martes, 14 de abril de 2009

EL BANDOLERO Y LA ROSA

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Luis Pardo

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Shay, dicen que por amor se sufre, ¿será cierto?. Incluso aquellos que se jactan de estar bien con su pareja, albergan cierto temor. ¿Quién no ha sufrido alguna vez al descender el deseo o porque tarda en llegar?; pero de ahí a renunciar al amor no es vivir. ¿Tú qué dices?.

Hace unos años me aconsejó una gitana, que debemos eliminar todo sufrimiento por amor, incrementando el 'cociente' y ligando el corazón con la mente, a fin de canalizar los sentimientos. Con seguridad, sentir amor es más fácil que explicarlo, porque a nadie se le educa para amar y ser amado.

En varias páginas literarias de la Internet, leo que el amor no es para 'entenderlo', sino para sentirlo y disfrutarlo, y que el romanticismo no soporta ningún tipo de lógica. No creo que sea así del todo, pues dicha actitud, además de inocente tiene un riesgo, ya que una de las principales causas del 'mal de amores', brota de lo que asimilamos del sufrimiento a través de los años. ¿Entonces será bueno racionalizar el amor?, de repente sí, pero no tanto, sólo lo necesario: razón y emoción en cantidades apropiadas. Personalmente creo que los ingredientes para el amor son: sentimiento y deseo. Para ti,
¿cuáles son?. Esta filosofía de vida explica un poco el relato 'EL BANDOLERO Y LA ROSA', que escribí parafraseando el sentimiento cautivo de Rudy la Scala, que riela como luz de candil al final de esta nota.

Te comento que anoche pasé recordando aquellos bellos tiempos en Chiquián. Hasta sentí el abrigador aroma a fogón, cocinando a fuego lento dulces mashuas secadas al sol. Durante las 4 horas que permanecí pensando en el ayer una vez más comprendí, que los gratos recuerdos de la infancia son reservas espirituales a las que acudimos de rucus. Pero no bastan recordarlas como un episodio más, sino, escribirlas y compartirlas; solamente así, esos pedacitos de vida juntados con la yema de los dedos, como el arroz que dejaban sin impurezas nuestras viejitas antes de echarlas a la olla, perviven en los corazones amigos.

Asimismo recordé los sábados de abril en la cascada de Usgor, contemplando las flores silvestres mojadas por el agua que caía quebrando el silencio del lugar. Tambi
én llegaron a mi mente los días infantiles donde no había caños en las casas. ¿Recuerdas?: un pilón por barrio y una pajcha en la periferia. Viene a mi memoria aquel mediodía que detuve el andar cansino de mi vecina Imicha Rivera para pedirle agua del pesado porongo que llevaba. Mi mamá, que estaba observando mi cómoda actitud, se acercó y me dijo: '¿en vez de ayudarla, le pides agua?, no seas flojo, agarra un balde, ve al pilón y al retorno, cuando bebas lo que te ha costado cargar, será más dulce'. Así lo hice y tuvo razón, pues con la fatiga el sabor del agua lo sentí a néctar celestial. Ese día entendí, que al holgazán todo le pesa en demasía, ya que la pereza aumenta el peso del apachico.

En ocasiones, cuando mi mamá como concejal se hacía cargo de la municipalidad en ausencia del alcalde Carlos Minaya, la acompañaba en su tarea, donde yo pasaba horas de horas leyendo a escondidas relatos de vaqueros que me prestaba mi amigo el zapatero Racrish. Recuerdo que en una oportunidad me encontró hojeando una revista del Llanero Solitario. De la sorpresa quedé tieso, pero Jeshu, con suma ternura bajó la tensión del momento, diciéndome:

- Toda lectura es buena, mas no descuides tus libros y cuadernos.

Sin embargo al llegar a casa me tomó paso oral hasta la medianoche. Como comprenderás querido Shay, a esa hora en Jircán hasta las almas dormían, menos Mariano Blas, el esposo de mi buena amiga la cieguita Fabia. Te cuento que en los sesentas comentaban los vecinos que Mariano era pishtaco, cosa que creía, pues su chaveta de zapatero era tan roma que no cortaba ni papel cometa, lo que le imposibilitaba cortar el pellejo de algún chiuchi travieso, más duro que piel de muñeca de plástico, por lo pispado, claro.

Recuerdo que una vez le dije a mi mamá que de los puquiales salían ichicqulgos. Ella retrucó así:

- Los puquiales son lágrimas de la Puna que calman la sed de los que viven en el llano -ante esta filosofía existencial la reté con picardía:

-
¿Entonces en La Costanera brota pichi? -en alusión al agua sucia de los acantilados cercanos a los colectores limeños.

Sus ejemplos siempre iban de la mano con la naturaleza. Asoma a mi mente lo que me dec
ía de adolescente: 'el tiempo destruye lo inanimado, no así lo viviente, por su capacidad de regeneracion, como los eucaliptos a través de las semillas de sus trompitos, así también los recuerdos que se desgranan del corazón y se comparten con los demás, alegran la existencia de todos'. En fin, conversar con ella fue un permanente aprender, sobre todo por su peculiaridad de aconsejar con palabras sencillas y ejemplos del quehacer diario. "Cuanto más abrupto es el sendero y más empinada la cuesta, uno siente los latidos impetuosos del corazón y no el altisonante ruido de una hojalata para hornear bizcochos. Acércate al fuego del trabajo productivo sin temor a quemarte', me repetía una y otra vez. 'Construye cimientos en tierra firme, no en arena movediza, y levanta tu propia pared sin desmayar, pues la muerte mata en vida a quien se duerme en sus laureles y no sigue sus sueños por permanecer abrazado a la almohada, mientras el sol le dora el pellejo'. Era su consejo cotidiano.

