domingo, 25 de diciembre de 2011

PALPITAR DEL ANDE: MI REGALO NAVIDEÑO DEL 2011 - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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PALPITAR DEL ANDE:

MI REGALO NAVIDEÑO DEL 2011


Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


“Ata el tiento de tu llanque cuantas veces sea necesario,
y sigue corriendo...”. Manuel Ñato Allauca.


Una de las principales preocupaciones de mis padres, abuelos y bisabuelos, después de cada cosecha, era escoger la mejor semilla para la nueva siembra, tarea a la que dedicaban todo su amor y su tiempo, para asegurar un fruto sano como nutriente de nuestro cuerpo; así era el ritual de siembra con la bendición de Dios.


Esta enseñanza ancestral de armonía entre la Pachamama y el Hombre, la trasladé de niño al mundo de los libros; y desde aquel entonces, conforme voy leyendo selecciono con el cedazo de la paciencia, los ejemplares que sirvirán de alimento espiritual a mis seres queridos.

Este año he tenido la dicha de seleccionar muchas obras de autores del orbe, lástima que la mayoría se quedaron en Lima, debido a las pocas libras de peso que nos brindan las aerol
íneas para el equipaje.

Hace unos días, los libros que me acompa
ñaron durante el viaje en agosto último, fueron entregados a mis nietecitas para su lectura. Anoche escogieron PALPITAR DEL ANDE, de Walter Vidal Tarazona, Elmer Neyra Valverde, Antonino Vidal Vidal, Carlos Garay Veramendi y Juan Rodríguez Jara, como mi regalo navideño; EL COFRE DE CUENTOS ANDINOS, de Olimpio Cotillo Caballero, para que inaugure el 2012 en Nueva York; y TESTAMENTO DE JUDAS, de Carlos Garay Veramendi, como tributo ancashino a la Bajada de Reyes en Nashville.


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Gracias a la generosidad de los autores, el libro de relatos y poemas PALPITAR DEL ANDE será difundido vía Internet a partir de hoy. Dicho libro fue gestado en Huari con ocasión del XVIII Encuentro de Escritores y Poetas de Ancash (MAY 2009), y editado en homenaje a las provincias ancashinas de Pomabamba, Pallasca y Sihuas, por sus aniversarios de creación política, inspirados en ese sentimiento de pertenencia que tiene todo escritor de tierra adentro.


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PALPITAR DEL ANDE, además de ser una joya de la literatura andina, es un bello testimonio de amor supremo a la tierra que vio nacer a los autores. Obra colectiva de un enorme grado de responsabilidad social como fuente de vida y de gozo, con mensajes de esperanza, de fe y consuelo, haciéndonos voltear la mirada hacia los caminos andados, de comienzo a fin, cada quien creando soles luminosos con su pluma, en el noble empeño de aportar racimos de luz a la obra escrita, como forjadora de educación y cultura a manos llenas.

Los cinco autores son veteranos de la palabra y la acción, con varios libros editados a todo pulm
ón. Todos ellos son magisterios vivientes desde sus años juveniles, siempre manteniendo incólume el lenguaje popular del relato y la poesía ancashina. Un compendio de imágenes y sonidos, de migracion y añoranza, de recuerdos y latidos, como elementos vitales para mantener crepitante el brasero literario que forja la identidad del ser humano por su querencia.


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Conocedores de que el tiempo es implacable cuando se trata de dejar testimonio de vida, permanentemente ponen todo su empeño para hacer de Ancash una tierra de múltiples legados; y, sabedores de que los jóvenes de hoy, mañana serán relevados por otros en la carrera de postas que jamás se detiene, no se cruzan de brazos y asumen el papel de espectadores, sino que sudan la camiseta corriendo al lado del que sujeta la batuta para darle su aliento y enseñanza. Un verdadero ejemplo de trabajo en equipo para las presentes y las futuras generaciones de literatos. Mis sinceras congratulaciones.

La Vergne, 25 de diciembre de 2011





PAPASHU

COBRADOR DE COMBI

Por Walter A. Vidal Tarazona

Al mirar al retinto torito queriendo cruzar el río,

al escuchar el arpa invisible llorar sus penas,

al sentir mi mano estrujada por otra, amorosa,

comprendí que mi vida estaba por recorrer.

Al comprender lo que es el ser consolado,

al saber que mi padre no me ha abandonado,

que no había motivo para seguir sufriendo,

se abrió mi mente a la luz, y mi alma por sí vino por mí.


Shillico.


