IN MEMORIAM
PADRE JUAN JULIO WICHT ROSSEL
Estuve en la Misa de Cuerpo Presente que fue concelebrada por varios Obispos y miembros de su "Familia" como él siempre se refería cuando conversaba sobre sus hermanos Jesuítas. Mis sentimientos para ir a despedirlo en realidad no eran de tristeza ni melancolía, era que deseaba decirle adiós a todo un Señor.
Y disculpen que sea egoísta, pero quería rendirle un homenaje personal narrando mis vivencias ante su presencia. Esta será la forma de darle las gracias por haberme permitido conocerlo siendo él un hombre virtuoso digno y ejemplar.
A Juan Julio Wicht lo conocí la noche de la toma de la Residencia de la Embajada del Japón en Lima, después de la violenta irrupción de los terroristas del MRTA . Habían tomado el control de la situación y a los más de 600 rehenes que nos encontrábamos en el jardín donde se realizaba la reunión nos hicieron ingresar a la Residencia y luego de unas horas, lapso en el que habían liberado a las damas, nos obligaron a ubicarnos en el primer piso.
La intención de los terroristas era conocer la identidad de cada uno de los rehenes y distribuirnos en los diferentes ambientes del segundo piso para tener un control más efectivo. Para eso varios terroristas se colocaron en la escalera y en el intermedio el "Arabe" hacía subir uno por uno a los rehenes y revisaba los documentos de identidad mientras otro terrorista tomaba nota y le indicaba el dormitorio en el que deberíamos de permanecer. Estando en la planta baja pensaba en lo que me dirían o cómo reaccionarían si me reconocían por mi labor contra el terrorismo, sobre todo porque mi especialidad durante muchos años fue la de combatir al MRTA.
Por circunstancias del destino estuve detrás de Juan Julio cuando éste subía las escaleras para someterse al control terrorista. Yo seguía ensimismado en mis pensamientos cuando escucho al "Arabe" decir: "Usted es Sacerdote puede bajar porque va a salir más tarde" y la inmediata respuesta de Juan Julio que le responde: "Yo soy Sacerdote y quisiera quedarme porque voy a ser más útil adentro que afuera".
Todas mis preocupaciones quedaron de lado, más aún cuando Juan Julio le insistió al "Arabe" que consulte con sus mandos para que le permitieran quedarse. Dentro de todo ese estado de confusión, de temor, de incertidumbre, una respuesta de esa naturaleza estaba totalmente fuera de lugar, según mi modo de pensar. Todavía hubo más cuando el "Arabe" eleva la voz y le dice: "Que conste Padre que usted se queda porque quiere quedarse" y Juan Julio sin darle respuesta continuó subiendo los peldaños de la escalera consecuente con su voluntad de quedarse por su condición de Sacerdote. Yo no salía de mi asombro ante tanta dignidad y compromiso con su vocación.
Fue la primera lección que él tuvo a bien concederme, su ejemplo sirvió para que mi espíritu se calmara y me dije a mí mismo: "Si el se queda porque es Sacerdote yo me quedo porque soy Policía".
En aquel 17 de diciembre de 1996 yo tenía la jerarquía de Coronel PNP y me desempeñaba como Jefe de la Unidad de Investigaciones Especiales Tributarias de la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (UEIT-SUNAT), así que cuando me llegó el turno de controlarme presenté mi identificación SUNAT y el "Arabe" comentó: "Bueno la SUNAT está trabajando bien", yo le respondí: "Pero también soy Policía", y él le dijo al terrorista que tomaba los datos: "Anótate a este Policía en Retiro". No hice más comentarios y pasé al alojamiento que me asignaron. No me reconocieron, no sabían quién era y menos sobre mi labor contraterrorista. Esta situación cambió cuando el General Ketín proporciona al Diario La República un recuento de mi labor contra el MRTA que había desarrollado cuando trabajaba en la DIRCOTE.
Los días pasaban y la incertidumbre era cada vez mayor. En una reunión con los rehenes el mismo Cerpa Cartolini declaró que el Sacerdote Juan Julio en cualquier momento cuando él lo deseara podía irse a casa. Por eso al verlo todos los días entre los rehenes fue siempre muy estimulante y me daba ánimos para esperar el día del desenlace de la llamada "Crisis de los Rehenes". No se trataba pues de un improntus, una reacción emocional del primer día, era una demostración que se trataba de un Sacerdote a carta cabal. Esta fue la segunda enseñanza que aprendí de él: Se consecuente con la palabra empeñada.
En una "Situación de Crisis" se pone de manifiesto lo mejor y peor que cada persona tiene en su interior. Pero nunca escuché de labios de Juan Julio un lamento o comentario desfavorable por la decisión que tomó y lo más meritorio era que su condición de rehén la podía revertir cuando él lo deseara.
Durante los 126 días que duró nuestro cautiverio siempre tuvo una sonrisa a flor de labios, asistía espiritualmente a quienes se le acercaban, daba la misa y la Comunión todos los domingos y los miércoles, y era muy emotivo observar el fervor de nuestra participación en la Eucaristía. Esta era la imagen propia de un Sacerdote y lo asumió plenamente.
Sólo lo ví molesto o incómodo un día domingo, pero tenía mucha razón para estarlo, fue momentos antes de dar la Misa porque constató que no había el Vino para la Consagración. Lo que había ocurrido era que en mi dormitorio el Vino para la misa estaba bajo nuestro cuidado pero un Coronel rehén había recibido la noticia de que su señora esposa había dado a luz un hermoso varón y como teníamos la costumbre de celebrar las buenas noticias que recibíamos de nuestros familiares o acompañarnos ante las noticias tristes, este era un momento para celebrar, y entre los compañeros de habitación nos preguntamos: ¿de quién es el vino que guardamos aquí? y nosotros mismos nos respondimos: DEL PADRE ¿Y quién es el padre? pues el Señor Coronel, así que brindamos por la salud del nuevo hijo y por su familia, y siendo doce rehenes quienes compartíamos el dormitorio, en breves tragos se acabó la botella. El incidente se subsanó porque el personal de la Cruz Roja trajo una nueva dotación de vino pero su custodia quedó a cargo de otro dormitorio. Terminada la misa en la que también se oró por el recién llegado a este mundo, el hecho pasó a ser una de las anécdotas más que todos compartimos en la Residencia.
Su sentido de humor nos acompañó siempre, recuerdo que un domingo pasé a su dormitorio a saludar a los compañeros rehenes, y él al verme afeitado y peinándome, dijo: "Hola Marco te has arreglado como para una fiesta", le respondí: "mira Juan Julio dentro de unos momentos vas a dar la misa y vamos a rezar para que termine está crisis y regresemos a casa, entonces yo ya estoy preparado para mi salida, esto es lo que ocurre en los pueblos campesinos donde se va a orar para que vengan las lluvias pero nadie lleva paraguas a la iglesia..." él soltó una carcajada y le pareció muy buena la comparación. "Sí, hay que ir preparado a la Misa", me dijo finalmente.
Hoy, Juan Julio ya no está entre nostros, está compartiendo su bondad con el Señor y yo, ya dejé de enjugarme las lágrimas por el Amigo y Maestro, ahora me queda el compromiso de honrar su Memoria...
(*) Teniente General PNP Marco Miyashiro Arashiro
Desempeñó el cargo de Director General PNP