martes, 9 de agosto de 2011

9 DE AGOSTO: DIA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS - PLAN LECTOR: HUELLAS DE UTOPIA - POR DANILO SANCHEZ LIHON

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INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA, INLEC DEL PERÚ, Y

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina


AGOSTO:


MES DE LOS NIÑOS,
LAS COMETAS, EL DEPORTE
Y LOS PUEBLOS ORIGINARIOS

SÁBADOS 7 PM

CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS SOBRE CULTURA ANDINA

Aula Capulí: Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República

Ingreso libre.

Se agradece su gentil asistencia

Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860

planlector@hotmail.com


CALENDARIO DE EFEMÉRIDES:

9 DE AGOSTO

DÍA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS


PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA

HUELLAS DE LA UTOPÍA


Por Danilo Sánchez Lihón

1. Dieron gracias a Dios

El 12 de octubre del año 1492, cerca a las dos de la madrugada, a la luz de la luna, Rodrigo de Triana desde su puesto de vigía, en la cofa de la carabela la “Pinta”, avizoró “una cabeza blanca de arena”. Demoró unos minutos en dar aviso, considerando la significación del asunto y a fin de no crear una falsa alarma.

¡Habían esperado tanto esa evidencia y ese momento, que la vida de todos dependía de ese hilo! Cuando tuvo la plena evidencia, después de aguzar la vista varias veces y todo el tiempo que consideró prudente, dio un grito que estremeció hasta la última bodega de la nave. Fue el grito de “¡Tierra!”.

La expedición de tres carabelas, que había partido del Puerto de Palos, en España, 75 días antes, llegaban así a lo que hoy es América, tocando la isla de Guanahaní, del archipiélago de las Bahamas, territorio que Colón denominó El Salvador.

El día anterior se había avistado sobre las aguas del océano una caña, un palo labrado y, después, una rama de espino cargado de frutos; vestigios que a la tripulación les hizo abrigar la esperanza de que estuvieran próximos a alguna costa.

Incluso, en la medianoche el Almirante pareció divisar una luz en el horizonte. Llamó a sus tripulantes, rezaron una Salve y dieron gracias a Dios.


2. Llorando de alegría

El grito de Rodrigo de Triana fue agudo y urgente, además, porque le correspondía un pago de por vida por haber sido el primero en avistar suelo firme, después de pasar días, semanas y meses contemplando solo el oleaje monótono e incierto del mar.

Debía recibir por su anuncio una pensión vitalicia de 10,000 maravedíes, fijada por los Reyes Católicos, estipendio que nunca pudo cobrar porque Colón adujo haberla divisado primero, y después porque nunca estuvo inscrito en los padrones de tripulantes que se embarcaron en la nave.

Este hecho simbólico, el primero que se registra en el Nuevo Mundo, recién descubierto, adquiere especial significación porque grafica aquellos aspectos que se trajeron y no son propios de nuestra cultura: la ilegalidad y el abuso de poder.

Las naves arriaron las velas y se quedaron al pairo esperando que amaneciera. Dentro de ellas hubo fiesta y regocijo. Al alborear el día se acercaron en dos lanchas a tierra a tomar posesión.

Colón y algunos tripulantes iban en una lancha y los hermanos Pinzón en la otra, portando banderas españolas desplegadas. Saltaron a tierra y cayeron de rodillas, besándola y llorando de alegría.


3. Nítido y vigoroso

Mientras, una multitud de nativos de rostro bondadoso, completamente desnudos, de piel cobriza, “del color de los canarios”, anota Colón en su Diario. Altos de estatura, cabellos lacios recortados a la altura de las orejas, con los ojos extasiados por lo que veían, de facciones muy agraciadas, según insiste Colón, los contemplaban con asombro.

De este modo la aventura humana más extraordinaria y portentosa de todos los tiempos, sólo superada en su hondura y trascendencia, por el tránsito terrenal de Jesús de Nazareth, alcanzaba su punto culminante sobre la faz de este mundo.

Diversas denominaciones ha tenido la conmemoración de este suceso. Desde la visión eurocentrista, de “Descubrimiento de América” o “Día de la Hispanidad”, hasta la denominación conciliadora adoptada a partir del Quinto Centenario de la efeméride, cual es “Encuentro de Dos Mundos y Dos Culturas”.

En Capulí, Vallejo y su Tierra hemos convenido en llamarlo “Resistencia Cultural y vigencia de la utopía”, porque lo que importa de todo esto es la vigencia de nuestra cultura y el mundo que con ella podemos construir en el porvenir.