En estos momentos viene a mi memoria un día de otoño en El Olivar de San isidro, donde cada tarde, desde hace algunos años, leo y escribo junto a las tortolitas que abundan en el lugar. Mi hermana Mirtha estudiaba la Secundaria cerca y fuimos a esperarla a la salida del colegio. Cuando estábamos sentados en una de las bancas, a la distancia me pareció ver una bandada de palomas elevándose al cielo y grite alborozado:

- ¡Qué linda bandada mamita! -al escuchar, Jeshu me dijo:

- Qué bandada hijo, ¿no ves que son hojas secas que el viento eleva?' -efectivamente, eran hojas que a lo lejos vi como tortolitas. Me estaba volviendo urbano.

Ya al concluir con mis recuerdos escribí esta hilacha poética que parece una milonga...


Glaciar Tucu - Aquia (Bolognesi - Ancash)
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ETERNAMENTE....

Nuestro amor vivirá
mientras haya poesía,
y el sentimiento fluya
sin un halo de hipocresía.

Siempre iremos juntos
de la mano del viento,
forjando a hurtadillas
mil caricias encendidas.

Seguiremos amándonos
como el río a sus riberas,
despertando deseos dormidos
que aletargan los sentidos.

As
í florecera el amor:
en cada palpitar del día
y nunca envejecerá
porque es pasión y poesía.

Porque el amor nunca se va
cuando los versos llevan dulzura
y mientras los caminos del tiempo
nos acompa
ñan con ternura.


Luis Pardo


EL BANDOLERO Y LA ROSA

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La noche empieza a tender su negra cabellera sobre las montañas del cóndor. El bandolero ha cabalgado tanto que está cansado. Ingresa a la cantina y una canción del recuerdo atrapa su pensamiento. El dolor tuerce su alma y las alas del recuerdo lo llevan a la alcoba de su amada, donde recita:

“Disculpa mi actitud, quizá debí silbar y no entrar por el balcon. Sé que para guardar las apariencias no me das la llave del porton. He venido para recordarte que lo nuestro es mucho más que un contrato nupcial. ¿Acaso has olvidado que tocamos Jaracoto con las manos cuando nos amamos?. Hoy daría todo por tenerte otra vez...

Me pregunto: ¿por qué cuando el amor es más intenso, más hondo es el dolor?. Con el pasar de los años he aprendido que hay que padecer para ser feliz, pero lo que no sé, es, si el olvido duele más que el adiós, si se ama con el ímpetu del trueno y la ternura del picaflor. Qué ironía amor mío, hace un tiempo sanaste mis llagas con tus besos, y ahora tus manos las arañan sin piedad, haciéndolas sangrar.

Como te dije una vez, puedo reír y también llorar o ir gateando hasta Quihuillán o caerme saltando garrocha o caminando con zancos al revés. También puedo estar quieto o andar más rápido que el reloj. Ser suave brisa, duro granizo o mangada gris. Lo que ya no puedo ser, es el chiuchi marioneta, inocente y confiado que fui ayer.

Puedo ser raudo como el viento al pasar y salir volando como un pichuichanca si empieza a llover o quedarme parado bajo la lluvia hasta perecer, pero lo que no puedo ser, es el vidrio roto de una ventana que no corta las penas del atardecer, sino las sonrisas del sol al amanecer.

Quiero que sepas, que antes de venir escribí con mi sangre en un pistilo las palabras: 'TE AMO', para que un huínchus te las entregue con un beso y una flor. TE AMO, dos palabras sencillas, pero cómo sirven para vivir, pues hacen vibrar el corazón y prenden ninacurus en la oscuridad. Qué pena, que algunos solamente valoren estas palabras cada vez que escuchan una canción del recuerdo. Otros, ungidos de pena, recién escriben "TE AMO" sobre una sepultura, pero para el amor, la mejor medicina es escuchar o leer un 'TE AMO' cotidiano.

Te extraño tanto. Es increíble saber, cómo algo tan hermoso se esfuma, al no querer comprender, que la luz que no se comparte, languidece. Es una lástima hacer del amor una novela para ser su personaje principal y sin meditarlo, ponerle un final de leyenda...

Ahora acércate un poco más, y deja que te desnude aunque sea con el pensamiento, ya con el alba romperé los barrotes que te aprisionan; y si en esta lucha una lápida me cobija, el amor hará florecer en mi tumba una ROSA.


Tumba de Luis Pardo - Cementerio de Chiquián

Finalmente te digo, que el amor nos hace soñar despierto, porque el amor es fantasía... pero también es sentir, llorar, reír, perdonar, tolerar, suspirar, añorar y compartir cada momento como si fuera la última vez. El amor siempre aguarda, ¡ES UNO QUIEN LE DICE ADIÓS¡."


Chiquián, nocturno cielo

Fuente:

RELATOS CAMPESINOS - Bodas de Oro del Colegio "Coronel Bolognesi" de Chiquián - 2007 - NAB
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