sábado, 1 de diciembre de 2018

PEPE ALVA: EL TEMPLE CHIQUIANO DE SU OBRA LITERARIA - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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JUAN JOSÉ ALVA VALVERDE (PEPE): 

EL TEMPLE CHIQUIANO DE SU OBRA LITERARIA 


Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


"Nalo, no soy escritor, tampoco poeta, mis escritos son sólo impulsos telúricos que mi alma intenta trasmitir a los jóvenes lectores; palabras sencillas que fluyen del puquial espiritual de la Pachamama, cual mensajes de amor por Chiquián y su gente de bien. Es una necesidad interior que brota de mi corazón". Me dijo Pepe durante una tertulia nocturna al son de la banda de Mangas, en la Plaza Mayor de Chiquián.
 
Pepe, como todos los escritores del Perú profundo, es una pluma vital que nos permite comprender mejor el cotidiano vivir de nuestros pueblos, en un mundo cada vez más cambiante, cada vez menos fraterno, cada vez más cargado de hiel que inocula a diestra y siniestra el efímero poder en el cerebro colectivo. Un ser humano de pensamiento claro y espíritu ingenioso, dueño de una obra literaria para saborearlo línea a línea hasta altas horas de la madrugada. Sus jugosos recuentos colmados de sentimientos que se multiplican de renglón en renglón, hacen que las escenas del ayer pasen en tecnicolor por la mente ávida de recuerdos.
 
Es autor de más de una centena de relatos que se nutren y afincan en la descripción de su adolescencia en Chiquián, como expresión de la vida diaria, y también como respuesta a las preguntas que el ser humano se hace de su mundo interno cuando alborea el medio siglo, similar al trinar hondo de las aves al asomar la mangada; coincidentemente Pepe nació la tarde de aguacero y viento el miércoles 1 de diciembre de 1954, abanicado por los eucaliptos de Racrán, en el hogar de sus padres José Estanislado y Justina.

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En cada relato, ricos en matices, circunstancias y ritmos, examina el pasado para abrir senda hacia el futuro que se avecina diligente, siempre poniendo el acento bruñido con ese espíritu telúrico tan arraigado en el chiquiano migrante. Cada vez enalteciendo más y más el amor a la querencia, el agradecimiento a nuestros mayores, el cariño por sus compañeros de aula del colegio “Coronel Bolognesi”, por su amada palomita Esther y sus queridos retoños: Juan, José, Víctor y Ofelia Iraida.


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Continuamente hurgando en el sino de sus amados personajes, sabedor que los destinos terrenales son fuentes inagotables de imágenes, ideas y argumentos que claman por salir a la superficie a través de la pluma; así, cada relato es un nuevo peldaño en el proceso de su talento narrativo, con una riqueza de contenido tal, como multifacética es la percepción del ser humano.
 
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El reconocido comunicador social Hernán Vladimiro Reyes Gamarra, se expresa así de su compañero de promoción:  
 
“Su intelecto y gran laboriosidad le permitían cumplir con todas las tareas escolares y salir airoso en los pasos orales. Destacaba nítidamente en el estudio, el deporte y la música chiquiana. Compartía con generosidad sus conocimientos adquiridos, siempre presto a ayudarnos en los temas más difíciles del programa académico. Pepito fue el alumno más brillante del aula, el amigo de todos”.

Parafraseando las palabras que mi papá expresaba feliz cada vez que terminaba de leer los relatos de Pepito, Acucho, "Z", Florencio, Jorge, Filomeno, Hugo, Vlady, Alberto, Rubén, Rosita, Melba, Oli, Anatolia, Aivil Alitana, Pilar, Erasmo, Eduardo, Efrita, Pablo, Norka, Púncupa Surín, Anatolio, Vidal, Mario y otros escritores amigos, que mi hermano Felipe le llevaba los sábados al despuntar el alba, puedo decir que este magnífico equipo es poseedor de un talento innato para la narrativa de pueblo, narrativa que atrae, conquista y cautiva a propios y extraños por su sencillez campechana. Un agradable recorrido por los caminos de la infancia y la adolescencia, con ese vigor expresivo del que ha zapateado a su antojo el achichualito y ha refrescado su pellejo con el shulay matinal en Rachán, Tulpajapana y Mishay.
 
