lunes, 28 de febrero de 2011

SENSIBLE FALLECIMIENTO DEL DILECTO CIUDADANO CHIQUIANO ARTIDORO MÁRQUEZ IBARRA

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Lima, 28 de febrero de 2011
y
HOLA SHAY:

Tengo el penoso deber de comunicar a la familia bolognesina, el sensible fallecimiento del dilecto ciudadano ARTIDORO MÁRQUEZ IBARRA. A nombre de la familia Alvarado Balarezo, las más sentidas condolencias a sus familiares, con la esperanza de que su legado de paz florezca por siempre en el corazón de nuestro pueblo.
E
VELORIO
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Velatorio del Hospital Militar - Cuadra 2 de la Av. De la Policía, altura de la cuadra 27 de la Av. Brasil (costado del Hospital de Policía) - Jesús María.
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SEPELIO
d
Mañana martes 1 de marzo en hora y lugar por confirmar.
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Con profundo dolor,
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Nalo

GRANDES MAESTROS: ALBINA ALDAVE ALVA - SALUDO DE CUMPLEAÑOS

. a

ALBINA ALDAVE ALVA

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Hoy, martes 18 de octubre del 77, Lima ha despertado perfumada de incienso, procesión y turrón. Dentro de unas horas mi hermano Felipe se graduará de Ingeniero.
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Viene a mi memoria el día que salió de Chiquián con su maleta llena de ilusiones para estudiar en el Colegio Guadalupe. Todos nos abrazamos y lloramos durante la despedida en nuestra casita del barrio de Jircán.
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Qué lejana parece aquella mañana, cuando desde Umpay vi que en la curva de Caranca solamente quedó la estela de polvo que el carro dejó, nublando mis ojos de nostalgia.
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Pasaron los años, y en el verano de 1971 Felipe ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde estoy iniciando mi segunda carrera.
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Cuánta agua ha pasado bajo el Puente del Ejército, cuántas veces lo hemos cruzado juntos, camino a la urbanización Ingeniería. Cuántos recuerdos vienen y se van…
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De niños, cada dos días, mi mamá encendía una vela a las cuatro y media de la madrugada (en ese entonces Chiquián no contaba con luz eléctrica), y se ponía a bordar manteles o zurcía nuestras ropas, mientras esperaba impaciente el sonido del claxon del camión de mi papá, anunciándonos desde la ceja de Caranca su llegada. Mi hermano y yo, cuidando que ella no lo notara, nos despertábamos a la misma hora y encendíamos una vela en el cuarto que compartíamos, y leíamos nuestros libros; fue así, en el silencio de la noche que aprendimos amar la lectura.

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También aprovechábamos de ese preciado tiempo para hablar bajito. Felipe me contaba lo mucho que aprendía de su maestra ALBINA ALDAVE ALVA, y lo feliz que se sentía compartiendo el Segundo Año “B” con sus amigos: Vicente Palacios Romero, Cuco Lastra Espinoza, Hugo Durand Silva, los hermanos Lucho y Carlos Rueda Balarezo, Leoncio Rivera Arana, Miguel Allauca Laura, Mario Yabar Lemus, Coco Saldívar Alva, Mario Díaz Valderrama, Francisco Carbajal Larrea, Víctor Gaitán Jaimes, Florentino Ramírez Ñato, Javi Zubieta Aldave, Dioge Bolarte Camones, Kique Pardo Cáceres, Avelino García Ortega, Bruno Lázaro Ranírez, Iván Leoncio Bolarte Sánchez, Kique Minaya Torres, Jesús Gervacio Castillo, Germán Pérez Lazo, Carlos Gamarra Calderon, Carlos Reyes Gamarra, Geroncio Antaurco Carmen, Adrián Teófilo Romero Gaitán, Eusebio Ramírez Ortega, Alberto Reyes García y Florentino Ramírez Ñato.
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Ya cuando sonaba el claxon, dormíamos unos minutos más, arropados por la tranquilidad de tener a papá en casa, lejos de los intrincados caminos, tan angostos y abruptos hasta Mojón en aquel entonces, y que de ahí hasta Chiquián todavía persiste.
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Oprime mi pecho el recuerdo de lo ocurrido para nuestras vidas el lunes 23 de diciembre de 1963. El día anterior llovió fuerte en Chiquián, pero no el 23. En horas de la tarde, un grupo de maestros jugaron un partido de fútbol en el estadio de Jircán. Al culminar el encuentro, don Fabián Cano Osorio, Director del 378, se acercó a mi mamá que estaba parada a mi lado en la puerta de la casa, y entablaron este diálogo:
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- Felicitaciones doña Jesús, su hijo Felipe ha ocupado el primer puesto en su aula.
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- Por favor don Fabián, no se burle, si tiene 13 en la libreta. Mis dos sobrinos tienen 17 y 18 en la Pre y no han obtenido diplomas.
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- No tengo explicaciones para dichos promedios, pero 13 es la nota máxima que pone la maestra Albina Aldave. 10 alumnos de su salón repiten de año, uno de ellos es sobrino de la maestra. Ella es muy justa.
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- Gracias don Fabián, que Dios lo bendiga.
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Mientras escuchaba cabizbajo, dos lágrimas -una de dicha y otra de dolor- humedecieron mis pupilas, pues Felipe, diez días antes había sido “desterrado” a la Puna para hacerle compañía a la neblina, llevando como único equipaje: mis libros y cuadernos del cuarto año de primaria que le heredé en vida, antes de su partida. Felipe, por alguna razón que no comprendí, no levantó la mirada cuando mi mamá lo reprendió por el 13.
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A las 8 de la noche mi papá llegó de Aquia y cenamos, callados: mis padres, mis dos hermanitas de 5 y 3 años y yo. Mi hermana mayor había viajado una semana antes a Lima a pasar sus vacaciones en casa de unos familiares del ala materna.
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Durante la noche no pude conciliar el sueño, sobre todo porque en el silencio nocturno la conversación de mis padres se oía clara. Estaban muy apenados por el "destierro". Ya en el desayuno nos dieron la feliz noticia de que pasaríamos la Navidad con Felipe. Alistamos nuestras cosas y a las 9 de la mañana surcamos Caranca. Todos íbamos contentos, llevando como regalo navideño una pequeña matraca de madera para el primer alumno, que no esperaba la sorpresa.

