lunes, 19 de abril de 2010

CÉSAR VALLEJO: POETA DEL PUEBLO Y LA ESPERANZA - POR ADDHEMAR H.M SIERRALTA NÚÑEZ - MIAMI

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CÉSAR VALLEJO: POETA DEL PUEBLO Y DE LA ESPERANZA

Esta semblanza sobre la vida de César Vallejo fue presentada el sábado pasado, por Addhemar H.M. Sierralta, en el homenaje que por el Día del Idioma, rindió el Instituto de Cultura Peruana (ICP) en la ciudad de, Miami, U.S.A.
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Para muchos considerado el más grande poeta peruano y a nivel hispanoamericano comparable con Neruda. Su poesía contundente y original expresa, desde lo más hondo del alma, el sufrimiento del hombre oprimido, su solidaridad con los más humildes y una esperanza cautelosa pero sincera de cambio en el ser humano. Este hombre –con mayúsculas- es César Vallejo.
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Uno de sus estudiosos señala : “En diversas etapas de su obra se notan los influjos del modernismo, la vanguardia, el indigenismo, la poesía social y el impacto de acontecimientos históricos, como la Guerra Civil española. Nació en Santiago de Chuco, en la zona andina norte del Perú, en el seno de una familia con raíces españolas e indígenas. Desde niño conoció la miseria, pero también el calor del hogar, lejos del cual sentía una incurable orfandad. Estudió en la Universidad de Trujillo, ciudad donde recibió el estímulo de -la bohemia- local formada por periodistas, escritores y políticos rebeldes. Allí publicó sus primeros poemas antes de llegar a Lima a fines de 1917”.

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Desde 1892, año de su nacimiento, hasta su muerte en 1938 –en París- su obra impactó entre quienes lo conocieron.

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Notas sobre su vida reseñan que en Trujillo apareció su primer libro “Los heraldos negros” (1918) y “en 1920 hace una visita a su pueblo natal, donde se ve envuelto en unos disturbios que lo llevarán a la cárcel por unos tres meses; esta experiencia tendrá una crítica y permanente influencia en su vida y obra, y se refleja de modo muy directo en varios poemas de su siguiente libro, Trilce (1922). Se considera esta obra como un momento fundamental en la renovación del lenguaje poético hispanoamericano, pues en ella vemos a Vallejo apartándose de los modelos tradicionales que hasta entonces había seguido, incorporando algunas novedades de la vanguardia y realizando una angustiosa y desconcertante inmersión en los abismos de la condición humana que nunca antes habían sido explorados”.

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Uno de los poemas más representativos de aquella época inicial, y posiblemente de los más conocidos del poeta, es “Los heraldos negros” que deseo compartir con ustedes :

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LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos,
como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza,
como charco de culpa, en la mirada.
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Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
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Vallejo, viaja a París “donde permanecerá (con algunos viajes a la Unión Soviética, España y otros países europeos) hasta el fin de sus días. Los años parisinos fueron de extrema pobreza y de intenso sufrimiento físico y moral. Participa con amigos como Huidobro, Gerardo Diego, Juan Larrea y Juan Gris en actividades de sesgo vanguardista, pero pronto abjura de su propio Trilce y hacia 1927 aparece firmemente comprometido con el marxismo y su activismo intelectual y político. Escribe artículos para periódicos y revistas, piezas teatrales, relatos y ensayos de intención propagandística, como Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin (1931). Inscrito en el Partido Comunista de España (1931) y nombrado corresponsal, sigue de cerca las acciones de la Guerra Civil y escribe su poema más político: España, aparta de mí este cáliz, que aparece en 1939 impreso por soldados del ejército republicano. Toda la obra poética escrita en París, y que Vallejo publicó parcamente en diversas revistas, aparecería póstumamente en esa ciudad con el título Poemas humanos (1939). En esta producción es visible su esfuerzo por superar el vacío y el nihilismo de Trilce y por incorporar elementos históricos y de la realidad concreta (peruana, europea, universal) con los que pretende manifestar una apasionada fe en la lucha de los hombres por la justicia y la solidaridad social”.
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Eduardo Gonzáles Viaña, en una de sus novelas –acerca del vate- señala con detalle una circunstancia del viaje a Europa:

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“En alta mar, Vallejo sacó de uno de sus bolsillos para leerlos de nuevo los urgentes telegramas de Antenor Orrego. Su generoso amigo lo había urgido a aceptar la invitación que él y Julio Gálvez Orrego le hacían para viajar a Francia.

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TU VIAJE A PARIS RESUELTO STOP JULIO LOGRO CAMBIAR MI NOMBRE POR TUYO
STOP HAZ MALETAS HERMANO STOP ANTENOR
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A ese telegrama, había respondido César con una tajante negativa. Pero Orrego insistió:

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URGENTE CESAR STOP VIAJA CON JULIO STOP YA ME TOCARA STOP NOS VEMOS EN PARIS STOP NO OLVIDES JUICIO REABIERTO STOP ANTENOR

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El último decía solamente:

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EN PARIS ESPERATE DESTINO STOP PERU LA CARCEL STOP ANTENOR

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Vallejo se había resistido a aceptar el sacrificio del filósofo, pero después de dos telegramas, el tercero apelaba a la razón más temible. El juicio había sido reabierto, y se le estaba notificando a presentarse ante el juzgado de Trujillo con apercibimiento de detención.

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Cuando se dio cuenta de que la cárcel tenía otra vez la boca abierta para él, aceptó.