La combi neoliberal

La combi llegó a Lima los años noventa. Buscó su identidad con sus personajes propios (andinos, criollos, charapitas, blanquitos, chinitos, negritos), con su radio a todo volumen (salsa o huayno, rock o tecnocumbia, bolero o saya), su lenguaje pintoresco (bajan grifo, pisa, abre, plancha, chantón...), su chofer bien “bacán” o “achoradito”, su cobrador bien “mosca", gritando a voz en cuello, al estilo de los pregoneros en la sierra -¡CAMINOSDELINCA BOLICHERA SAN JUÁ!- y sus marcadores bien "tigres", “toreando” en la pista a los carros de todo tamaño para atrapar su sencillo en el aire o recogerlo del suelo. Hasta los pasajeros de la combi neoliberal se han involucrando, “sin querer queriendo”, con la cultura combi.

- Bajan colegio. ¡Oye pues te estoy avisando!, ¡bajan colegio Bartolomé Herrera!


- Bartolo bajan, bartolobartolobartolo… bajanbajan, siguen bajando.


Baja insultando al cobrador, al tiempo que también le grita, por el celular pegado a su oreja, creo yo, a su marido que está al otro lado de la línea virtual, Dios sabe dónde.
Si nos remontamos a los inicios del "desborde popular" (algunos sociólogos llaman así a uno de los efectos de la absurda centralización), podemos encontrar algún antecedente de esta combi en la primera gran crisis del transporte tradicional, cuando al no poder adaptarse al explosivo crecimiento urbano, dio paso a los microbuses, los cuales no pudieron integrar los asentamientos humanos para facilitar su informal expansión, como sí lo han hecho las combis a la perfección como parte de esta guerra por subsistir generada por el neoliberalismo salvaje. Ya por los años 50 aquel transporte tradicional, con sus tranvías y todo, no abastecía a la población urbana en crecimiento caótico. Lima empezaba a cambiar de rostro.

Por aquellos años llegó a Lima el papá de mi amigo Shillico. La ciudad le pareció un monstruo gris sin cabeza. Por su piel de cemento, el muchacho caminó sin rumbo con la boca abierta y la mirada perdida en las alturas de los edificios sin techo. Dicen que subió a un tranvía y le pidió al conductor que le llevara donde su tío Alfonso que, según él, “se veno a Lima en 1934”.

En realidad, nada de lo que miraba entendió ni nadie se interesó en entenderlo cuando repetía: me tío Alfonso se veno a Lema termenando su premaria en Huari porque en mi tierra sólo hay escuela hasta el segundo año de premaria y por eso me tío se fue a termenar su premaria a Huari, y termenando su premaria no mas se regresó a su tierra en donde con su amigo se escaparon a la costa, porque me tío quería ser huayruro…

El papá de Shillico quería decir que el tío Alfonso quiso ser policía para usar aquel famoso uniforme rojo con negro, del color del huayruro. Nadie entendió al muchacho. Regresó a su tierra sin pena ni gloria. A ciencia cierta no se pudo saber a qué vino a Lima. Ni él mismo lo supo explicar. ¿Se habría contagiado de la fiebre de irse a la costa, mejor dicho, a las haciendas de la caña y el algodón, como lo hacían los jóvenes de su pueblo?.

Pero él regresó a su tierra y no se desarraigó más de ella. Sembró en su chacra algo de trigo, papa, maíz y también algunos hijos en el vientre de la dura y bella Morayma. De allí nació Shillico y así empieza nuestra pequeña historia.


Surco Viejo, pequeño pueblo cautivo en Lima

Surco, diez de la mañana, hora en que nos encontraríamos aquí, en la glorieta del pequeño parque enrejado de la Plaza Mayor de Surco, con Papashu, el hijo de mi amigo de primaria Cirilo, a quien con cariño en la escuela le llamábamos Shillico.

El sol empieza a quemar.

Surco Viejo, también conocido como Surco Pueblo, con su Plaza Mayor, su pequeña iglesia, con dos torres, una campana grande y la casa parroquial; su Municipalidad, con puertas de madera en arco y faroles plantados en el pasaje Sáenz Peña; su pequeño parque, con su hermosa glorieta techada de madera, rodeado de boticas y restaurantes, como “El Rosedal”, el coliseo de gallos en el jirón Ayacucho, “El Mesón de Surco” en el jirón Francisco Bolognesi; en fin, con sus viñedos y sus antiguas casas de un piso, es algo así como un pequeño pueblo de provincia, cautivo del inmenso remolino de carros, taxicholos, carretillas, calles, cables, postes de alumbrado, avenidas, parques, árboles, edificios, casas, mansiones, pocilgas, luces, ruidos, humos, basurales, avisos luminosos, que dan vida y muerte a Lima.

