martes, 28 de julio de 2009

FELIZ DÍA PERÚ - PINCELADAS DEL RECUERDO: LOS DESFILES ESCOLARES

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'Con la esperanza de que la RIQUEZA NACIONAL se distribuya mejor; sólo así seremos LIBRES, como reza el Coro de nuestro HIMNO, y todos viviremos como hermanos
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NAB'
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PINCELADAS DEL RECUERDO: LOS DESFILES ESCOLARES
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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A estas alturas en los julios patrióticos de los sesentas, CHIQUIÁN se vestía de fiesta bicolor. Nadie era ajeno a ese sentimiento llamado PERÚ, donde el níveo Yerupajá y los techos rojos se abrazaban para forjar nuestra hermosa BANDERA.
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Los alumnos del Jardín de la Infancia, Primaria, Secundaria y de la Escuela Normal, preparaban con antelación sus uniformes para el Desfile en la Plaza de Armas.
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Las calles y locales escolares se adornaban con cadenetas, hasta parecía que los ojos de San Martín y Simón Bolívar, de los cuadros que pendían en las paredes de las aulas, tuvieran brillo humano.
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Los sastres, los mercachifles, las costureras, los peluqueros y los zapateros eran los más visitados por los alumnos y maestros.
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Los integrantes de las escoltas ya estaban retocando con 'Griffin' blanco sus escarpines y correajes o poniendo relucientes los fusiles 'Mauser' proporcionados por Antonio Franco, de la Circunscripción Territorial de Bolognesi. También se fabricaban cascos con papel de periódico remojado y engrudo.
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Los brigadieres y los policías escolares abrillantaban con 'Brasso' o limón sus distintivos de bronce, ajustaban los cordones y dejaban impecables los bastones de mando con sus borlas blanquirojas. Se apadrinaban y bendecían los instrumentos musicales nuevos.
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Los alumnos almidonaban su uniforme comando (caqui) y los más pequeñines, con el apoyo de sus padres, alistaban los botiquines de la Cruz Roja.
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Las alumnas del colegio Santa Rosa, cuidaban que las boinas, boleros y faldas azules hagan juego con los guantes y blusas blancas.
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Los ensayos para el desfile se incrementaban en Quihuillán, Umpay, la Plaza de Armas, la carretera a Huarampatay, el estadio de Jircán y en los patios de los centros educativos, siempre buscando la mejor presentación. Los instructores pre-militares y los profesores jugaban un rol de primer orden, con los consabidos: 'saque pecho, meta la barriga, no doble la rodilla, mire al frente, pegue la mano, descanso, atención, a la derecha, media vuelta a la izquierda, firmes, de frente, paso redoblado al compás del tambor.... paso de ganso al son de la corneta: paso de desfile... !MARCHEN!'. Los instructores que brillaron en dichas jornadas patrióticas fueron: Cesareo Zarazú, Luis Chiri, 'Angelito' y Fausto Chirinos.
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En la víspera los ninacurus dejaban las chacras y se convertían en faroles para iluminar las calles. Los alumnos del 351 desfilaban con submarinos, ballenas, barcos y aviones de gran tamaño, gracias a los talleres artesanales con que contaban; en cambio los chiuchis del 378 nos contentábamos con pequeñas casas hechas de caja de cartón y forradas con papel cometa, estrellas y peces con estructura de tallos de sacuara o listones de carrizo. Una que otra Luna, un Sol o una pelota con armazón de alambre, sobresalían en la oscuridad. No faltaban los faroles que se incendiaban por una vela mal ubicada, algunos caían al suelo ante la sorpresiva acometida de un avión a chorro. Mi tío Oti Balarezo, siempre recuerda la vez que 3 profesores de matemáticas y 2 auxiliares del colegio Coronel Bolognesi, construyeron bajo la dirección del maestro Ayala, un enorme barco de guerra para lucirlo en el desfile de faroles y ganar el concurso con facilidad, lastima que tuvieron que desarmarlo y después sacarlo por partes del aula, pues por la puerta solamente salía el ancla, "por un simple error de cálculo llegamos a la plaza cuando el desfile de faroles había terminado", nos repite con nostalgia.
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El 28 de julio Chiquián amanecía de colores. Los gallos cantaban más temprano haciendo que los despertadores salgan sobrando. A partir de las cinco de la mañana se daban los últimos toques. Los peluqueros madrugaban para dejar rapados a los amigos "del último momento". Algunos pasaban sudando por los puestos de los mercachifles y las tiendas comerciales buscando un par de zapatos, una corbata, una cristina o medio metro de chutás para renovar los descoloridos galones rojos o azules; otros desde las 07:30 esperaban serenos en las esquinas, pero sin reírse ni encorvarse demasiado para no ajar los uniformes planchados al carbón. El desayuno en las casas era más sostenido que de costumbre: un buen pari, dos cemitas y un pocillo de quaquer con membrillo; algunos con menos suerte tomaban su refectorio: leche y pan. A las ocho los rulos y las trenzas ya estaban brillando con su barnizado de laca.