Los personajes de Pepito respiran aire bucólico en cada párrafo, captando palabra a palabra el ritmo cardíaco de la vida, porque no son detalles decorativos en el texto, sino urdimbre y trama del tejido existencial, revelando renglón tras renglón ese espíritu hidalgo del chiquiano de pura cepa; repasando los recuerdos con ternura y evocando a sus maestros y compañeros de aula con sensibilidad afectiva, eternamente inspirado en los más sagrados intereses andinos, fiel a su naturaleza, a su sentir, a su permanente palpitar de paisano querendón.
 
Seres humanos como Pepe Alva Valverde, abren surcos permanentes en la evocación comunitaria. Son los que asimilan pronto que los meses vuelan raudos como los tinyacos de Shulu, y que cada año que pasa se hace más difícil recorrer con presteza de shulaco los potreros de Rumichaca, trepar de un solo intento las pircas de Yucyushtana y sortear las hualancas en Uyu sin lastimarse la carne.
 
La educación recibida en el seno familiar despertaron en Pepe ese alto sentido del deber cívico y espiritual que hace grande a los hombres de bien, tercamente aferrado a sus raíces, participando activamente para mantener intacto nuestros usos, costumbres y tradiciones, simpatizando con las personas sencillas y sus necesidades, lejos de la contemplación pasiva de la vida.
 
El 30 de agosto del 2010, Pepito recibió un merecido galardón en Chiquián, presea que lo ubica entre los más preclaros narradores de Bolognesi. Premio provincial en una justa literaria con excelentes plumas, entre ellos: Erasmo Trinidad Carrillo, Melba Bolarte Cerrate, Jorge Vásquez Veramendi, Mario Vargas de Cajacay, Rosa de Aquia, El Heraldo Cajacaino... Evento realizado gracias a la tarea gestora y promotora de Javier Vásquez Veramendi, quien merece sonoros aplausos bolognesinos.
 
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“Les estoy narrando sobre los paisanos de mi generación, con quienes compartí sueños y realidades en Chiquián querido. No nos olviden..." parece decirles Pepe a las futuras generaciones de paisanos en cada línea de su obra escrita.
 
Hermano Pepe:

Continúa refrescando tu transitar otoñal en el oasis del recuerdo primaveral. Ve cuando puedas a Chiquián, y calma tu sed de añoranza desde Chasquitambo hasta Matarrajra, y cuando llegues a Caranca, abre tus brazos en Cruz como el madero de nuestra Iglesia Matriz, pues no hay nada más saludable para el corazón que los abrazos de hermandad.
 
Y cuando vayas a Tulpajapana con tu palomita Esther, lleva trigo a los viejos yocyocos, y haz que coman de tu mano solidaria. No olvides llenar tus bolsillos con rococho, panco y canchita, así el camino de retorno será más ligero, y el calambre no intentará rozar tus tobillos de lloque.
 
Canta y toca tu guitarra chiquiana con una moña rojiblanca en las clavijas, y deja que el lajtash juegue con el viento en las faldas de Cochapata, donde la buena vibra del apu Capillapunta descarga su energía sobre el kikuyo, manto esmeralda que cobija el recuerdo de aquellos tórtolos que juraron amor eterno bajo la cantarina cascada de Putu.
 
Deja que tu pluma vuele libre como los huinchus y los pichuichancas, para que la vida no pierda sus colores mágicos, y sigue paladeando esperanzas, saboreando suspiros y respondiendo al llamado de la Pachamama; solamente así, nunca se apagará el ninacuru que ilumina tu corazón de poeta campesino.
 
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AMIGO PEPE ALVA VALVERDE
 
 
A nombre de la familia chiquiana Alvarado Balarezo, muchas gracias por abrigarnos con el poncho del pasado hermoso que flamea como llama votiva en nuestros corazones. Que Dios te bendiga hoy y siempre.
 
Nalo Alvarado Balarezo
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PARTE DE LA OBRA DE PEPE ALVA VALVERDE

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