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Arribamos antes del mediodía a Tupucancha en plena granizada y mi mamá fue la primera en bajar del camión y, ante nuestro asombro corrió al encuentro de Felipe, que salió al escuchar los ladridos de “vilca”, y el llanto de ambos cubrió de dicha la Puna...
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Lima, 18 OCT 1977
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Dilecta Maestra Albina Aldave Alva, doña Ela García de Reyes, prima Marleni Alvarado Vicuña y amigo Miguel Ramírez Vicuña. Que Dios los bendiga con muchos años más de vida para felicidad de la familia chiquiana.



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domingo, 27 de febrero de 2011

AQUIA - "LA JERUSALEN DE ANCASH" - POR VIDAL ALVARADO CRUZ

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Aquia - Ancash / PERÚ


LA JERUSALEN DE ANCASH

Por Vidal Alvarado Cruz

Un típico valle serrano se extiende a ambos lados del río Pativilca, casi cerca de su nacimiento, a 10 Km de la ciudad de Chiquián, capital de la provincia de Bolognesi en el departamento de Ancash. Este valle anida al pueblo de Aquia que según los lugareños provendría de una voz quechua que significa “vaso de oro”. Tanto por encontrarse al fondo de dos picachos nevados, el Tucu Chira y el Quicash, que lo flanquean en oriente y occidente. Aquia es un lugar muy frío, donde prevalece el invierno acompañado por cortos meses de una primavera no exenta de repentinas lluvias, razón por la cual los pobladores de caseríos aún más elevados dicen que “Aquia siempre está llorando”. Sus casas se perfilan junto al río, extendiéndose de sur a norte; y en la zona central más densa, casi se juntan los cerros Jerusalén y San Cristóbal con sus grandes farallones que lo tornan brumoso, ambiente penumbroso que lo baña de melancolía.

Sus pobladores son descendientes de antiguos mineros, portugueses y españoles, que dieron lugar al mestizo actual con sus especiales características raciales, hombres y sobre todo mujeres de tez blanca adornada de chapas naturales que el viento helado y la tonificante brisa de la cordillera se encarga de pintarlas. De su seno han egresado brillantes generaciones: estudiosos profesionales que han logrado fama y nombradía en otros medios. Para combatir el frío glacial, algunos antiguos pobladores llamados “principales” implantaron el hábito de tomar el “chinguirito” compuesto de aguardiente, agua, limón y azúcar que se bebe alegremente porque entona el cuerpo, y el frío desaparece como por encanto.
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Una mañana apareció la tierra extraordinariamente iluminada, mientras por su límpido cielo volaban dos aves de rapiña como si hubieran descubierto carroña; sus cuerpos se reflejaban en el plateado río y sus sombras jugueteaban por los coloridos cerros. La gente se puso nerviosa, pensando que algo malo iba a ocurrir. Y ocurrió: La noche anterior a este memorable día, un tal Rufo había tenido una reunión de tragos y ya avanzada la noche se dirigió a la casa de su enamorada; envalentonado por el licor, golpeó la puerta, primero suavemente, pero como el frío arreciaba, golpeó más fuerte, cada vez más fuerte; como nadie salía, montó en cólera, se acordó de sus habilidades para cabecear y retrocedió unos cuantos pasos, luego tomó viada y se estrelló como un ariete humano contra la puerta que se abrió haciéndose trizas. Penetró al aposento de la enamorada y lejos de encontrar el abrigo que buscaba fue rechazado ásperamente y con insultos, y la actitud cada vez más agresiva del inoportuno visitante, determinó que los agraviados lo denunciaran y Rufo fue detenido en la gobernación del distrito. El padre de la denunciante era nada menos que el Juez de Paz del distrito, lo cual complicó la situación jurídica de Rufo, quien debía afrontar esa mañana los delitos de allanamiento de domicilio, faltamiento de palabra y obra, homicidio frustrado, violación, etc, etc, etc.
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Sumamente indignado salió el Juez de Paz y se dirigió a la plaza del pueblo donde solía encontrarse con las otras autoridades y demás principales para “cortar” la mañana. En efecto una vez reunidos, Juez, Gobernador y Alcalde contó lo ocurrido en la noche y resolvieron ahogar la cólera en chinguirito. Empezaron a beber. Copas van, copas vienen… los efectos del licor no se hicieron esperar; se pusieron inestables, salían y entraban a la taberna. De pronto el gobernador dio un grito:
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- ¡Supay!, ¡Supay! - llamaba.