Porque después de aquella experiencia de expolio y dominación, el mundo andino existe nítido y vigoroso no solo como presencia asombrosa en lo geográfico y natural, sino como una epopeya sobrecogedora en lo vital, cultural y ético.


4. Inmensa identidad

Mundo que la cultura occidental no ha podido destruir, abolir ni exterminar, pese a que ello ha sido y sigue siendo el propósito e intención, representada en aquel tiempo por la corona española.

Poderosísima en la época de la colonia, instituyendo como política de estado lo que se denominó “destrucción de idolatrías” y después, con los modelos hegemónicos de los sucesivos imperios que han continuado en el dominio del orbe.

Pero tanto o más que ello es que ha sobrevivido a la actitud de las sociedad criolla en la época republicana que la ha tratado con despiadada crueldad; y sobrevive a las actuales políticas de dominación y enajenación de identidades que ejercen las metrópolis de poder del mundo entero.

Todo esto con medios e instrumentos subliminales ya sea a través de la política económica neoliberal, que agarrota y expolia a las poblaciones principalmente rurales, ya sea a través de los medios de comunicación. O ya sea con la globalización asfixiante en todo orden de cosas.

La supervivencia del mundo andino ante estos acosos solo puede ser explicada por la fortaleza de su inmensa identidad, su consustanciación profunda con la naturaleza y por su consistente escala de valores, tan enraizados y profundos. Por más que se ha intentado aniquilarlo dicho mundo pervive y seguirá existiendo, incluso a pedacitos.


5. Mayor plenitud

El despojo y coerción infames con que se lo ha tratado, y se lo sigue tratando, la horrenda miseria de que es víctima, la inmisericorde explotación con que se lo castiga, no han podido hasta ahora destruirla. Si ha sido así –como dice un huayno ayacuchano– “ya ni la muerte podrá matarla”.

Sin embargo, hay algo que toca a la clase intelectual y artística de la que formamos parte, cual es que hace algunas décadas había una actitud de adhesión y fervor plenos por dicho universo. Pero, de un tiempo a esta parte hay una corriente de olvido, desestimación y desapego respecto al mundo andino.

Décadas atrás dicha realidad era valorada y tomada en cuenta sobre manera; se apreciaba y cultivaba lo andino en el arte, al contrario de lo que ocurre ahora.

En la actualidad se ha encumbrado y enquistado en los medios de comunicación y en los organismos e instituciones que reciben los mejores estipendios una corriente ostensible de rechazo y manifiesto desprecio hacia lo andino y ancestral peruano.

Pero, refiriéndonos más bien a quienes trabajamos en el campo de la cultura, ¿no debiéramos en el presente y futuro encontrar formas de hacer valer más y mejor la presencia del mundo andino para iluminar y fortalecer nuestras vidas a fin de que ellas alcancen mayor plenitud?


6. Herencia gloriosa

Ahora bien, el mundo andino es construido, cultivado y decantado pacientemente, en época de los incas.

Y esto hasta en su aparente primitivismo y naturalidad, como ocurre en el aspecto del lenguaje en el sentido de la oralidad.

Alcanzó en la mayoría de sus expresiones un refinamiento aparentemente natural pero muy vasto y profundo en lo esencial, como ocurre en el plano del lenguaje, que se elaboró concientemente, con serenidad y armonía.

Quiero decir con esto que dicha cultura es el resultado de un proceso muy arduo de elaboración, perfeccionamiento y sutileza.

No surgió por generación espontánea ni casualmente, sino que es un producto cultural que abarca lo educativo, científico, artístico, religioso, moral.

Es un modelo prolijo y sutil. Cultura que evidencia y revela una visión muy vasta, profunda, original y refinada de las cosas, plena de sabiduría y acendrada virtud. Mundo que ahora nos pertenece y tenemos en dicha cultura una herencia gloriosa y un destino acrisolado por cumplir.

Y este es el campo en el cual labora, y se consagra a relievar, el movimiento cultural Capulí, Vallejo y su Tierra.


7. Revalorización de la oralidad

Quizá por eso pervive, porque no es endeble ni bárbara. No es su estado el de una expresión ingenua ni silvestre.

Su conformación y estructura se enraíza totalmente con la realidad natural, geográfica, ambiental y hasta cósmica. Su aparente naturalidad es arte. Es producto de una elaborada decantación.