Y Lima, la de hoy, ya sin aquellos corceles y burros que, ataviados de cosas, recorrían sus campiñas, atravesando las acequias de Huatica y de Surco, conserva aún, pero desordenada, vieja y sucia, sus tres valles sembrados de cemento: Lurín (urín Lima), Rímac (rimajk mayu, ya sin peces ni camarones) y Chillón, con su río casi seco, como una gigante acequia. Hoy una combi “correteadora” recorre, no en dos días como lo hacía una carroza o en tres días como lo hacían los burros ataviados de cosas, sino en dos o tres horas, de un extremo a otro, recogiendo y dejando gente a cada paso.

Diez y veinte. El sol está quemando fuerte. Seguro que anoche Papashu ha celebrado la concesión de la mano de su novia con su futuro suegro o tal vez con sus amigos. “Papashu, ¡Cómo lloraste a borbotones en mi pecho cuando te dije que estaba buscando a tu padre!, mi mejor amigo de primaria, y que su nombre yo había leído en un periódico chicha: Cirilo Fernán, controlador y amigo del occiso, resultó gravemente herido”.

Ayer, al morir la tarde, con el lejano mar chalaco como mudo testigo, en no sé si avenida o jirón Pacasmayo, en el interior de una mugrienta combi, conocí a Papashu y lo bauticé como “Shillico chico”, por que se parecía a mi amigo Shillico, mi compañero de carpeta en el Centro Escolar Pre Vocacional 343 de mi tierra colorada. El chofer de la combi, amigo y protector de Papashu, ayudó a hacer menos complicado aquel encuentro, y me dio el difícil encargo de acompañarlo a Papashu a la casa de su novia para pedirle la mano de ella a su señor padre. No hubo tiempo para negarme.

Después que Shillico chico calmó su llanto en mi pecho, nos encaminamos a la casa del papá de su novia a “pedirle la mano de ella”. El “suegro”, un moreno bonachón y bien criollazo, orgulloso de su vida en un pequeño cuarto de un garaje desmantelado, logró que me tomara un par de “chelitas” antes de darnos su consentimiento; después del cual, la chica le abrazó a su papá y de un salto le tapó la boca de besos a Shillico chico. Al cabo de una hora, salíamos de la casa de la novia, Papashu y yo, abrazados, rumbo al paradero. Antes de despedirme le dije al emocionado Papashu: “mañana ocho de octubre, día feriado, te invito un desayuno en Surco, en el restaurante El Torito”. Él se entusiasmó. “No te olvides de llevarla también a tu novia. Nos encontramos en la plaza”, agregué antes de subir a una combi de la linea S que me trajo de regreso.

Diez y cincuenta. Cuando empezaba a achicharrarme con el sol, al fin, distingo a mi pequeño amigo con su bella novia, bajando por el jirón Ayacucho a la plaza. Levanto en alto mi brazo y él me contesta del mismo modo. Nos fundimos en un abrazo, al tiempo que ella estampa un sonoro beso en mi mejilla.

- Discúlpanos, tío, que te hemos hecho esperar. Mi mujercita no estaba lista para salir rápido.

- No he esperado mucho, no te preocupes.

- Y dónde está tu casa, tío.

- A cinco cuadras de aquí... pero el desayuno surcano vamos a tomar, no en mi casa, sino en El Torito, por ahí, por donde ustedes han pasado.


Antes que él replicara y también antes que ella, al parecer muy cansada, se sentara en la banca del parque, tomé con una mano el brazo de Shillico chico y con la otra hice lo mismo con su bella mujercita y nos encaminamos a El Torito.

Al ingresar al famoso restaurante, lo primero que vemos es la pintura, en toda la pared, de un ágil torito negro retinto, que al parecer ha hecho un alto en su trote para contemplar un remansado y silencioso río.

Once de la mañana. Se acerca una jovencita uniformada de blanco y negro, nos saluda con amabilidad y nos indica que todavía no hay almuerzo. “Lo que queremos, señorita, primero, es que cambie esa música, esto que estamos escuchando es ruido que daña el oído, y si no hay otra, baje el volumen”, le digo. “¿Huaynito?”, me pregunta (no sé si con cachita). “Excelente, pero suavecito -le contesto- y después nos traes tres desayunos surcanos... ¡Ah!, y por delante, una inca kola helada de litro y medio”.

De la invisible guitarra de García Zárate, empiezan a destilarse las notas de la valicha, mientras afuera, por la calle, los carros pasan a bocinazos estúpidamente.

- Oye “sobrino”, parece que ya le hiciste el encargo de un cirilito a mi “sobrina”. Y tú, “sobrina”, no puedes ya esconder tu huahua en tu barriguita, que por cierto te cae bien.


- Así es tío -contesta Shillico chico- usted sabrá que ya es difícil cuando las cosas queman, y yo quiero a mi mujer aunque no nos hemos casado todavía.


- ¿Y qué esperan? La Municipalidad de Surco está organizando un matrimonio masivo acá, en la Plaza Mayor, para fin de mes.