Pasaba por ahí Ángel, quien por irónico contraste tenía el sobrenombre de “diablo”, como el gobernador ya se encontraba embriagado le llamó por su apodo, pero en quechua, ya que la palabra supay, que viene del quechua supi, emanación intestinal sonora, también significa diablo. El apodo de diablo le venía a Ángel por el gran parecido de éste a Satanás, cuya imagen yace pisado en el vientre por San Miguel, patrón del pueblo. Angel Diablo Supay, ni corto ni perezoso, acudió a tan honrosa invitación y se alineó con su vaso mandando por su parte otra tanda de calentado.

Y así fue engrosándose al contingente de bebedores, porque también los otros llamaban a los transeúntes que inocente o dolorosamente cruzaban de propósito la plaza para ser involucrados en la borrachera que, a eso de las 10 de la mañana era casi general. Y poco a poco comenzaron a formarse dos bandos: Los que patrocinaban la inmediata excarcelación de Rufo y los que defendían la honorabilidad del Señor Juez de Paz.

Los parciales de uno y otro personaje, envalentonados por el licor pasaron de la conversación a la discusión; ya era una algazara donde intervenían aun los transeúntes que no bebían; vino el griterío y los agravios personales, casi, casi los pugilatos. La gresca fue creciendo anticipándose un escándalo de proporciones. Cuando ya casi todo el pueblo participaba parecía un mitin político con dos grupos de manifestantes, con programas antagónicos. Los tinterillos gritaban levantando los vasos de chinguirito; todos tenían algo que decir; algunos reían medrosamente cuidando de que algún preponte los atropelle.

La presencia de las mujeres redondeó el caso. Mientras que las jóvenes tomaban partido por cada uno de los protagonistas, las viejitas tímidamente invocaban al Altísimo para que acuda en amparo de esa masa enardecida. Pero la mecha estaba encendida y había voluntad de aflorar en cada corazón el instinto de la pugnacidad. Surgieron antiguas rivalidades familiares, enconos reprimidos y hasta ideas políticas que actualizó la lucha de clases… Se gritaban, vivaban a uno y a otro partido, a los clubes deportivos, rivales, etc. Pero la cosa pasó de negro a nigérrimo cuando las mujeres maduras entraron a batallar.

Calle típica de Aquia

De la banda opuesta a la cumbre del cerro Jerusalén alguien había visto descender a una persona como si estuviera dentro de un ascensor de cristal; este personaje aparecía segundos después en el ojo de la tormenta. Era un hombre de talla media, de raza blanca, barba partida, mirada penetrante y un gran poder sugestivo. Súbitamente la gente enmudeció. Caminando lentamente, con paso firme llegó hasta ponerse frente al Juez de Paz. En ese momento se produjo un ligero temblor y se sintió un olor a azufre quemado. Ángel Diablo Supay se había hecho humo. El Juez brutalmente borracho, con su vaso de chinguirito en la mano izquierda tambaleaba, presumido, al parecer convencido de que la mayoría del pueblo lo respaldaba:

- Yo garantizo a Rufo - dijo el desconocido.

El Juez que ya no era de paz sino de guerra, herido en su amor propio reaccionó:

- ¿Y quién te garantiza a ti?

Tras estas palabras el iracundo Juez le propinó una bofetada en la mejilla izquierda. El incógnito personaje asimiló la pegada y ante el asombro de la multitud, humildemente le ofreció la mejilla derecha. Luego de un breve rato de vacilación durante el cual nadie atinaba a decir ni a hacer nada, los lidercillos reiniciaron el debate Rufo versus Juez. Volvió a encenderse la hoguera, pero como ocurre siempre en los pueblos olvidados, las mujeres definieron el caso enfrascándose en tremendos insultos. Con la versátil imaginación que las caracteriza, se olvidaron de Rufo; y ahora las damas formaron dos bandos: Las del Juez, liderados por al esposa de éste y las que gritaban a favor del desconocido, lideradas por una tal María, a quien le decían “La Magdalena” por su excepcional belleza y su doctrina liberal aplicada en su azarosa vida amorosa. María La Magdalena se despachaba de lo lindo contra el juez a quien calificó de borracho, mujeriego y prevaricador. Al oír estas injurias, la mujer del juez, se lanzó vociferante sobre María y jalándola de los pelos y gritando en lengua vernácula:

- Rauraycarmi shimiquipa yaycushag siquiquita yargaramushag (*).

- Racatam musasinhagaqui shatay … shatay… goshgata (**) – replicó María La Magdalena.

Una estruendosa carcajada retumbó en todos los ámbitos de la plaza. La incontenible risa de todos los que escucharon este intercambio de insultos cambió el panorama. Algunos se alejaban a espacios más claros, agarrándose el vientre con las dos manos; otros se limpiaban los ojos con el pañuelo y buscaban las paredes más escondidas para miccionar…

En una esquina de la plaza, Sócrates, un hombre bajo y rechoncho, se revolcaba igual que un epiléptico en crisis. Y es que no hay palabras precisas en la lengua de Cervantes para graficar como el quechua, las poses ridículas en que se invitaban ambas contrincantes. Y de haberlas, serían impublicables por respeto a nuestra civilización occidental y cristiana. Las gentes un tanto serenadas se preguntaban intrigadas sobre la identidad del personaje que había tranquilizado a la multitud. Como siempre, todos se atribuían el honor de conocerlo de vista, solamente de vista. En algún sitio lo he visto a éste decían. Y cada cual quería que su opinión prevalezca.