Es una acumulación muy quintaesenciada de experiencia y pensamiento, que por el hecho de no haber quedado registrada en escritura pareciera no existir, ni tener valor.

Ello se debe a que tenemos el defecto, muy europeo, de que si no existe registro en código de escritura entonces no es serio, no es válido, es nulo, no existe.

Por esta razón es muy importante en dicha perspectiva la revalorización de la oralidad. Observemos lo siguiente: en la ciencia incaica no hay escritura, situación que ha motivado una injusta apreciación.

Esta resume en el prejuicio de creer que los antiguos peruanos no tuvieron ciencia siendo dicho conocimiento, en manos de los incas, el más avanzado del mundo en todo orden de cosas.


8. Política de estado

O, sino, ¿cómo explicar los portentos que se alcanzaron a realizar aquí? ¿Cómo considerar las evidencias en todo orden de cosas y que suponen un dominio absoluto de los procesos hasta de ciencias recientemente descubiertas, como la genética?

¿Cómo explicarse los logros conseguidos en ingeniería hidráulica, agrícola, construcción de edificios, industrialización de alimentos, medicinas, ingeniería genética, a tal punto de haber procesado cromosómicamente frutos como la papa?

Este fruto, teniendo como base y punto de partida un tubérculo venenoso se lo trasformó científicamente en uno de los principales alimentos de la humanidad actual, distinta a la ciencia occidental que con los productos transgénicos más bien daña y pervierte, en este caso la papa, quitándole sus valores nutritivos.

Además, los Incas no es que desconocieran la codificación de la palabra en grafías, como eran los “quilcas”, sino que analizando el peligro que la escritura acarreaba en la deformación de las actitudes humanas y hasta en las cosas, desligando las ideas de la realidad y la vida natural, con el consecuente peligro de la enajenación del conocimiento, por un lado, y la perversión de la vida, por otro, la obviaron y descartaron.

Tal como lo hicieron también los dos grandes maestros de la cultura occidental: como son Sócrates y Jesús, solo que en el incario lo que era bueno no constituían voces aisladas sino que se hacía de ello política de estado.


9. Ese frescor

Hay informaciones sobre esta decisión, que ocurriera en la época del reinado del Inca Túpac Cauri, cuando ocurre este rechazo a la escritura, a fin de evitar que la ciencia construya un mundo paralelo al de la realidad.

Pero, más aún: un mundo contradictorio al bien común; y se volviese oscura, críptica, y sobre todo que se confrontase con la vida deformándola, y se volviera propiedad de unos pocos, como ha ocurrido con la ciencia occidental.

Los Incas desestimaron la escritura en aras de la vida auténtica, para mantenerla incorruptible y evitar lo que acontece ahora, que se la antepone como privilegio y propiedad privada y se lucra con ella como condición para afrontar los problemas reales, como el de la salud.

Ahora bien, cabe señalar que al advertir estos hechos no se trata de preconizar la vuelta al pasado, sino ser concientes de estos hechos y encontrar una debida orientación a los diversos elementos culturales, a fin de solucionar los desafíos del presente.

El mundo andino viene a ser pues una acumulación de experiencias, una manera de conceptuar la vida que corrigió a tiempo deformaciones a fin de no perder espontaneidad y correspondencia con la vida.

Ese frescor, esa manera resuelta y coherente de insertarse con el mundo natural, vendría a ser la decantación de un proceso histórico muy complejo. De los que se trata ahora es de cómo volver a conectar con dicha tradición.


10. Un don

Y es que el mundo andino tuvo que enfrentar a exigencias abrumadoras. Uno de ellos el espacio vasto, grande y hasta infinito en que vive el hombre en estas latitudes.

Esa vastedad que a su vez es aridez y abruptuosidad, se la encuentra por todos los caminos, en donde los horizontes se abren y en donde el hombre pareciera estar solo en el universo.

Así, pareciera ser, en estas circunstancias que es el único ser que habita sobre el universo es él. La comunidad está lejos, allá, arriba o al fondo de la cañada.

Ahora bien, hay soledad en el mundo andino, pero soledad fecunda, energizante. Soledad en armonía también al acendrado sentido de comunidad que alcanzó a desarrollarse aquí.

Quizá ésta sea, la de nuestra cultura ancestral, la verdadera soledad. Y la verdadera soledad entonces sea buena y constituya un don.