Salir del Perú era escapar de los infiernos. En alta mar, aspiró largamente como si quisiera alimentarse de libertad. Después, dobló otra vez los telegramas y los metió dentro de un único sobre. Dirigió la mirada al horizonte, y descubrió que el cielo se había tornado inmenso y emitía destellos de un azul obstinado.
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Apenas se disipó la densa niebla, comenzaron a acercarse a las islas de Lobos de Afuera. Desde ellas, parecía salir unas voces fragantes que se confundían con los golpes y fragores del oleaje.

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-Es un canto de sirenas -le explicó alguien a su lado. Vallejo lo miró de reojo. Sólo pudo notar que estaba vestido de blanco. El hombre agregó:

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-Eso es lo que dicen los marinos.

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El "Oroya" aceleró y se puso lejos del alcance de las sirenas que se desgañitaban llamando a los tripulantes.

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El "Oroya" había salido del Callao hacia Francia el 17 de junio de 1923. El filósofo era dueño de un pasaje, pero había preferido transferírselo al poeta.

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En vez de la frialdad de la crítica limeña o el infierno carcelario de Trujillo, César viajaba hacia su destino. Orrego nunca más pudo hacer el soñado viaje. En el Perú, habría de sufrir casi dos décadas de prisión por su amor a la justicia social. Sin saberlo, César Vallejo y Antenor Orrego habían intercambiado sus destinos, o acaso sus almas…”

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Hablar de Vallejo es leer y escuchar su arte para poder compartir sus anhelos. Otra de sus inspiraciones más notables, y premonitoria, es :

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PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...

Pero César era también un lírico notable y en los siguiente poemas se vislumbra el sentimiento humano y de amor :

BORDAS DE HIELO

Vengo a verte pasar todos los días,
vaporcito encantado siempre lejos...
¡Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea en un adiós de sangre!

Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
¡la estrella de la tarde partirá!
Las jarcias; vientos que traicionan; vientos
¡de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
¡y quien habrá partido seré yo!

SAUCE

Lirismo de invierno, rumor de crespones,
cuando ya se acerca la pronta partida;
agoreras voces de tristes canciones
que en la tarde rezan una despedida.

Visión del entierro de mis ilusiones
en la propia tumba de mortal herida.
Caridad verónica de ignotas regiones,
donde a precio de éter se pierde la vida.

Cerca de la aurora partiré llorando;
y mientras mis años se vayan curvando,
curvará guadañas mi ruta veloz.

Y ante fríos óleos de luna muriente,
con timbres de aceros en tierra indolente,
cavarán los perros, aullando, ¡un adiós!

Este último poema con la rima consonante tradicional nos revela que también dominaba esta faceta.

Pero su dominio también lo demuestra en ¡ Cuídate , España … ! apelando a una inusitada fuerza y ritmo –como Darío o Chocano- y he aquí este sonoro ejemplo :


¡CUÍDATE, ESPAÑA...!

¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,
del verdugo a pesar suyo
y del indiferente a pesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate tres veces,
y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!…

De la vida de Vallejo habría mucho por decir. Pero esta ocasión tiene sus límites. Aún así quiero hablar de la mujer que le acompañó hasta su muerte, que reunió su obra póstuma y luchó junto a él hasta después de muerto para lograr el traslado de sus restos a Montparnasse y publicar con amor el legado de su esposo. Estoy hablando de Georgette Marie Philippart Travers, quien desde muy jovencita se enamoró de César. Tuve la suerte de conocerla y compartir con ella algunas confidencias, cuando fuimos vecinos en el Edificio Marsano en Miraflores, por los años sesenta en Lima.

Ella, de claras ideas izquierdistas, sintió que no era querida por muchos de los amigos y conocidos de su esposo. Sus últimos años los vivió solitariamente y en su recuerdo permítanme compartir con ustedes un poema que le hice :


LLANTO DE AMOR

A César y Georgette Vallejo

Erguida
pese a sus años
con la mirada
medio grisácea
como el cielo limeño
y evocando el tiempo
tal vez su dolor
o aquel Jueves Santo
en un París lluvioso
ese frío cerca al Sena
cuando las manos
temblorosas y cálidas
de su querido César
hablaban desde su alma
pidiéndole volver
aunque fuera cadåver
a su tierra cobriza
que se hacía bruma
entre la tos y el sudor
porque sabía
de su pronta partida
y del adiós a Georgette.

Muchos del Perú
no me querían
pensaban que era
poca cosa para él
renegaban mis ideas
que fueron con amor
nuestra comunión popular
convertidas
en llantos nocturnos
como si ambos
estuviéramos en la cruz
redimiendo penas
de su pueblo
muriendo
lacerado por la explotación
eran fervorosas confidencias
de la emoción de Georgette.

Cuántas veces confundió
sus temblorosas manos
entre las mías
como queriendo transmitirme
entre sus balbuceos y llanto
el legado abandonado
las promesas no cumplidas
los oropeles de homenajes vanos
y el olvido de ese
su amado pueblo
de su deseo postrero
aún no realizado
de dormir en terruño
humilde y peruano.

Ha transcurrido
casi siete décadas
todavía reposa
Vallejo en Montparnasse
duele aún de muerte
gimen sus huesos
Georgette dejó la vida
defendió el ideal
publicó su obra póstuma
mas jamás pudo
repatriar sus restos
ella no paseará por el parque
ni acariciará a su perrito
seguirán sus pasos
y su alma solitaria
vagando por el edificio Marsano
donde al salir los sábados
le ayudaba a cruzar la calle
tomándola de la mano
para escuchar su clamor
y su esperanza:
él regresará
cuando el Perú
llore por amor.

Estimo que aún estamos en deuda con Vallejo y algún día debemos lograr que sus restos reposen en su tierra.



Fuente:

TIEMPO NUEVO

Addhemar Sierralta

Año 2 No. 71

Miami, 19 ABR 2010

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