- Ahitá pe, nos casamos, amorcito –se adelanta ella a responder con ternura, mirando fijamente a los ojos de Papashu; luego agrega- me gustaría que el doctor sea nuestro padrino.


- Oye, “sobrinita”, no soy doctor; trátame como me está tratando tu novio Shillico. Bueno, acepto ser padrino de ustedes; pero busquen una linda madrina…


“Festejábamos” a carcajadas mi ocurrencia cuando el mozo interrumpe la algarabía, al acercarse con la botella de inca kola y tres vasos. La risa de Papashu me recuerda a la de su padre; algo del acento y la sonoridad de su voz se parece mucho a la de mi añorado amigo Shillico.

Ahora, las cuerdas del arpa, como olitas de Querococha1, burbujeantes al beso del viento, acompañan la voz de Sonia Morales, en un huayno que se ha convertido en el boom del momento, en los conos de Lima, gracias a la influencia de la cumbia, de la música huanca y la tecnología.

El mozo regresa con tres porciones de chicharrones, tamales, morcillas, camote frito, cancha y bastante cebolla; y la chica que tomó nuestro pedido, completa el servicio con las tazas de café con leche. De nuestra parte, el hambre, robustecida por la caminata, hizo trizas de los chicharrones, los camotes, la cancha, las tazas de café con leche de la hacienda de Cruz Blanca.

Shillico chico se dispone a romper el largo silencio debido a que nuestras bocas estaban ocupadas con el suculento desayuno. Pero antes que sirvieran los tamales, yo había contado, sucintamente, la historia de mi amistad con Cirilo cuando estudiamos en la escuela de mi pueblo y también había hecho referencia al día aquel, en que, en el quiosco de venta de revistas y diarios de la esquina entre Benavides y Caminos de Inca, leí en la portada de un periódico chicha, el nombre de Cirilo Fernán, es decir, de mi amigo Shillico. Papashu, por su lado, ha narrado, escuetamente, su huida a Lima, después de la muerte de su padre, no sé si por manos de los “terrucos o de los milicos”.

- No sé cómo apareces en mi camino, tío, cuanto más me hacen falta mis padres. Yo sé que, desde el cielo, ellos te están agradeciendo.


Ahora la música es de los Jarkas.


…wa wa wayaya ya ya yayyyyy

wayaya yayay wa yayayay yayyay.


- Agradece a Dios, hijo, por haberte dado una bella mujer y un hijo en camino, ahí, dentro de ella; también por tener un nuevo amigo que te quiere, porque guarda como un tesoro, el recuerdo de tu padre. No estás, pues, solo, amigo mío.


- Nuestro Señor no nos va a abandonar –añade su bella compañera, ensayando una voz de huachwita2 tierna.


- Quiero decirte, mi amor –contesta Shillico chico después de una pequeña pausa que aprovechó para insuflar su pecho de pichuichanca3 – que todo ha quedado atrás. No más sufrimientos...


Papashu aspira nuevamente el aire enrarecido y dispara su mirada al torito retinto de la pared del frente para perderse, al parecer, en vagos recuerdo de su infancia. “Cuando conocí Llamellín, me pareció una ciudad grande; pero después de dos años, de regreso de Barranca a mi pueblo en compañía de mi padre, pasé por Llamellín, me pareció ya muy chico, acurrucado ahicito no más, entre las quebradas secas de Paccharajra y de Cancanán, debajo del cerro de Pahuacoto. Al entrar el camión por Allauca y girar bruscamente a su plaza parecía que íbamos a chocar con este cerro. En cambio Barranca era una ciudad inmensa”.

- ¿En qué piensas, mi amor? –la novia rompe el silencio de Shillico chico, mientras toma su mano con delicadeza y la retiene entre las suyas. Su rosada cara de cuhuay4 es bella y sus ojos iluminan cierto candor infantil cuando miran a Papashu.

- Yo estaba recordando la tierra del “tío”; es linda su ciudad, mi amor.

Él intuía lo ansioso que yo estaba para escuchar la segunda parte de su historia, es decir, la que sigue a la muerte de su padre. Pero él, a mi entender, no quería seguir más abriendo heridas. “Después de la muerte de tu papá, mi entrañable amigo de primaria, ¿qué es lo que pasó, Shillico chico?”.

Quiero gritar que soy feliz

Ahora los jarkas cantan quiero gritar que soy feliz.

Intento regresar al tema de los “dateros” de combis y micros, para que Shillico chico me cuente qué sucedió aquel fatídico día del tiroteo entre “unos delincuentes que pretendieron asaltar y un contingente de policías que rechazó a fuego limpio”, donde “Cirilo Fernán, controlador y amigo del occiso, resultó gravemente herido”, como informaba el periódico chicha que leí en el puesto de revistas y diarios que está en el cruce de la avenida Benavides con Caminos del Inca, en Surco.