Porque, poética y existencialmente es necesaria, como puede serlo situarse frente al panorama grande, vasto, infinito, casi cósmico, pero a la vez alumbrado todo ello desde una conciencia personal de superar aquella provocación alentando el espíritu de solidaridad.

No es el mundo andino apretujado ni congestionado como es la imagen y la esencia de la ciudad contemporánea. No es índole ni característica de este mundo, la masificación.


11. Retos y desafíos

Todo lo andino es vasto, inconmensurable abierto, dando lugar así a una toma de conciencia trascendente de la realidad.

¿No es digno entonces de tomarse en cuenta esta especie de desafío del hombre andino ante tanto absoluto, como por ejemplo lo es la soledad?

Tenemos no solamente la sensación sino la comprobación de cómo el hombre andino afronta de manera tan directa la soledad. Y la absorbe y la insume, la incorpora dentro de lo que es su expresión, su cultura y su trabajo.

Este asunto puede ser incluso demoledor para culturas más recientes y débiles, o menos fuertes ante la soledad, ante la vastedad y lo absoluto, pasando de lo inhóspito del suelo a lo inhóspito de la existencia. Y, en esto, haciéndose fuerte e inmenso.

Tanto es así en el hombre andino que este se convierte en un ser que trabaja con estos elementos, como con otros, y solo escojo este detalle de la soledad para dar un ejemplo.

Como también está lo cósmico, lo inconmensurable y lo absoluto, que finalmente lo ha incorporado a su concepción de la vida y el mundo.

Todos estos retos y desafíos, que son absolutos existenciales, el hombre andino los ha asimilado y los ha incorporado a su manera de ser.


12. Protección de la vida

Otro factor y otra presencia que conmueve mucho en el mundo andino es la ternura y el contraste aparente de ésta con aquello que comentábamos antes, cual es la soledad.

Y con todo aquello que aparenta ser abrupto, por lo menos en relación al territorio, a las montañas, a lo que es la apariencia física del medio ambiente.

Y la pregunta que surge entonces es: ¿cómo puede dar lugar a voces tan entrañablemente finas y tiernas una realidad aparentemente tan hostil y tan hosca?

Dentro de esa fragosidad, muy pocas culturas tienen el privilegio de mostrar una ternura tan honda y acrisolada como es la cultura andina.

Y la ternura representada en la mujer niña o madre. Y madre en la acepción no biológica de procrear sino de proteger.

Maternidad que acuna y resguarda de tanto abismo, de fosa cósmica, de huecos negros porque el precipicio de los andes no sólo está hacia abajo sino, y sobre todo, hacia arriba. Y como tal es más hondo, casi inacabable.

La ternura incluso, y quizá como compensación ante la naturaleza árida y despiadada, como contraparte y oposición a lo arisco y abrupto, como protección de la vida ante tanta inclemencia.


13. Fin civilizador

Relacionado a todo esto que venimos hablando, otra faz que aparece vinculado a lo andino es la del dolor, la máscara de la pena y el rictus del sufrimiento es nuestra marca, debilidad o capacidad, carencia o fortaleza ya casi proverbial y hasta definitoria de lo que es ser peruano.

Tanto es así que se identifica, a ambos referentes, peruano o andino, como un mundo de padecimiento, congoja y aflicción, casi consustancial a lo que es ser humano aquí y ahora.

En estas regiones, incluso la nostalgia y el desgarramiento anterior a la época prehispánica están presentes, pero al lado de ello curiosamente el espíritu de fiesta sagrada.

Esta capacidad de sufrir es a su vez la aptitud y hasta bendición de tener condolencia, que se hace tan evidente incluso en el arte; aquella noción y visión de saber sentir adhesión por el que sufre y finalmente solidaridad.

No es acaso como algunos piensan, un elemento de la conquista que se nos haya agregado a lo que es ser andinos, porque está en nuestra música y en todas nuestras artes antes de la conquista, aspecto que se sitúa como una sabiduría de vida antes que como una desgracia episódica.

La tristeza incaica mi padre la explicaba a partir de los mitimaes que eran arrancados de sus terruños a fin de cumplir un fin civilizador.

El dolor y el sufrimiento son factores consustanciales en César Vallejo y en José María Arguedas, los representantes más genuinos de nuestra cultura, pero los suyos son dolores sociales, históricos y ontológicos antes que efectos de sus peripecias biográficas.


