martes, 3 de septiembre de 2013

NUNATORO - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)



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NUNATORO...........
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Mañuco Montoya jamás pensó que en una fiesta patronal terminaría estoqueado por “atrasador”.
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Con el paso de los años resulta irónico imaginar, cómo unos cuantos segundos pueden producir tanta dicha y tanto espanto al mismo tiempo. Posiblemente si a todos nos pasara lo mismo, el mundo sería un concierto de cuernos y estocadas.
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Fue una tarde de espontáneos, ponchos y pitones. Primero una mirada de reojo, luego dos guiños imantados, de palinca a palinca, hurgándose como palla y camachico.

Culminada la corrida se enlazaron en una interminabale huaylisheada por las calles del pueblo. Después bailaron chinguirito en mano al son de la banda de Mangas, acariciándose, amándose y saboreándose con los ojos, zapateando duro y parejo hasta sacarle viruta al piso:
mi abuelito con tu abuelita, toda la noche canchis, canchis
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A las dos de la madrugada sienten que no pueden refrenar más las ansias de estar solos bajo la luna de Racrán; y borrachos de deseo, abandonan la casa del capitán entre pasodobles y avellanas.
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Mientras caminan hacia la periferia, el radiante rostro del pecado ilumina la vereda de lajas. Él sube los párpados y ve reflejada su sonrisa juvenil en las negras pupilas de la noche.... van trémulos, pero temerarios al mismo tiempo, oteando a todos lados la presencia del mariachi, que ya siente el nacimiento de una cornamenta patronal en su frente.


A poca distancia la mano derecha del Nunatoro prepara una estocada directa al riñón izquierdo de Mañuco Montoya. Tiene los ojos inyectados de rabia por la cornada de fin de fiesta.

Una vez en el ruedo de kikuyo y pircas, "la trampa" se emplaza en el centro como verónica en celo...




Los movimientos de la pareja son chicuelinas y verónicas con vaivenes clandestinos, como para quitarse el sombrero y ponerse los lentes de aumento, a la voz de ¡Ole!... de pronto la faena cambia al último tercio, y Mañuco Montoya siente el estoque atravesando su espalda hasta el duodeno. ¡Ananau! grita de dolor y en su delirio se ve caminando de puntillas hacia un ruedo real, donde la suerte suprema acecha, junto a una cruz de madera que señala el lugar de su sepultura...



Fuente:

"El Juguete y Otros Cuentos", de Nalo.


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