viernes, 17 de mayo de 2013

LA TÍA DEL SEMINARISTA - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)




L A  T Í A

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Relato mecanografiado, tal como fue narrado por un ex seminarista, a mediados de septiembre de 1981, a orillas de la laguna de Conococha.

Estaba a punto de viajar a Huaraz para estudiar en el Seminario de Los Pinos, cuando mi collera me sorprendió con una fiesta de despedida. A la reunión acudió una chica que había venido a postular a la Escuela Normal de la provincia. Trigueña, de ojos vivaces, alta, de piernas torneadas... Sin ser una beldad tenía generosos argumentos a la vista, por lo que traté de hacerle conversación:

- Hola, ¿veo que eres nueva en el pueblo?

- Sí, he venido a tu despedida con una amiga, estaré una hora solamente, no quiero incomodar a la familia que me está hospedando.

Después de unos tragos dulces bailamos agilitos: "Santa Bárbara", "San Lázaro", "Qué Viva Changó" y otros tesoros musicales cubanos. Ya cuando nos movíamos lentos al compás del bolero "Poema", interpretado por los hermanos Arriagada (Chile), me habló al oído:

- Bailas bien, ¿tu chica debe estar contenta contigo?

- Si tuviera una chica serías tú -le contesté, parafraseando el verso universal de Bécquer.

Se apretó a mi pecho y sentí latir su corazón a punto de taquicardia, motivando que bese sus labios con ternura.

- Cuidado, pueden vernos, no seas apresurado -la melodía llegó a su fin.

Luego de una amena charla con los ofererentes agradecí el gesto y salí con ella rumbo a su  alojamiento. Cuando llegamos, bajando la voz, susurró:

- Parece que duermen, entremos al pasadizo para despedirnos.

Entramos, todo estaba oscuro, sólo la luna coloreaba moribunda la noche pecadora, nos besamos y empezó la diversión... En el éxtasis empujé un balde de hojalata que rodó con ruido delator, motivando que la luz de un candil ilumine el corredor, y no tuve más remedio que interrumpir el jolgorio y salir embalado, dejando a Cupido a merced del frío de la medianoche. Al amanecer me fui a Huaraz.

Cuando volví al pueblo en las vacaciones de medio año no encontré a mi amada postulante, había desaprobado el examen de ingreso a la Escuela Normal, quizá de tanto pensar en mí, y retornó a su  terruño.

Cinco años después fui a realizar mis prácticas espirituales en una capilla del Callejón de Huaylas, cerca del lugar donde vivía mi tío Cornelio, quien al verme caminando sin rumbo me ofreció posada en tanto conseguía una casa pensión.

Recuerdo, fue domingo después de la misa de 7. Al entrar a la casa de mi tío la sorpresa fue de infarto, pues su conviviente era ella; sí, ella, la que postuló sin suerte a la Escuela Normal de mi pueblo. Mi tío nos presentó y besé su mano con clerical delicadeza. Se había convertido en una linda mujer de 23 abriles, más maciza que la adolescente que conocí en mi fiesta de despedida.

Las horas vespertinas pasaron con anécdotas familiares. Casi al finalizar la tertulia mi tío comentó que ella había vivido unos días en nuestro pueblo. Guardé silencio y luego me retiré a descansar con muchas preguntas rondando mi mente.

A las 7 de la mañana mi tío se despidió y salió de viaje a un poblado del Callejón de Huaylas, según me dijo al oído iba a visitar a una trampa por unos días. "Picarón", le susurré y me guiñó el ojo izquierdo. 
 
A las ocho bajé con sotana a desayunar. Acá el diálogo:

- No esperaba volverla a ver, menos convertida en mi tía.

- Te aclaro sobrino, la vez que conocí a Cornelio no sabía del parentesco contigo. Espero que guardes el secreto.

- Claro tía, no se preocupe - se levantó y salió del comedor.

Al cabo de tres días encontré una pensión a donde mudarme. Mi tío todavía no retornaba de su viaje al paraíso.

Como a las 9 de la mañana del día fijado para dejar la casa, mi tía entró a la habitación y se puso colorada al ver que sólo una toalla de manos cubría mi anatomía. En la radio cantaba Sergio Murillo que escuchamos embelesados: "Serás el agua en mi sed de amor y mi estrella en su fulgor, serás tibieza en mi soledad y la luz de la verdad. Jamás a nadie ya podré querer como a ti, tan sólo a ti. Serás rezó y religión..." Después que terminó la canción me dijo.

- Discúlpame la imprudencia, pensé que habías salido, menos mal que estoy con bata, vine por un libro de Filosofía.

- Te ves espléndida tía.

- También tú sobrino.

El estar en paños menores hizo que los decibeles de nuestros latidos suban sobremanera.

- Tía, tienes un hermoso cuerpo.

- Gracias Macario, eres muy galante, pero el hecho de ser mi sobrino no te obliga a mentir.

- No son mentiras tía, desde que llegué he tratado de reconstruir aquella noche y la emoción me embarga...

- Me voy sobrino, porque si me quedo de repente me olvido que eres seminarista... -y se marchó.

Llegado el momento de la partida decidí aclarar ciertas dudas. Toqué la puerta de su cuarto, un “pasa” autorizó mi entrada -ella estaba con un pareo de tul que dejaba traslucir los frutos prohibidos.

- Tía, ¿qué recuerda de aquella noche en el pasadizo de su alojamiento?

- Con esa oscuridad no recuerdo mucho ¿y tú?

- ¿Me permite acercarme tía?

- Me pones nerviosa sobrino, es mejor que te vayas cuanto antes a tu nueva pensión.

Entonces, mientras acariciaba su piel, recité los versos de José Ángel Buesa: "Fue mía una noche, locamente mía: me quema los labios su sed todavía".

Para mi asombro, casi murmurando, pronunció:

- Macario, amor mío, como nunca más estaremos a solas, cumplamos ese dicho aijino: ¡EN LA REPETICIÓN ESTÁ EL GUSTO!

Huaraz, SEP 81



Fuente:
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"El Juguete y Otros Cuentos..."



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