Yo, antes de ponerme a buscar a mi amigo Cirilo en las distintas líneas que pasan por el sitio donde ocurrió el hecho de sangre, aquel 12 de abril del 2004, ya me había comunicado, vía telefónica, con las autoridades del pueblito de Cirilo. Las respuestas eran algo así: “ya no existe esa familia”, “no conozco a él ni a familiar cercano”, “ hace bastante tiempo que se fueron a Lima”, “el papá se fue a la selva y no regresó más”, “sus hijos fueron secuestrados por los terrucos y los padres desaparecieron del pueblo”, y cosas por el estilo. No me quedó otro camino que abordar los micros y las combis, paradero por paradero, preguntando por Cirilo el controlador.

“Chapita”, un joven controlador de micros, fue quien me dio la mejor pista: conoció a un muchacho ancashino a quien sus amigos le decían “papashu” y “dateaba” a la línea S que viene desde Surco, por la avenida Benavides, recorre la La Marina, Faucett, hasta Pacasmayo, donde está su último paradero. “Ese muchacho ancashino podría saber algo de Cirilo”, me animé... y seguí buscándolo, preguntando por él en cada paradero; en adelante, lo haría en los paraderos de la línea S, hasta que el día de ayer, a eso de las tres de la tarde, abordé una unidad de esta línea en la avenida La Marina. “¡CUEVABAJAN CUEVACUEVA ...BAJANBAJANBAJAN! ¡SUBEN! ¡VAMO!”

- Ahora es Ud. quien se ha puesto triste, doctor.

- No sigas diciéndome doctor, hija. Todavía no me he doctorado.

- ¿Seguro que estabas pensando en tu tierra, tío? -interviene Shillico chico.

- Estaba pensando en el trabajo que tienen los que controlan o “datean” a los choferes. Mira, este trabajo es creación valiente de los provincianos en respuesta a la falta de empleo, es una forma ingeniosa de sobrevivir que tienen los marginados.

- ¿Qué cosa es marginados?. –por fin, resuelta, ella me dirige una pregunta directa, y continúa hablando- bueno, yo he nacido aquí, tío, pero mi amorcito, se vino porque le pasó todo lo que ha contado; mis padres y todos, no sé por qué se vinieron a Lima. ¿Por qué los provincianos somos marginados?

Siento que me voy a enfrascar en explicaciones y no poder lograr mi propósito de hacerlo hablar a Shillico chico.

- Me haces varias preguntas, “sobrina”. Los sociólogos y economistas usan este nombre de marginados para los sectores sociales a los cuales no se les toma en cuenta para el desarrollo económico; es decir, se les margina de sus derechos como son educación, salud, seguridad, etc., a pesar de que la Constitución garantiza esas obligaciones del Estado para todos los peruanos.

- Muy bien, “tío” –interrumpe Papashu- la primera pregunta has contestado… - Todos festejamos con risas la ocurrencia de Papashu.

- Bien, ¿por qué nos hemos venido? Primero, la producción industrial se afincó en la costa urbana, básicamente en Lima, por lo que ella necesitó mano de obra barata y los provincianos empezamos a venir por el salario. Después, la producción necesitó mercado y más fácil era vender, los bienes y servicios, aquí mismo; entonces la política facilitó la migración desordenada; pero no solamente el trabajo era una necesidad que se satisfacía en Lima, sino, también el estudio. Más tarde también los políticos se dieron cuenta que llenar planillones con firmas y conseguir votos era más fácil aquí, cerca; finalmente los “terrucos” se encargaron de terminar el trabajo arreando gente joven a Lima. Los gobiernos, por su lado, no hicieron nada por impedir esa estampida de los provincianos a Lima.

- Difícil de entender, tío, pero siga no más ya pues.

Nuevamente nos echamos a reír, los tres, al unísono, juntos, desbordantemente.

- Bueno, voy a seguir. Lo cierto es que nos hemos venido a Lima con todo lo que tenemos. Tal vez nos hemos venido porque nos sentíamos marginados, y acá estamos con nuestros danzantes, nuestros pizarros, rucus, apus, pallas, comidas, bailes, músicos, cantantes, etc. Es un milagro que no se nos haya ocurrido traer a nuestra Virgen Purísima, una de las más lindas del Perú y de América.

- ¿Pero el gobierno no hace nada para evitar todo esto? -pregunta ella.