María La Magdalena daba la impresión de ser la antigua amiga del humilde forastero y cada vez más cerca de él contemplaba arrobada el sereno rostro del apaciguador. En un momento dado levantó su profunda mirada y su silueta se destacó dentro del gentío, levantó los brazos, hizo ciertos movimientos con las dos manos y pronunció algunas palabras como en latín; se agarró las dos mejillas, se inclinó un poco y lloró. Ya atardecía. En Aquia el sol aparece a las 9 a.m., y se oculta a las 3 p.m. Me refiero a la parte urbana que goza, que disfruta de los dorados rayos solares al mediodía, dando la sensación de ser un “vaso de oro”.

El apaciguador con pasos firmes pero pausados comenzó a caminar rumbo al norte, por la calle más larga y paralela al río, tomando luego el camino hasta Cáyac. La multitud le seguía en masa, como atraídos por un poder misterioso; y al recordar la afrenta que sufrió, todos lloraban en señal de desagravio. A dos Km del pueblo hay un meandro, el río forma un remolino, el agua presenta hondas espirales antes de seguir por su cauce. Ahí entró el gringo, palabra con que lo bautizaron, y vieron con estupor que no se hundía. De pie sobre el agua alzó una vez más los brazos y les dijo:

- Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Después dio tres vueltas en espiral y al llegar al centro, se hundió desapareciendo totalmente. En esos momentos se oyó el canto de la lechuza, que se había posado en la cumbre izquierda y se convirtió en nieve, dando lugar a la cumbre de Tucu Chira; el huaman voló moribundo tras del Quicash, donde cayó llorando junto a la laguna de su nombre Huamanhuegue…

Años más tarde el caprichoso río cambió un poco su cauce y dejó a flor de tierra un tremendo canto rodado, una piedra donde se aprecia nítidamente la imagen de Cristo Yacente, tal como se lleva en las procesiones de Viernes Santo.

Santuario del Señor de Cayac - AQUIA

El pueblo de Aquia ha levantado una capilla donde anualmente se celebra la Misa en honor del Señor de Cáyac. Dice que es muy milagroso, pero castigador, sobre todo cuando el inadvertido visitante se atreve a dudar sobre la autenticidad de los rasgos de la imagen.

Es pues la tumba de Cristo en Aquia, la Jerusalén de Ancash.

(*) Ardiendo voy a entrar por tu boca y salir por tu ano (**) voy a hacer besar mi vagina recientemente contactada.
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FUENTE:

- Libro: ESTAMPAS CHIQUIANAS, de Vidal Alvarado Cruz - Primera Edición 1996 (Páginas 13 / 19)



El maestro, escritor y poeta Vidal Alvarado Cruz, nació en Chiquián. Su obra de fino tejido telúrico trasciende en el tiempo y el espacio. Junto a Alberto Carrillo Ramírez, Antonio Zúñiga Alva, Rubén Barrenechea Núñez y Mario Reyes Barba, se yerguen como los pioneros de las letras chiquianas. Los cinco dejaron hondas huellas magisteriales y contribuyeron sobremanera para que chiquián sea llamada con orgullo. "CUNA DE GRANDES MAESTROS".


Yerupajá, el glaciar que sin empinarse besa el rostro de Dios
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Entrada editada por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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viernes, 25 de febrero de 2011

CONTEMOS EN QUECHUA, EN EL MES DE NUESTRA LENGUA MATERNA - YACHACUY "TUPUCANCHA"

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CONTEMOS EN QUECHUA


0…...…. illa

1….…. . huq

2 …….…Ishkay

3…….….kinsa

4……….. tawa

5 …….….phisqa

6 …….... suqta

7…….…. qanchis

8……..…. pusaq

9…….….. isqun

10……..…chunka

100….….. pachak

1000….... waranqa

11………. chunka huqniyuq

12………. chunka iskayniyuq

13………. chunka kinsayuq

14………. chunka tawayuq

15………. chunka phisqayuq

16………. chunka suqtayuq

17………. chunka kanchisniyuq

18………. chunka pusaqniyuq

19………. chunka isqunniyuq

20……….. ishkaychunka

21…… … ishkaychunka huqniyuq

30 ………. kinsachunka

34……….. kinsachunka tawayuq

40……….. tawachunka

45…… …. tawachunka phisqayuq

50……..... phisqachunka

60……..… suqtachunka

70…….…. kanchischunka

80 … …. . pusaqchunka

90……….. isqunchunka

99 …… … isqunchunka isqunniyuq

100.............pachak

76 ……… .kanchiskunka suqtayuq

200……… ishkaypachak

201…… . . ishkaypachak huqniyuq

284………. ishkaypachaq pusaqchunka tawayuq

300………. kinsapachak

313… ……. kinsapachak chunka kinsayuq

400 ……….tawapachak

500………. phisqapachak

600………. suqtapachak

700………. kanchispachak

800………. pusaqpachak

900………. isqunpachak

999…... … isqunpachak isqunchunka isqunniyuq

1000…… . waranqa

4000………tawawaranqa

10 000 ..… chunkawaranqa

100 000 pachakwaranqa

1 000 000...hunu


Fuente:

Yachacuy "Tupucancha"


Feliz cumpleaños Elianita


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Laguna de Conococha, CHIQUIÁN

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jueves, 24 de febrero de 2011

AÑORANZA - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO) - SALUDO DE CUMPLEAÑOS

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AÑORANZA


Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


CHIQUIÁN
despierta con el dulce gorjeo d
e los pichuichancas... todo es bello a mi rededor.




La aurora pinta un paisaje de ensueño, con nubes viajeras que flotan en el cielo azul como sábanas blancas deseosas de cubrirme
...




