última vez la vereda donde fue feliz. Y lloró como un niño, pero sin que las lágrimas mojen sus mejillas sino su corazón, como los trinos sordos de los charangos viejos.
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La plaza estaba callada. Sentado en una banca, al amparo de un ficus, revolotearon las canciones mas bellas del mundo, y enhebró un poema en su mente atribulada, después de un mundo de nostalgia por su ausencia.
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.Tú y yo, pasión reprimida
bajo las alas de la noche,
luces tenues de un candil,
versos que aligeran el corazón.
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Dulce placer dormido
que despierta con sobresalto
estremeciendo el alma
y haciendo perder la razón.
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Este poema es para ti
veo el cielo y eres tú
siento el viento y eres tú
mi único amor eres tú.
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Mil caricias para ti,
dulces besos para mí.
Amor: delirio e ilusión,
ternura, melodía y oración.
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Aralba se puso de pie, y mientras atravesaba la plaza se preguntó: 

- ¿El mañana existe?... 

Y anduvo y anduvo hasta perderse en el ayer...
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Fuente:
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