- Evitar qué, hija. La migración, que es la antesala de la marginación capitalina, la han propiciado, mediante las titulaciones de viviendas, agua y luz, hoy mismo están haciendo trabajos para aumentar el caudal del río Rímac, quitándole su agua a la sierra; es decir, la política de los gobiernos siempre ha sido centralista y excluyente. Pero, no todos los provincianos en Lima son marginados; muchos

han triunfado, y algunos han llegado a ser Presidente del Perú.

Aquí, me callo teniendo en cuenta que Shillico chico debía terminar con la segunda parte de su historia, desde la muerte de su padre, mi gran amigo de primaria, hasta el día de ayer, en que lo encontré gritando desde una combi TODO MARINAFOCETAEROPUERTO SANTAROSAPACASMAYO. Shillico chico vino huyendo. De cualquier modo, todos nos hemos venido con todo. Con nuestros danzantes, nuestros pizarros, rucus, apus, pallas, comidas, bailes, todo, todo; y la chicha, la hemos cambiado por la cerveza”...

- Casi todos nuestros paisano están acá, tío; hacen su fiesta aquí como en nuestra tierra -el chico como que leyó lo que estaba pensando.

- Cierto, es un milagro que no se nos haya ocurrido traerla también a nuestra Patrona, la Mama Pulli. Pero está aquí Celso, el genial cajero de Ancascocha, aunque sin hablar el castellano, alucinando con su pincullo y su caja a los paisanos y limeños, en Puente Piedra.

Nuevamente caigo en cuenta que Shillico chico está evitando continuar con la segunda parte de su historia. “¡Caray, cómo hago para que retome su historia, sin que le afecte sus recuerdos!”

- ¿Por qué te has callado, tío?; aunque no entendemos mucho de lo que nos dices, pero nos gusta escucharte porque hablas bonito.

- ¿Desde cuándo estamos así…? -me pregunta la novia de Shillico chico.

- ¿cómo…?

- Marginados, pues. A ver, si ya entendí qué es eso: o sea, soy pobre. Vivo con mi padre, y él a veces está sin trabajo. Con las justas me ha ayudado a terminar mi media. Todo cuesta mucho y no hay ayuda para estudiar, para trabajar, es una tentación delinquir…

- Bien, hija, has entendido. La marginación social nace con la colonia. Los años setenta, con el Chino, el peruano (no el japonés), las cosas que venían sucediendo en la economía quisieron tomar otro rumbo en el Perú. Mejoraron los ingresos, más que nada mejoró su distribución; hubo un poco más chamba, aunque la gente después se vino a Lima con más fuerza porque la reforma agraria no salió del todo bien, sin embargo en plena crisis mundial estábamos más o menos mejor que antes, y mucho mejor que después…

Me callo nuevamente con la intención de que Shillico chico termine su relato; pero como que él trata de dejarlo trunco.

- Mi mancha dice que el Presidente es malo gobernando, ¿verdad será? –interviene Papashu.

- ¡Oye, Papashu! estás “toreando” tu historia, por no terminarla. ¡Acaba ya!, tenemos que irnos.

- Pero me puedes contestar cortito no más ya.

- Lo que pasa es que, los garacos5 limeños, jamás van a admitir que un indio serrano dirija la Nación, y encima lo haga bien. Tampoco hay que esperar que la gente que se aprovechó de la corrupción va a hablar bien de él, algunos manejan los medios de información que hoy se han vuelto un poder descomunal… ellos le hacen la vida difícil al pobre cholo. Eso es todo.

- Yo también escucho que el Presidente no es buen político.

- Mira, hija, la política es una forma de llegar a la realidad poniendo en práctica una teoría o un modelo específico. No hay política como política, lo que hay es política económica, política educativa, política social, agraria, cultural…

No puedo contener una carcajada un tanto perversa. Rompemos nuevamente en una interminable risa, salvajemente ruidosa.

- Tío, creo que estás vacilando a tu “sobrina”.

- Para nada, Papashu. No estamos de acuerdo con el modelo neoliberal que maneja el Presidente, estoy reteniendo nuevamente una risa al auscultar las miradas de mis interlocutores- pero, su política económica está dando buenos resultados. Hay crecimiento de la producción, los precios no suben, la inversión aumenta, el riesgo país ha bajado, los papeles de la deuda externa están por encima del 90% como nunca, los términos de intercambio han mejorado…

- Pasu machu, qué será eso.

- Pero la gente no está contenta con él, -insiste la chica.

- Es que los diarios, a diario, nos dicen que él es mentiroso, que no reconoce a su hija, que su sobrino es violador, su hermano ratero, etc, etc. La mayoría de la gente que lee todo eso (más nos gusta las intrigas que lo que sucede en economía o en educación, porque estas cosas no entendemos), cree, pues, porque está sumida en la ignorancia. Es fácil para la televisión y los diarios llevarnos por donde ellos quieren que vayamos, o sea, que estemos descontentos, y le fastidiemos al gobierno, por que ellos no están tan contentos, como estaban con el “chino” (el japonés).