Pasan lentas las horas... De repente calla la banda y
se esconde en las alas de una torcaza que abre el cendal de la tarde, mientras me voy quedando aletargado en los brazos del recuerdo...




Pronto el rocío correrá por mis mejillas, brillando con los destellos del Sol que se hunde en las grietas del Yerupajá...




En el horizonte el viento acaricia la sonrisa de los chiuchis de trigo, y pone versos al arco iris que florece con la lluvia..





A mis pies la alfombra de hojarasca susurra canciones de otro tiempo, y gota a gota se van humedeciendo las hojas secas.




Cada tarde, al ponerse el Sol, en los cerros turquesas la noche se acostará silente con su manto de terciopelo.





Y así, poco a poco saldrá la Luna. Está preparando su apachico de estrellas para orlar el firmamento.




Ya por fin me dejará la nostalgia que horada mi alma, y el llanto se irá con ella, dejándome con mis recuerdos y mis sueños...

Jircán, 30 de agosto de 1975




Entrañables paisanos: Modesta Valverde Balarezo y Cesareo Minaya Valderrama. Un abrazo virtual a mi querida Kristie por sus seis añitos. Nuestras plegarias por el alma buena de nuestro amigo Alberto Celis Salazar, quien un día como hoy vio la luz primera en Chiquián.

Mañana viernes 25 apagan velitas nuestros paisanos: Fernando Vásquez Veramendi y Alejandro Alvarado Aldave. Que Dios los bendiga a todos.

Nalo


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CHIQUIÁN

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miércoles, 23 de febrero de 2011

SAFARI DE ALTURA EN CHIQUIÁN - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO) - SALUDO DE CUMPLEAÑOS

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"SAFARI DE ALTURA EN CHIQUIÁN"

.Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


"Dicen que la globalización extinguirá la magia y la fantasía de la Tierra, y que los sueños se esfumarán dando paso a la cruda realidad". Creo que es un decir, pues el Hombre no es de carne, hueso y pellejo solamente, sino mucho más... Tenemos sentimientos, tenemos el Sol, la Luna, los pájaros, las flores, la lluvia... Tenemos la noche para descansar y el alba para renacer con el canto del pichuichanca. Tenemos a la Madre Naturaleza y al Cosmos; es cuestión de amarlos para que nos sigan nutriendo el cuerpo, la mente y el alma con alegría plena. Tenemos esa inocencia de pueblo que nunca debemos perder... Tenemos la Biblia al alcance de la mirada, donde están todas las preguntas y repuestas para seguir andando de la Mano del Creador ..." Nalo, 01 ENE 2000.



Mis visitas a los “zoológicos” chiquianos de Shulu, Cruz del Olvido y Tranca, eran permanentes en mi infancia. De todos ellos, Shulu fue el lugar preferido por los chiuchis para cazar tinyacos (familia de las abejas). Allí ingresábamos con Ancha y Arti, encontrando casi siempre a Tocho y Hualín, clavados como estacas humanas entre la vegetación, esperando el sonoro aterrizaje de sus víctimas para atraparlas con sus manos. Los tinyacos machos tienen un aguijón y sus ojos son retintos, los de las hembras son plomizos.


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En ocasiones asomaban al lugar niños inexpertos en este tipo de caza. Si atrapaban una hembra en el primer intento, todo iba bien, mas si el tinyaco era macho, no se dejaba esperar un lamento por el aguijón, mientras el alado se ponía a salvo volando a gran altura. Al escuchar los sollozos, los más diestros corrían a socorrer con un barnizado de saliva en la mano afectada.

A estos sufridos himenópteros les enlazábamos en el cuello un hilo 'Canuto' de cinco metros de largo. Luego los soltábamos y a “volar se ha dicho”, hasta que mi tía María Balarezo, "administradora del parque de diversiones" nos corriera a palazos.

Los mejores tinyaqueros de Shulu fueron: Ishico Samamé, Gonzalo Calderón, Lucho Aldave, Coqui Alarcón, Javier y Diógenes Bolarte, Leo Lastra, Adrián Abarca, Lucho Rueda, Wili Barba, Acucho Zúñiga, Javier y Edgar Barrenechea, Abchu Chávez, Chanti Gamarra, Enrique Jara, Felipe Alvarado, Lalo Dextre; Carlos, Alberto y Oshva Reyes, Chiflo Espinoza, Iván Damián, Alfonso Aranda, Ecush Ñato, Lucho Santos y Martín Robles. Por su corta edad: Lucho Barrenechea, Rogelio Ibarra, Oshca Santos, Miguel Balarezo, Milton Gamarra, Edgar Carrillo, Nando Alarcón, Ulises Zúñiga, Vladi Reyes y pishuquito Díaz, integraban el confitado grupo de los “observadores con pañal”.

En el descampado solar de Cruz del Olvido, la competencia era cosa seria, ya que estaba frecuentado por un batallón de niños que vivían en Huarampay, Jircán, por el mercado de abastos, Puente Cantucho, Capulipata y junto al Coso (recinto de encierro de reses y burros dañeros). Los más afamados tinyaqueros de este parque fueron: Carlos y Guillermo Palacios, Chanti Yabar, Lloqui Allauca, Achena Gamarra, Rodolfo Jara, Lucho y Chechi Alva, Nica y Yoga Rivera, Wilber Padilla, Pedro Miranda, Añico Carhuachín, Lucio Castillo; Jaime y Marco Chirinos; Carlos y César Ramírez; Gelacio y Rodi Valderrama, Papi Robles, Rodolfo Minaya; Juvilio y Paco Alvarado, Javi Zubieta, Lucho y Loli Romero, Eusebio Calixto Huerta, Elías Conde y el famoso Miguel “cuye” Ramírez, quien hacía volar hasta diez tinyacos al mismo tiempo, sujetándolos como marionetas voladoras en las falanges de sus pispados dedos.