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Cuando el reloj del Concejo Provincial marcaba las 10:00 a.m se daba inicio a la Ceremonia Patriótica en la Plaza de Armas. Todos entonaban el HIMNO NACIONAL: Shapra, el Mudito de Huasta y el Indio Peruano luciendo sus escarapelas, idem las autoridades, funcionarios, maestros, alumnos, trabajadores estatales y nuestros artesanos, músicos, chacareros, comerciantes y crianderos. Cierro los ojos y en mi imaginación escucho cantar a todo pulmón a Benito el Comunero, a Lorenzo el Zapatero, Perico el Albañil, Factor el Picapedrero, Juanita la Lavandera, Julia Dora la Cocinera, Honocha la Maestra de las pallas, Lolito el Hojalatero, Leonardo el Peluquero, Maurelio el Panadero, Ernesto el Farmacéutico, Abraham el Relojero, Aurelio el Notario, Antonio el Pregonero, Bartola la Partera, Valerio el Curandero, Bayona el Mercachifle, Florentino el Músico, Icha el Sastre, Pedro el Policía, Sabás el Municipal, Urbana la Curandera, David el Herrero, Abilio el Cerrajero, Daniel el Gañán, Alberto el Jornalero, Jorge el Domador, Cesareo el Tejedor, Accepio el fabricante de velas, Venancio el Talabartero, Eulogio el Bordador, Manuel el Minero, Bernardo el Cantante, Martín el Cura, Guillermo el Cantinero, Cosme el Trenzador, Jorge el Domador, Goya la Costurera, Camilo el Heladero, Rómulo el Sombrerero, Filomeno el Quesero, Teodoro el Adobero, Eliseo el Techador, Manzueto el Camionero, Bolívar el Pintor, Peli el Transportista, Cuca Doctor el Dentista, Alejandro el Fiscal, Roga Cóndor el Escribano, Chimpu el Amanuense...
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Al finalizar la Ceremonia se llevaba a cabo el Desfile Escolar: El Jardín de la Infancia, las escuelas primarias, los colegios secundarios, la Escuela Normal y cerrando con broche de oro los gallardos maestros, arrancando aplausos y vítores de triunfo. Muchos alumnos pasaban pálidos frente al estrado oficial, algunos rojos como el tomate ante la presencia de su damisela, uno que otro luciendo zapatos nuevos, pero rengueando por las ampollas, y más de un famélico a punto de desmayarse por no haber tomado su cucharada de 'Emulsión de Scott'. Los más pequeños, a los costados, seguían metro a metro a las compañías donde marchaban sus hermanos mayores.
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Concluido el desfile nos entregaban las libretas de notas del Segundo Bimestre. Los 'taqueros' mostraban orondos sus altos calificativos, la mayoría prefería no hacer comentarios y los desdichados caminaban pegados a la pared: cabizbajos, abatidos y meditabundos, ocultando los rojos patrióticos entre la camisa y su piel. Recuerdo que fui un alumno promedio en las aulas del 378, pero uno de los más 'destacados' al finalizar el recreo. La toma de fotografías en la Plaza de Armas junto a un caballito de pellejo y cartón, no se dejaba esperar.
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El 28 en la tarde o al día siguiente de madrugada, muchos viajaban a sus lares queridos para pasar unos días de vacaciones con sus padres, otros se quedaban en Chiquián esperando la llegada de los paisanos que estudiaban en Lima, Barranca, Huacho y Huaraz. Algunos enrumbábamos hacia las manadas o las haciendas familiares. Si se postergaba el viaje quedaba asegurada nuestra presencia en las corridas de toros de Carcas y Huasta en los primeros días de agosto; ya con las sombras lamiendo los cerros retornábamos a Chiquián, sin dejar de pensar en el baile de la ortiga sobre el cuero pelado, que aguardaba en casa.
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Los descendientes de crianderos, maestros rurales y hacendados, recordarán el canto del pichuichanca y sus alegres paseos por el tejado en el amanecer del 27 de julio, anunciándonos la llegada de nuestros padres y abuelitos trayendo requesón y queso, ocas, paltas, mashuas y papas, también manojos de escorzonera y huamanripa para el chinguirito, vellones de lana para frazadas y ponchos, cueros para reatas y los reformadores 'shilpis', cuyes, carne y mondongo para degustar el 28 en homenaje a la Patria.
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Chiquián, 23 de julio de 1,977