- Pero el “chino” repartía arroz, azúcar en mi asentamiento.

- No les parece que mejor es dar trabajo, educar, cuidar la salud. Su gobierno despidió a trabajadores de los ministerios y de las empresas; aumentó la informalidad, la corrupción, incluyendo la combi neoliberal, con su chofer “achorado”, su cobrador, sus dateros y toda la “recua” de subsistentes.

Papashu parece incomodarse, no tanto por el cansancio, sino, por lo que entiende que estaría involucrado, tal vez.

- No insulto, chico, sólo quiero afirmar que es la educación el asunto que más daño ha sufrido. Tampoco debo generalizar. Les cuento un caso patético que encontré en mis andanzas buscando a tu padre, Shillico…

- A ver cuenta, tío –ambos me piden con mucho interés.

- Es el caso de un señor, de 42 años, separado de su esposa, profesor de filosofía y ciencias sociales, ganándose la vida desde hace dos años como datero. Recuerdo bien lo que me dijo: “me rajé el lomo estudiando cinco años para poder ser un profesional de provecho, y mira en donde estoy ahora”.

Me doy cuenta que me enfrasco cada vez más y Papashu no ha terminado con la segunda parte de su historia; por eso es que oriento la conversación hacia la combi, el cobrador, el datero. “Shillico, quiero saber que pasó aquel día fatídico del tiroteo de los delincuentes con la policía”, casi grito en mis adentros.

- Es que el hambre no respeta ni a los doctores, tío; y no hay trabajo. Yo he visto a muchos robar porque ya no pueden más…

- La pobreza te puede empujar a obrar mal, porque es más fácil hacer el mal que hacer el bien. Por eso se necesita valentía para vivir honradamente, aunque pobres; por cierto que es más fácil para los jóvenes dedicarse a la delincuencia y a la droga. Por eso a ustedes los felicito, porque han apostado por el amor. Si todos optáramos por el amor derrotaríamos la maldad. Tú estás, Papashu, trabajando no interesa de qué, tu novia si no lo está haciendo, está buscando; por favor, no pierdan oportunidad de seguir estudiando también.

- Claro que sí, tío, gracias; pero tienes que ayudarnos a salir adelante. No sé cómo ocurrió el milagro de conocerte, tal vez es obra de mi padre que está en el cielo. Felizmente yo estoy chambeando. Creo que ningún trabajo es humillante.

- ¿Por qué ha de ser humillante, mi amor? –Interviene su novia- Un “dateador” gana casi S/1400 al mes descansando cinco días.

- Eso es mucho más que el sueldo promedio del profesor universitario, el profesor de escuela gana un poco más de la mitad de esa suma, un cajero de banco no llega a ganar 800 y un policía gana casi igual que el maestro de escuela -intervengo nuevamente.

Doce del día. Llegó la hora de ir a la universidad a dictar clases. Todavía me he quedado intrigado… “¿Shillico chico habrá sido controlador antes de ser cobrador?”, pues, en mi recorrido, tras los micros y combis y sus paraderos, ningún controlador me manifestó que de “datero” se había pasado a cobrador; pero sí, era común, que ocurriera al revés. Eso fue el caso de Edgar, a quien conocí en el cruce de la avenida La Marina con Riva Agüero. Antes de ser datero él fue cobrador de la misma línea para la que ahora trabaja pagando S/1.50 por su permanencia en el puesto, “por eso a veces me recurseo como albañil y también como chofer; estos trabajos los alterno cuando hay oportunidad, me contaba. De controlador trabaja de tres de la tarde a once y media de la noche, por una “propina que a duras penas me alcanza –dice él- para mantener a mi esposa y a mis dos pequeños hijos; aunque no tengo contrato con las líneas para quienes laboro, ni recibo beneficio social, es el mejor trabajo que hasta ahora he encontrado para sobrevivir”.

- Hay de todo, tío, en la chamba de la marcación y la cobrada.

- Cuéntanos, Shillico…

- Conocí a un pata de la línea 48 que antes trabajaba como mozo en el Gran Hotel Shera. Dejó esa chamba porque le metían siempre como empleado nuevo, para no reconocerle sus beneficios. Entonces, con lo que le pagaron cuando salió de su chamba más sus ahorros compró una combi de segunda, contrató un chofer y él se puso a cobrar; pero vio que controlando se ganaba más y se puso a datear. Pero no aguantó la chamba y se enfermó, el tío, cuando se sanó, regresó de cobrador.

- Cómo fue tu caso, Papashu.

- Yo antes de ser cobrador, fui datero. La ventaja de este oficio está en que nadie te friega.