Similar panorama presentaba Lirioguencha, que estaba copado por los infantes de Umpay, Chinapila, Oropuquio, Cochapata y del Cercado. En este lugar tuvieron mejor suerte los hermanos Alberto y Goyo Celis; Poco Valerio; Ricardo y Rubén Jaimes, Miqui Ramírez, Santiago Yabar, Jorge Chávez; César y Lauro Rosales; Pepe y Lucho López, Lucho Saldívar; Coro y Coti Romero; Pancho y Miguel Durand, Rodolfo Vásquez, Pacho Díaz, Carlos Lara, el Chino Pineda, Walter Vásquez, Raúl Márquez, Alfonso Fuentes, Román Palacios, Edgardo Escobedo, Diego y Víctor “ trucha” Moran; Pedro y Neptalí Cuevas, Julio Álvarez, Chanti Pardo y José Ramos; este último fue el más requerido para aliviar a los aguijoneados.

Atrapar tinyacos en Tranca, camino hacia Alto Perú, fue considerada “caza de aventura”, por lo accidentado del terreno y sus elevados arbustos donde estaban agazapadas incontables plantas de ortiga y hualancas (cactáceas llenas de espinas). Sin embargo, los niños que vivían en los alrededores, se las ingeniaban y capturaban por lo menos media docena por persona cada fin de semana. Allí destacaron: Segundo “campanerito” Palacios, Pricilio Ñato; Mañuco e Ishilin Alvarado, Queño Rosemberg, Manuel Vía, Alejandro Toro; Nico y Carlos Cerrate; Antonio y Gelacio Tafur; Pocholo y Dante Gamarra, Perico Rivera; Marco y Tico Ibarra, Bruno Blas, Cashtu Rivera, Lizardo Garro, Emir Sánchez; Milo y Edgar Alvarado, Loncho Bolarte y “Pepe” Perfecto Calderón.


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Un espectáculo singular fue la caza de shulacos (lagartijas) en Parientana y el Pesebre. Para lograr su cometido los cazadores debían poseer experiencia. Una pajita verde con un lazo o una banderilla de lajtash (tallo delgado) con punta de hualanca, no eran suficientes para capturarlos. Se necesitaba la paciencia de Job, un buen pulso -que no se lograba jalando cometa-, el temple de acero de Luis Pardo, “vista de águila”, saber en qué lugar de la pirca se esconden. Sobre todo conocer el momento preciso que salen de sus madrigueras para sus baños de sol.

“Cholito corazón” (Miguel Barrenechea), muy seguido andaba con dos o tres shulacos jóvenes en el bolsillo, pero nunca lo vi con uno viejo, ya que estos últimos salían de sus agujeros con mucho sigilo y ante el menor movimiento o ruido desaparecían. No sé si Cholito los compró o los capturó, lo que sí me enteré de sus labios en Buenos Aires, después de no verlo por más de 20 años, es que su envidiable puntería lo aprendió de su primo Milo Barrenechea Olivera, quien con el popular “Mono” Antuco Bravo Olave, fueron los más diestros banderilleros de shulacos del Pesebre chiquiano.

En cuanto al barrio de Umpay, Carlos Lara fue el más ducho. Un día de fines de abril de los ochentas cuando comentábamos sobre sus trofeos de caza menor, Carlos me mostró la mano donde aparecía la marca que le dejó la mordedura del shulaco más codiciado del oconal de Umpay. Según me comentó, éste tenía un llamativo color tornasolado y su cuerpo estaba cubierto de brillosas escamas que lo diferenciaba de los demás.



Una noche de inicios de los sesentas, mi abuelita Catita me abrigó el espíritu, narrándome este breve cuento ancestral sobre los shulacos:

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“Cierta vez, un viejo shulaco estaba tomando baños de sol en las praderas de Chicchó, cuando aparecieron dos huínchus haciendo piruetas en el aire, y se preguntó: ¿Por qué vuelan estos pajaritos si tienen seis meses de edad, en cambio tengo 60 años reptando y nunca he volado?. Meditó unos segundos y pidió a los dos huínchus lo ayuden a elevarse al cielo, sugiriéndoles que sujeten con sus picos ambos extremos de una paja, y que él, mordería el medio. Las dos aves aceptaron y el simpático trío remontó vuelo hacia el valle del Aynín. Cuando se encontraban a la altura del cementerio, un tinyaco levantó la mirada en pleno vuelo y al observar este extraño cuadro aéreo grito con admiración:

- ¡Quién ha tenido esta idea, debe ser un genio!.

Al escuchar el elogio, el viejo shulaco no pudo contener su vanidad, y abriendo su boca de par en par exclamó a todo pulmón desde arriba:

- ¡La idea es mía, soy un genio! –mientras hablaba, iba descendiendo en caída libre, hasta que finalmente aterrizó de cabeza sobre una roca...”.



En cambio la caza de ultus (renacuajo de anuro) en el corral de don Aurelio Garro, constituía una tarea fácil y divertida. Bastaba meter lo más rápido posible la mano a la poza de agua verdosa para agarrarlos desprevenidos. Luego los echábamos a una minúscula “ultera” con paredes de lodo, donde los manteníamos hasta el ocaso, en que los devolvíamos a su hábitat natural para no ir contra la metamorforis del sapo y dañar el ecosistema.

