lunes, 19 de enero de 2009

¡HUICHIC HUICHIC! - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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¡HUICHIC HUICHIC!

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
Desde que por decisión universal de los gobiernos se creó el puesto de embajador político como representante de un país o una organización internacional, no solamente adoptaron la denominación de embajador: “Los Embajadores Criollos”, sino muchos más.

En horas de la mañana de un día como hoy en los albores del Tercer Milenio, le tocó el turno al suertudo Filiberto el poeta. En ceremonia especial, con lágrimas de emoción, abrazos y aplausos, recibió la nominación de embajador honorífico para representar a su asociación en el parnaso literario mundial.
 
“Este acontecimiento tengo que celebrarlo en grande con una cuyada, y tiene que ser con carne fresca”, pensó ahíto de ilusión. Fue al mercado local y compró seis cuyes vivos, y para evitarse contratiempos durante el viaje aéreo, visitó una clínica veterinaria donde durmieron a los cobayos por un tiempo prudencial.

Tres horas después, ya en la fila de inspección de equipajes del aeropuerto de llegada, su preocupación porque los rayos infrarrojos de la aduana causen estragos en los cuyes, lo estremeció. Entonces pensó, “como embajador tengo derecho a valija diplomática”, y abandonó la fila. Escribió en el equipaje: “FRÁGIL, Valija Diplomática”, y se acercó al supervisor mostrándole sus relucientes credenciales de embajador literario. 
 
Acá el diálogo:
 
- Señor embajador, el reglamento de la Convención de Viena precisa que la valija diplomática tiene que ser de cuero y lona impermeabilizada, tener barras de seguridad, candados y precintos de plomo que garanticen su inviolabilidad; y la valija que usted me presenta a la vista es de cartón y soguilla solamente. Por favor, señor embajador, permítame consultar por teléfono con mis superiores por si han variado las reglas.
 
- Consulte usted señor supervisor.

Lástima para Filiberto que la consulta telefónica demorara tanto, motivando que los cuyes despierten dentro de la caja y empiecen a gritar en coro ¡HUICHIC HUICHIC!, alertando al supervisor aduanero.


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Fuente: 
 
EL JUGUETE Y OTROS CUENTOS
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