14. Aquella virtud

Precisamente, con ser tan estupendas y portentosas las obras materiales que se hicieron aquí, es sin embargo la solidaridad el aporte más importante del mundo andino a la cultura universal.

Es aquel sentido colectivista del hombre en el Tahuantinsuyo, aquella hermosa epopeya que es la comunidad humana, no solo la familiar, vecinal o regional, sino la del hombre como totalidad, el aporte más valedero de nuestra cultura a la civilización.

Es decir, la utopía ya realizada de desayunar un día todos los hombres juntos. Es nuestra celebración. ¡Qué extraordinario que nuestra cultura sea representativa de lo que es la solidaridad como un valor supremo!

Porque aquí, como en ningún otro lugar del planeta se la practicó como política de estado y también como actitud cívica, natural y cotidiana de la gente.

Aquí no había hombres buenos y otros malos. Unos bendecidos y otros condenados, unos ungidos y otros rechazados.

Esa utopía aquí ha sido pan del día. Sería interesante rastrear cómo es que se ideó, implanto y cultivó aquello.

¿Qué fue lo que inspiró e hizo posible para que surgiera, creciera y se estableciera aquí de manera tan propia, fuerte y luminosa la reciprocidad y comunión humana?

¿Qué condiciones se dieron para que prosperara aquella virtud tan difícil de brotar, crecer y fructificar?, son preguntas pertinentes que valdrían ser el centro de nuestra reflexión.


15. Un prodigio cultural

Tanto es así que a los cronistas de la conquista lo que más les impresionó en su encuentro con las diversas manifestaciones que veían a su paso al ingresar a nuestro territorio y al adentrarse en nuestra cultura. Son los bienes y edificios que tenían un fin social como fueron tambos, puentes y caminos, los terrenos de cultivo y las obras de ingeniería dedicadas al bienestar de la población.

Además el no encontrar aquí ni un solo mendigo, ni un solo desocupado, ni un solo vagabundo ni esclavo, ni una sola meretriz. No hallaron a nadie que se quedara un día de hambre, desprotegido o en soledad, en el sentido de abandono o desolación. Nadie aquí era un desposeído o un desheredado de la tierra. Todo ellos fue gracias a una avanzada concepción filosófica, mística y religiosa del mundo y de la vida, gracias a un hondo trabajo de reflexión y praxis social bien conducida.

Porque, ¿cuánto costó a Europa, por ejemplo, la concepción de los Derechos Humanos? Ríos de sangre, pues de ese color se tiñó el rió Sena en los días de la Revolución Francesa. Aquí, fue logro de los amautas ¿Qué características y claves secretas tenía entonces la educación incaica para garantizar dicho orden?

Valores como la solidaridad y el actuar de manera colectiva, entre una y otra persona, entre uno y otro grupo social, entre una y otra región, era lo que se ponía de manifiesto. El reconocerse y ser hermanos en todo, aquí se lo practicó de manera ostensible, haciendo de ello el eje de la organización social es un prodigio cultural sin ningún parangón en la cultura universal.


16. Ámbito esencial

Surge entonces inatajable la inquietud: ¿Como hacer ahora para recuperar un hecho tan significativo y sorprendente como es el colectivismo andino?

Dichas huellas que están en nuestra propia genética ¿cómo hacer para continuarlas y darlas esplendor? ¿Cómo hacer para que dicha realidad cobre total y plena vigencia?

¿Cómo hacer para que dicha realidad, que se mantiene en una situación innegable de pobreza material y de riesgo incluso de supervivencia, revierta y pudiéramos manejar la situación como para que alcance lo que lograron los incas?

¿Cómo ser una alternativa original y viable en el marco de la globalización? ¿Cómo hacer para que pese a los valores que contiene no siga dicho mundo en una situación de atraso?

Y, finalmente, ¿cómo hacer para que las desventajas del mundo andino, frente al sistema imperante, se torne en algo que pudieran ser más bien aspectos promisorios?

No olvidemos, de otro lado, que el mundo andino, además de ser cuna y ámbito de valores, es espacio y tiempo donde vibra y es latente la utopía, ámbito esencial en nuestra cultura, que ella es quien la guía y orienta.


17. Mundo de alborada

Utopía que aquí no es gratuita, que aquí no es delirio, ni éxtasis, ni alucinación, evanescente o etérea.

Que aquí no es materia o sustancia que flota dislocada en el aire, sin ninguna relación con la realidad.