Los ulteros más promocionados fueron: Tocho Robles de Jupash, Felipe Alvarado de Jircán, Uchucu Pedro “chico” de Alqococha, Diógenes Bolarte del 'Culto', Efra Vásquez, Ecush Ñato y Cuco Lastra de Agocalle.

Solamente los sábados por la tarde interrumpíamos este “pitufo hobby”, porque los adolescentes: Antuco Bravo, Cancho Ramos, Pocho Cano, Tito Chávez, Alcalá Garro, Milo Barrenechea y el “cura” Pogoncho Padilla, nos obligaban a salir del corral para ponerse a torear y a montar becerros al estilo rodeo mexicano. Los chiuchis los observábamos desde las paredes de tapias, sentados en butacas de tierra, adornadas con hualancas, vidrios y pencas (cabuya de hojas carnosas y espinosas).

Durante la faena de los novilleros, los gimnastas Roby Alva Ibarra y Carlos Alarcón Cámara, descansaban balanceándose como quirópteros en la barra tubular instalada para las clases de educación física del colegio 'Coronel Bolognesi'.



Dos veces al mes iba de pesca a Quisipata con Ancha, Patuco y Felipe. Salíamos de Jircán a las 3 de la madrugada para estar en el río a las 4 y 30. Las noches muy grises descendíamos caminando a tientas; en cambio las de luna llena, bajábamos al galope; perdón, corriendo, a excepción de las trochas de difícil relieve. Cuando encontrábamos a Javier Bolarte Camones regando su chacra 'La Quichua', se sumaba al grupo con sus botas de agua que le cubrían los muslos y un poco más.



Ya a orillas del río, preparábamos los instrumentos de pesca: carrizo, cuerdas, plomo, corcho, anzuelo y gusano (carnada). Después arrojábamos el bocado al agua, y entre picada y picada sacábamos truchas de 10 a 20 centímetros de longitud. Cuando resultaban muy pequeñas las devolvíamos a la corriente hasta que alcancen el tamaño ideal para el consumo.

Al mediodía nos dábamos un ligero baño con unas brazadas de obsequio junto al huaro, luego saboreábamos nuestro refrigerio e iniciábamos el regreso con una docena de truchas por persona si la faena era regular. Si era buena nos alcanzaba para compartir con los vecinos, pero si resultaba pésima nos contentábamos con una porción de pescado frito en el mercado del pueblo.

Usualmente si la pesca era mala, Anchita ingresaba al fundo de su papá y salía con una alforja de olorosas limas. Ya con el ánimo en alto y la barriga llena, efectuábamos el empinado ascenso hasta Jircán.



Cuando la pesca no resultaba favorable en Quisipata, avanzábamos río abajo hasta el paraje de Conay donde nos poníamos a truchar, pero si en el lugar hallábamos al pirata Lucho Castillo de Ninán o al gato César Barrenechea de Pancal, teníamos que retornar con las manos en los bolsillos, previa señal de la cruz como reverencia a ambos “titanes de agua dulce”, amos de este dominio. El último de los citados, fácilmente sacaba cinco docenas de truchas por jornada, con lo que a falta de sardinas, solucionaba su felina dieta con trucha, leyendo Simbad el Marino.



Si la estación mostraba las chacras de Capulipata, Macpúm y Rumichaca cargadas de muchqui, shuplac, ñupu, capulí cimarrón y purojsha, los “menudos” hacíamos "nuestra plaza, de la chacra a la boca”. En épocas de “vacas flacas” los solidarios hermanos “oso” de Matara nos abastecían de estos manjares, previa entrega de un par de bizcochos, como trueque.

Si queríamos saborear manzanas, limas y llacones (yacones), el punto de llegada era el aromático Chinchupuquio, huerto florido donde la buena señora Liuca Gálvez nos permitía “pañar” de sus árboles frutales hasta llenar nuestros bolsillos, más el espacio entre la camisa y la barriga.



Internarnos "sin permiso" en los sembríos de habas y maíz que floreaban en las chacras de Pampa, Umpay Cuta, Pashpa, Común, Hualpash, Pacra, Cochapata, Chicchó, Huaytapacana, Chivis, Cucuna, Ninán, Huarampatay, Sunoc, Picupicu y Uyu, era el goce de grandes y chicos en las noches sin luna.

Normalmente los pequeños depredadores abastecíamos nuestros bolsillos con habas y un manojo de caña dulce para consumir durante el retorno. Inclusive algunos más osados escondían debajo de sus ropas una calabaza aparentando un embarazo.

Pero no solamente los humanos hacíamos este “safari” sino también las reses, caballos y burros “dañeros”, que al ser sorprendidos por los dueños de los sembríos, caminaban jalados de las orejas hasta al Coso para que cumplan corta penitencia.


* * *


Pasé cinco vacaciones escolares con mis amigos Ancha Núñez y Carlos Navarro, mis primos Patuco Allauca y Pablín Calderón y mi hermano Felipe, en la manada Tupucancha, cercana a la laguna de Conococha (CHIQUIÁN), a donde acudíamos los fines de semana para cazar patos silvestres, caza nada fácil debido al agua helada que calaba hasta los huesos, pues para sacar las aves que sucumbían ante los disparos de hondilla teníamos que introducirnos hasta la cintura.

Si la caza de patos no resultaba satisfactoria, truchábamos hasta obtener por lo menos una docena de salmónidos, ante la mirada de las parejas de huachuas.