- Pero, amorcito, a cambio de soportar el humo, la contaminación, el frío, el hambre, la sed, las ganas de ir al baño, y sobre todo el peligro como lo has pasado tú, mi cielo.

- Sí. Claro, claro. Cuando ocurrió aquel tiroteo de miér… yo estaba de controlador, por eso sé cómo es ese negocio. Ser datero independiente resulta más beneficioso porque no tienes que pagar a otro una parte de lo que ganas; aunque al principio algunos cobradores no te dan nada, pero yo estuve mejor que antes, cuando era lavador de carros.

- ¡Precisamente porque le hirieron es que se puso de cobrador! Así saca menos plata, pero es más suave la chamba, ¿no amorcito?.


- Así es. Yo fui datero independiente, un “soplón” como nos dicen, pero es mejor, porque no tienes que pagar a otro, parte de lo que ganas. En cambio sí, los controladores que trabajan para una empresa contratados en forma directa o a veces mediante “servi”.

- Services.

- Al principio no me daban nada; pero, aún así, como marcador, estuve mejor que lavador de carros, pues lo que ganaba no me alcanzaba para comer.

- Dime, Cirilo, finalmente, ¿cómo fue que te pusieron el nombre de “Papashu”?

- Cuando ese inocente cobrador que murió… ¿Sabes quien fue, no tío? …

- ¡No me digas que fue el señor que se retiró de mozo del Gran Hotel Shera y compró su combi de segunda! -repliqué con aire de incrédulo y asombrado.

- Sí, tiocito. Su chofer se compadeció de mí, y me llevó al Hospital de Emergencia. Cuando me dieron de alta él pagó mis gastos, me dijo vamos a mi casa hasta que te mejores, y yo le dije: ¡GRACIAS PAPACHO!… así agradecía mi padre a la gente buena.

El chico enmudeció por unos minutos. Nuestros ojos se bañaron de lágrimas. Shillico chico infló su pequeño pecho de pichuichanca, pero esta vez para soltar un hondo y tembloroso suspiro, antes de levantarse de su asiento.

Nos paramos. “Gracias, muchas gracias”, “gracias tío”... “De nada”. “Los quiero chicos, como si fueran mis hijos”. Llamé al mozo para pagar la cuenta. A Shillico chico le faltó contarnos cómo se vino dejando a su madre y a su hermana. “Será la próxima vez”.

Doce del día cinco minutos del ocho de octubre del 2004. Salimos de El Torito por el jirón Ayacucho hasta el cruce con el jirón Doña Delmira. En la esquina, un bello surtidor de agua derrama el cristalino líquido a través del cántaro de barro en brazos de una surcana de antaño. Al pie, otros cántaros adornan la pileta y, detrás, una parra da vistosidad a la acogedora esquina. Cruzamos la vereda para ponernos al costado de aquel escenario.

Un sol intenso cae en la esquina entre la avenida Ayacucho y la calle Doña Delmira. Los chicos, tomados de las manos, abordan “El Rápido” que sube por Ayacucho.

Yo bajé por aquella avenida, a pie, envuelto en una extraña soledad, con la mente y los pasos chamuscándose en el sol, mientras rumiaba en silencio olvidados ritmos que, cual nenúfares, flotaban en mi memoria desde Chuclus chanca llamellina hasta Hava Naguila. Aún me encuentro frente al mar barranquino con mi pensamiento en aquel titular del diario chicha:

Durante tiroteo con delincuentes tombo voló cabeza a cobrador de combi. Cirilo Fernán, amigo del occiso, resultó gravemente herido”.

Inmediatamente me puse a buscar a mi amigo Shillico. Después de varios meses encontré a su hijo. Él también se llamaba Cirilo Fernán, como su padre, y gritaba desde una combi “¡TODO MARINAFÓCETAEROPUERTO SANTAROSAPACASMAYO”.

WALTER VIDAL TARAZONA

* * * * *

1 Hermosa laguna antes del túnel de Cahuish; sus heladas y tranquilas aguas cambian de color al ser observadas de diferentes ángulos, según nuestra situación en las curvas de la carretera que se culebrea antes de introducirse a dicho túnel.

2 Bellísima perdiz silvestre, de color gris el cuerpo y blanco con negro la cola; vive en las alturas cordilleranas, sale de su covachita para alimentarse y tomar sol entre los ichus.

3 Gorrión.

4 Exquisita papa arenosa cocinada en fogón de leña.

5 “Garaco”, “pituco” en su versión serrana, es antónimo de cholo o indio; es el blanco adinerado.


IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN DE LOS LIBROS:


"PALPITAR DEL ANDE. RELATOS Y POESÍAS"

Y "POMABAMBA, CIUDAD DE LOS CEDROS"

CLUB ANCASH - LIMA

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)







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