Utopía que aquí es consustancial al hombre, es de vida o muerte; materia telúrica, terrígena e inherente a las relaciones efectivas de trabajo, de conciencia y relaciones coherentes y cotidianas de hombre y naturaleza.

Incluso –como la papa– este es un aporte que le hemos dado a Europa: la metáfora del mundo nuevo nació aquí, entre nosotros, de fundar algo distinto a las calamidades, persecuciones y pestes que era lo mas frecuente que ocurriera en el viejo continente, incluyendo el oscurantismo, la nigromancia, la hechicería, que ahora tratan de endilgárnosla a nosotros.

No creamos eso, el nuestro ha sido siempre un mundo de alborada, de saludo matinal al sol, de ofrenda a los apus. Los nativos eran seres sin taras ni dobleces, tanto que al ver esto el europeo vuelve a soñar aquí en un mundo nuevo. Nos toca entonces reivindicar la utopía y luchar porque sus valores sean vigentes y se forje con ella un mundo mejor.


18. Orla en la frente

Como cultura estamos signados por el compromiso de idear siempre un mundo mejor, elemento que está inserto en nuestra genética histórica y biológica e implícito en nuestro ser cultural.

Somos un sueño de nosotros mismos que abarca a todos los demás, en donde incluimos a los europeos, escépticos y decepcionados de ellos mismos, que aquí volvieron a soñar en un mundo redimido.

El nuestro es, por lo menos, el ámbito de la ilusión y tierra del anhelo, impulso y acción por forjar un mundo nuevo.

Fuimos un mundo de promisión que ahora parece un sueño, pero las huellas han quedado, están en nosotros mismos, se trata de hacerlas evidentes y seguirlas; tenemos siquiera esa orla en la frente de lo que fuimos, en contraste a este mundo protervo que se ha instalado ahora pero que es un deber cambiarlo y ojalá que de raíz volverlo a construir.

Por eso, es válido recordar aquella esencia, el de la utopía, como comparación y reto frente a ese orden actual inicuo y nefasto.

Sistema que ha instaurado el imperio de la usura, la usurpación y el despojo, representada en la corrupción generalizada que brota por doquier.

Emerge como una pus no de un país determinado sino como característica general del modelo de sociedad, economía y de vida capitalista.


19. Un despertar cultural

¿Y desde la literatura, o más concretamente desde la poesía, qué podríamos hacer?

En primer término, lograr que nuestra voz sea coherente con ese mundo.

Que, además de poder interpretar mejor esa realidad, se concrete en plasmar obras que se inspiren en ellas, y que tengan buena y ojalá que excepcional calidad.

Y muchas otras perspectivas se podrían avizorar desde la poesía o desde el trabajo literario a fin de poder contribuir a la forja de una lúcida y renovada utopía andina.

Luis E. Valcárcel fue el anunciador de una «tempestad en los andes» que podría graficarse como un arrasamiento, una especie de descuelgue de piedra y lodo.

Pero aquella avalancha andina, que algunos están tentados de identificar como una revolución violenta, se la puede concebir como un despertar cultural, como un camino de liberación por el ámbito de la cultura.

Y no como una corriente devoradora de avasallamiento de huestes en lo político militar destructoras.


20. Haberlo vuelto sabiduría

¿Cómo entonces orientar un magisterio, una prédica y una acción concreta en este campo en donde el centro y la esencia sea la cultura?

Hay una imagen que me gusta apreciarla, cual es la del viento que limpia, que sana y que purifica. Y que además vive, serena y no dispersa.

¿Podría ser el viento una imagen que elijamos dentro de esta perspectiva de tallar y forjar la utopía andina?

¡Sí! Porque el mismo viento nos relaciona también al cóndor, con una fuerza y una energía que podría ser esa integración y esa especie de expansión o vibración.

El vuelo del cóndor es un símbolo que había perfilado el hombre andino, en donde se resumen algunas cualidades que podría tener esta opción de nuestro destino.

Y, por ahora, de nuestro trabajo cultural en el presente y el futuro, a fin de apuntalar en la consecución y concreción de aquella utopía andina.

Mucho más podríamos decir del cóndor en relación a su vuelo, a su mirada, y a su capacidad de abarcar mundos diversos.

Pero todo ello con una armonía y un temperamento de solidaridad y de ternura, en el marco de esa especie de haber insumiso el dolor más hondo y haberlo acrisolado, de haberlo vuelto sabiduría, fraternidad y solidaridad humanas que es el legado más preciado a la vida y al mundo.

Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

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