La caza de vizcachas en el bosque de roquedales de Shajsha, colindante a la manada de los esposos Calderón Pardo, la realizábamos con hondilla de buena calapa u honda de lana de carnero maltón, aprovechando las horas en que los roedores salían de sus galerías a tomar el sol del mediodía sobre los peñascos.

En ocasiones llovía o granizaba tan fuerte cuando estábamos cazando, que teníamos que guarecernos hasta entrada la noche en la cueva de Luis Pardo, contemplando los diseños gráficos (arte rupestre) de aves, culebras, ranas, toros, etc, y abundantes hoyos en la pared rocosa.



Cierta vez, escuchamos comentar en Tupucancha al señor Carlos Olave, uno de los más diestros cazadores de venados y zorros de la región, que si las vizcachas comían cáscaras de plátano se quedaban aletargadas y que en ese estado su caza era inminente. Así lo hicimos y dejamos esparcidos por las peñolerías las cáscaras de cinco manos de plátanos, pero ¡oh sorpresa!, los que se quedaron aletargados junto a los farallones pétreos, de tanta espera, fuimos nosotros. En una ocasión posterior le comenté a dicho 'señor' cuando visitó nuestra casa de Chiquián sobre lo ocurrido, y me preguntó:
.
- ¿Qué tipo de plátanos emplearon?.

- De la isla don Carlos...

- Ah muchachos inexpertos, con razón fallaron, ese tipo es para cazar conejos silvestres, en cambio para las vizcachas han debido emplear el de seda -y se rieron en trío con mi papá y mi tío Pablo Calderón.



Cazar chacuas (perdiz) en horas de la tarde, constituía un excelente ejercicio de paciencia y tino. Se tenía que esperar en silencio hasta que salgan de la paja al pasto adyacente a los corrales de las ovejas. Una vez ubicada en la mira de la hondilla, se daba vueltas y vueltas alrededor hasta estar lo más cerca y no errar el tiro. Pero si la perdiz volvía a internarse en los manojos de paja, era casi imposible localizarla. Ocasionalmente cuando caminábamos serpenteando huargos (cactus de la puna) y matas de ichu, irrumpía volando con su canto fuerte y aleteo persistente que erizaba la piel. De esta experiencia y unos relatos escuchados junto al fogón, salíó este garabato:



CHACUITA

Airosa, temerosa y esquiva

atraviesas ágil el rudo pajonal;

hundes el pico en olorosa tierra

buscando ansiosa tu alimento.

Serpeas manojos de ichu,

huagoros y escorzoneras;

caminado vas a la laguna

para calmar tu sed de altura.

Deliciosa carne tu piel esconde

camuflada en grisáceo plumaje,

que la sabia Naturaleza hizo:

de barro, cobre y ceniza.

Yergues tu cerviz vigilante

y hurgando tu cuello estiras

para visualizar en tus retinas

al cazador oculto en la neblina.

Si percibes riesgo distante,

huyes cortando el viento

y te acurrucas en la paja brava,

ocultando tu infeliz tormento.

Pero si el peligro es latente,

rauda abres tus alas al cielo;

trinas fuerte un trémulo canto

y emprendes corto vuelo.

Nalo AB - DIC 1982

Los días de neblina en Tupucancha significaban pronósticos de buena caza del tupuc (ave parecida a la tórtola). Era cuestión de que la neblina esté casi transparente para observarlos comiendo en grupos y bastaba un hondillazo y luego otro y otro hasta cazar media docena, quedando garantizado un suculento tallarín con pichones para los escuálidos comensales, a excepción del gordito Patuco que sancochaba medio kilo de papas para tranquilizar a su engreída 'solitaria'. También cazábamos cerguillitos, quillicshas, liclish, ácacas, huaychos y otras aves pequeñas que abundan en el páramo chiquiano.

A fines de febrero de 1962, aprovechando que mi abuelita salió con los pastores en busca de nuevos pastizales por la meseta de Recrec (4250 m.s.n.m.), nos apoderamos de una docena de conos de hilo para ponchos y polleras que guardaba en un armario rojo.

Después de plantar decenas de carrizos a lo largo de uno de los corrales, los unimos con hilos formando una inmensa malla. Una vez fabricado el gigante pentagrama, espantamos a las torcazas que estaban comiendo en el interior del corral, logrando que algunas cayeran atrapadas.

Lo agridulce llegó veloz. Al retornar mi abuelita se quedó atónita, al ver a cierta distancia, varios pájaros “sentados en el aire”. Se acercó para bendecir el “milagro”, pero para su sorpresa descubrió que no estaban sentados en el aire, sino en la ingeniosa trampa de hilos.

Entrada la noche nos dio de merendar y se despidió con una sonrisa. Nosotros hicimos lo propio sin presagiar nada. Ya al rayar la aurora nos despertó, había tomado la decisión de expulsarnos del paraíso con una solemne carta dirigida a mi madre...


Fuente:
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Un trocito del Capítulo IX de la obra en forma de libro. "DEL MISMO TRIGO" (Tercera edición artesanal), entregado en Mayo 2009 a la Casa del Poeta de Huari, junto a otros dos tomos del autor, por el escritor Carlos Eduardo Zavaleta, con ocasión del XVII Encuentro de Escritores y Poetas de Ancash.

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FELIZ CUMPLEAÑOS


Amigo Artidoro Oquendo Márquez, y sobrina Lorena Cuadros Calderón. Que Dios los bendiga hoy y siempre. Arti radica en USA, y Lorena en Lima, estudiando medicina.


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CHIQUIÁN



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